Dos años frente al mastil

Page 73

Rápidos pensamientos pasaban por mi mente, relativos a nuestra situación y al deseo de ser castigado al Capitán cuando regresáramos al puerto de procedencia, pero el ruido de los azotes y los gritos del hombre, me hicieron volver en mí una vez más. Por último, todo esto terminó y dándome entonces vuelta, vi al primer oficial que obedeciendo la orden del Capitán destrincaba a John que doblegado por el dolor, se dirigía lentamente a proa y se introdujo en el castillo. Todos permanecimos inmóviles en nuestros puestos, mientras el Capitán hinchado por la rabia y por la importancia del acto, que acababa de cumplir, paseaba por el alcázar y en cada paseo cuando nos enfrentaba, nos llamaba para decirnos: "Yo saben ustedes cuáles son sus condiciones". ¡Ya saben lo qué hago con todos! ¡y lo qué les espera! ¡ustedes se han equivocado respecto de quién era yo! "Yo los pondré a raya a todos ustedes y los castigaré, desde el aprendiz, para arriba y de proa a popa." "Sepan ustedes que tienen un conductor". ¡"Sí, un conductor de esclavos, un conductor de negros!" ¡Yo veré quién es aquél que se niega ser un negro esclavo! Con estas frases y otras análogas, bien calculadas para atemorizarnos y alejar conatos de futuras molestias, nos entretuvo casi durante diez minutos, hasta que descendió a la cámara. Poco tiempo después John se dirigió a popa con el cuerpo descubierto y la espalda cubierta de telas que defendían en todas direcciones las señales dejadas por los azotes y temeroso y cabizbajo dijóle al mayordomo pidiera al Capitán, le facilitara algún bálsamo para curar sus heridas. —"No" contestó el Capitán desde abajo, que había oído hacer el pedido, "contéstele que se ponga la camisa, ¡es lo mejor que puede hacer y que me conduzca a tierra en el bote, porque nadie debe estar sin hacer nada a bordo de este barco! En seguida el Capitán llamó al señor Russell, para que con esos dos hombres y otros dos más lo llevaran a tierra.Yo fui uno de los designados, Sam y John apenas podían encorvar las espaldas para bogar, pero el Capitán les ordenó, ¡que dieran más camino!, pero observando que hacían lo que mejor podían, no les repitió la orden. El agente estaba a popa gobernando con los guardianes, pero durante toda la travesía —una lengua más o menos— no se pronunció a bordo una sola palabra. Desembarcamos, el Capitán, el agente y el oficial ascendieron la pendiente hasta la casa, dejándonos con el bote. Yo y otro tripulante quedamos cerca del mismo, mientras John y Sam, comenzaron a caminar alejándose lentamente para sentarse luego en unas rocas y dialogaron durante un rato, pero después se separaron para sentarse aisladamente. Yo temía algo de John. Era un extranjero y de carácter violento y estaba sufriendo física y moralmente, estaba armado con su cuchillo y el Capitán iba a regresar solo hasta el bote. Pero nada ocurrió y regresamos a bordo tranquilamente. El Capitán probablemente estaba armado, por eso si cualquiera de los dos hubiera levantado un brazo, en señal de amenaza o de ataque, seguramente el sobreviviente, no habría podido hacer otra cosa que fugar y esconderse en los bosques de California, donde habría muerto de hambre o sería capturado por los soldados indígenas que por sólo el ofrecimiento de veinte dólares, habrían cumplido esa comisión. Después del día de duro trabajo, entramos al castillo a comer nuestro simple alimento, guardando todos el más absoluto silencio.Era sábado, ya era noche, pero no se escuchó ninguna canción ni se recordaron a las esposas ni a las novias. Parecía que todo estaba cubierto con un manto de tinieblas. Los dos hombres se recostaron en sus cuchetas, quejándose de dolor. Los demás también nos acostamos, pero en cuanto a mí no para dormir, porque de cuando en cuando en las cuchetas de los dos hombres se oían movimientos y ruidos que bien indicaban hallarse ellos despiertos, porque despiertos tenían que estar ya que difícilmente podían hallar postura por largo tiempo. La poca intensidad de luz que proyectaba el bombillo, que colgado del techo se balanceaba en el obscuro ambiente de la cueva donde vivíamos, sugirieron a mi imaginación, diversas reflexiones y malditos propósitos.

73


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.