Dos años frente al mastil

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Se concede una hora para comer, y entrada la noche las cubiertas se aclaran, se izan los botes y se ordena sentar a la mesa. A las ocho p.m. se apagan las luces, con excepción de la del compás, donde también está el barómetro, y entra de servicio la guardia de ancla. Estando fondeados, como se ve7 la tripulación dispone de noche de más libertad, porque los turnos de la guardia de ancla duran sólo dos horas, pero de día carece absolutamente de tiempo disponible; por esto la libertad que concede la guardia abajo en navegación para leer, remendar y lavar la ropa, sólo puede disponerse los domingos que generalmente se conceden. Algunos capitanes religiosos conceden libertad a sus tripulantes los sábados a la tarde, para que puedan lavar y remendar; en esta forma tienen libre el domingo. Esta franquicia es muy atrayente y por ella los marineros prefieren embarcarse con estos capitanes. Nosotros nos dábamos por muy satisfechos los domingos que no teníamos que trabajar, porque ocurría comúnmente que en esos días llegaban cueros a la playa por la mañana y teníamos que embarcarlos, operación que duraba casi medio día. Además, como ahora nos alimentábamos con carne fresca y comíamos un novillo por semana, embarcábamos el animal los domingos, después de matarlo y cuerearlo en tierra, operación ésta que interrumpía también las horas de libertad. Como se dilataban diariamente las horas de trabajo, cuando los cueros llegaban a la playa a horas avanzadas de la tarde, porque la tarea de ir a cargarlos y conducirlos a bordo, en gran parte, debíamos hacerla alumbrados solamente por las estrellas debiendo dejarlos bien estibados antes de comer. Pero todas estas pequeñas molestias de las faenas no habrían sido de importancia, porque transcurrían como acontecimientos comunes de la vida de mar, que todo marinero, que es hombre, acepta complaciente, por la incertidumbre que pende de la naturaleza y duración del viaje. Aquí estamos en un pequeño buque con poca tripulación en una costa semicivilizada, en los extremos de la tierra y con proyectos de permanecer durante un tiempo indeterminado, que podría ser de un mínimo de dos o tres años. Cuando zarpamos de Boston, suponíamos que el viaje podía durar ocho o diez meses hasta dos años cuando más, pero al arribar a esta costa, aprendimos algo más sobre los métodos de comerciar y de la escasez de cueros que íbamos a comprar, escasez que es mayor cada año que transcurre y que nos demorará por lo menos un año en completar el cargamento, sin contar el tiempo empleado en las travesías de regreso y el que emplearíamos en acumular el cargamento que debía embarcar otro buque mayor de la misma firma armadora y que no iba a tardar en arribar, al cual debíamos servir de ténder. Habíamos oído rumores de aue tal buque nos seguiría y de que su Capitán y primer oficial habían sido despedidos, pero los consideramos simules cuentos hasta nuestro arribo, donde fueron confirmados por carta de los armadores a sus agentes. El barco "California" perteneciente a la misma firma, había estado en esta costa, durante dos años, para completar su cargamento y actualmente se encontraba en San Diego esperando hacerse a la vela con destino a Boston en pocas semanas. Nosotros debíamos recolectar to-todos los cueros que pudiéramos y depositarlos en San Diego, que luego serían cargados en el anunciado barco en cantidad de cuarenta mil, con los cuales tendría completa la carga y emprendería el regreso. Después de esto, tendríamos que empezar a recolectar los cueros para nuestro barco. Como se ve, nuestra perspectiva era muy sombría en verdad. El "Logoda", barco más pequeño que el "California", cargaba sólo treinta y uno o treinta y dos mil cueros y había permanecido dos años procurándolos y nosotros que teníamos que obtener cuarenta mil, aparte de los doce o quince mil para el "Pilgrim" prolongaríamos ese término, porque se decía que los cueros escaseaban cada vez más. Este buque, que se nos había convertido en algo peor que el buque fantasma del holandés Van der Decke, porque en realidad no era fantasma imaginario sino real, por otra parte llevaba el nombre de "Alert" según se decía y era un conocido Indiaman (buque que comerciaba con la India) que se esperaba en Boston cuando zarpamos de ese puerto. No cabía duda, pues, de que esos rumores eran ciertos y ennegrecían nuestro futuro. Con este motivo, corrían voces a bordo de que nuestra permanencia en estas aguas duraría de tres a cuatro años.

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