Dos años frente al mastil

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que se comunican entre sí, y están amueblas con una o dos camas, varias sillas y mesas, un.espejo, un crucifijo y algunas telas pintadas encuadradas en vidrios, representando milagros o escenas del martirologio. Carecen de chimeneas o estufas, probablemente porque el clima no las exige. La cocina está instalada en una pequeña pieza separada de las de la casa. Los indios, como ya lo he dicho antes, son los que ejecutan la labor pesada de la casa, y en las mejores casas, siempre hay dos o tres de ellos para atender esas funciones. Los propietarios pobres apenas pueden disponer de uno, porque como hay que alimentarlos y proveerlos de un género ordinario y además un cinturón a los hombres y túnica sin zapatos ni medias a las mujeres, sus medios no les alcanzan para vestir a dos. En Monte rey hay un buen número de ingleses y americanos (se llama inglés a todo aquel que habla este idioma) que se han casado con californianas, habiéndose convertido previamente a la Iglesia Católica, y que han adquirido grandes propiedades y por ser más industriosos, más frugales y más emprendedores que los nativos, muy pronto han conseguido acapararse todo el comercio. Todos ellos poseen almacenes en los cuales depositan la mercadería adquirida a bordo de nuestros barcos, en grandes cantidades que en parte envían al interior del país en cambio de cueros, que luego negocian con nuestros buques. En cada pueblo de la costa hay extranjeros dedicados a esta clase de comercio y sólo recuerdo haber notado dos de estos comercios pertenecientes a nativos. El pueblo desconfía de los extranjeros, por esto no les permite una residencia permanente si no se convierten a la religión del país y, si se casan con mujeres nativas, deben dar a sus hijos la religión Católica Romana, nacionalidad mejicana y no enseñarles el idioma inglés, porque los harán sospechosos y si así lo hacen podrán hacerse populares y progresar. Los alcaldes de Monterey y Santa Bárbara eran yankees por nacimiento, yo no podía concebir a los hombres de Monterey, sino montados a caballo. Los caballos abundan aquí como los perros y los pollos, en Juan Fernández. No existen caballerizas donde alojarlos, se les deja sueltos pastando por donde les plazca. Todos están marcados y arrastran consigo una larga lonja de cuero llamada lazo, atadas al pescuezo y que sirve para agarrarlos. Los hombres comúnmente toman uno por la mañana, lo ensillan, lo enfrenan y lo montan, andando todo el día y lo desensillan a la noche, ensillando otro al día siguiente. Cuando hacen largas cabalgatas, ensillan uno y cuando este se cansa, lo desensillan y ensillan otro y así sucesivamente hasta llegar a destino. Creo que no hay en el mundo mejores jinetes que los mejicanos. Aprenden a montar a caballo cuando apenas tienen cuatro o cinco años de edad, y sus piernas apenas alcanzan a abrazar la mitad del cuerpo del animal y desde ese momento puede muy bien decirse, no desmontan más. Los estribos están cubiertos al frente para evitar heridas en los pies al cruzar los montes, las monturas son grandes y pesadas y se ajustan al cuerpo por medio de una cincha. AI frente la montura tiene un cabezal largo, a cuyo alrededor se enrolla el lazo cuando no está en uso. Difícilmente esta gente se traslada de una casa a otra sino lo hace a caballo, aunque las casas estén próximas. Al frente de todas hay un poste para atar el caballo. En los casos que deseen demostrar su habilidad, no usan el estribo para montar, sino que castigan el caballo, éste dispara y entonces saltan sobre él boleando la pierna, y una vez montados lo espolean y el animal arranca a toda velocidad. Las espuelas son instrumentos crueles, pues las rodajas tienen cuatro o cinco púas largas, toscas y oxidadas. Los ijares de los caballos casi siempre tienen heridas causadas por las espuelas, y he visto regresar a algunos, después de terminar un rodeo, con los caballos chorreando sangre. Frecuentemente dan exhibiciones para demostrar su habilidad en carreras, corridas de toros, etc., pero como no estuvimos en tierra durante esas fiestas no pudimos contemplarlas. Monterey es un lugar donde también se destacan las riñas de gallo, toda clase de juegos por dinero, los fandangos y varias otras variedades de diversiones y bribonadas. Los montaraces y cazadores, que ocasionalmente arriban procedentes de las montañas conduciendo valiosos cargamentos de cueros y pieles, generalmente se detienen en Monterey para divertirse y disipar todo el dinero y regresan después a sus pagos completamente fundidos. 59


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