Dos años frente al mastil

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CAPÍTULO XXI LA JUSTICIA EN LA CALIFORNIA Nosotros, los de la playa, manteníamos relaciones constantes con el presidio, y al finalizar el verano ya había adquirido algunosconocimientos sobre carácter y costumbres de la gente de allí, como también de las instituciones bajo las cuales viven. Las revoluciones son cosas corrientes en la California^ Estas las arman la gente que se halla al pie de la escalera y en circunstancias desesperadas, precisamente como en Norte América toma vida un nuevo partido político creado por tales hombres. Se arman de fusiles y bayonetas y asaltan al presidio y la aduana; se reparten el botín y declaran una nueva dinastía. Refiriéndose a la justicia, no reconocen leyes de ninguna clase, excluidas las de la voluntad y del miedo. Un norteamericano naturalizado y casado en el país, estaba sentado en su casa con su mujer e hijos y fué muerto de una puñalada al corazón por un español con quien había tenido dificultades, delante de la misma familia. El asesino fué tomado por algunos yankees que vivían en el pueblo y mantenido en custodia hasta que se pudo enviar una acusación y parte del asesinato ai gobernador general. Este no quiso tomar intervención y los compatriotas al ver que no se tomaba resolución alguna con la justicia, manifestaron que si no se hacía justicia, ellos mismos juzgarían al malhechor. Por suerte, se hallaban de paso en el pueblo, unos cuarenta cazadores de Kentucky con sus rifles. Estos, uniéndose a los americanos e ingleses que vivían en el sitio y sumaban veinte y treinta hombres, tomaron el pueblo y después de esperar un tiempo razonable, empezaron el juicio según la costumbre de sus países. Se nombraron juez y jurado. El hombre fué juzgado y sentenciado a muerte y fusilado delante del pueblo, con los ojos vendados. Se sacó la suerte para los doce tiradores, poniéndose los nombres de iodos en un sombrero, y todos habían prometido de antemano cumplir con su deber en el caso de salir elegidos. Los doce primeros nombres que salieron, fueron los que tomaron su posición y cumplieron la ejecución.Después de ella,' el hombre fué sepultado con todo respeto y el pueblo fué devuelto tranquilamente a sus autoridades legales. En San Gabriel, se encontraba un general que largó una proclama tan larga como una bolina de velacho, amenazando destruir a los rebeldes, pero se hizo vivo y no salió de su fuerte, pues qué iba a hacer con sus soldados hambrientos, pobres y perezosos, todos mestizos, contra cuarenta cazadores armados y bien provistos de municiones.

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