Dos años frente al mastil

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Descendiendo desde la categoría más elevada se van encontrando pieles siempre más obscuras, hasta llegar a las de pura sangre india, que deambulan sin otro ropaje que un trapo arrollado alrededor de la cintura mantenido por un cinturón ancho. Hablando en general puede decirse que la casta de cada persona se reconoce por la calidad de su sangre, lo que es fácil de descifrar con una simple mirada. Sin embargo unas pocas gotas de sangre española en la sangre india son suficientes para elevar la calidad de la raza de siervo, mejoría que eleva la posición social y el derecho de usar vestidos, botines, sombreros, espuelas, un largo cuchillo, etc., y aunque toda esta vestimenta y accesorios presenten un aspecto de suciedad, se hacen llamar españoles y pueden adquirir una propiedad si tienen medios para ello. El cariño y afecto que las mujeres tienen al bien vestir es tan excesivo, que a veces las conduce a la ruina. El obsequio de un mantón fino, de un collar, o de un par de aros, basta para ganarse las simpatías de gran parte de ellas . Nada es más común que ver a una mujer en una casa de sólo dos piezas, con pisos de tierra, pero vestidas con lujo, calzando zapatos de raso cubiertos de lentejuelas, túnicas de seda, altas peinetas, aros dorados o de oro, si los tienen, y collar. Si los esposos no las visten como ellas quieren, bien pronto lo consiguen recibiendo obsequios de otros. Estas mujeres pasaban casi todo el día a bordo de nuestro barco examinando detenidamente los géneros y los ornamentos y hacían compras a precios que hubieran hecho abrir los ojos a las costureras y doncellas de Boston. Además del amor a los vestidos, fui sorprendido también por la hermosura de las voces y buena entonación del canto y habla con que están dotados ambos sexos. Cualquier rufián mal vestido y sucio, cubierto con sombrero gacho, envuelto en una frazada que oculta ropa interior inmunda y polainas destrozadas, me atraía por la elegante forma con que hablaba el español. Era un placer escuchar simplemente la entonación aue daban al lenguaie. y ese placer destruía por completo todo intento de crítica a sus defectos. Tienen en el lenguaie mucha cadencia criolla, que varía repentinamente cuando aceleran la conversación; parece entonces que saltan de consonante en consonante, hasta encontrar una vocal que les permita anovarse. en la aue descansan para retomar el ritmo. Las mujeres llevan esta peculiaridad de la conversación a un grado aun más exagerarlo que los hombres, que tienen más uniformidad y maiestad de expresión. Un simple arriero montado en su caballo, al entregar un mensaje, parece expresarse con la solemnidad de un embajador en una audiencia real. En resumen, esta gente se me presenta como integrantes de un pueblo maldecido, despojado de todo, menos de su orgullo, de sus maneras o modo de ser y de su conversación. Otra cosa que me sorprendió fué la gran cantidad de plata en circulación. Nunca en mi vida he visto tanta plata como la que vi en los días que permanecimos en Monte Rey. La verdad es que desconocen el sistema del crédito y operaciones bancarias, porque no hay bancos y no hay otra cosa en que invertir el dinero que el ganado. Fuera de la plata no existe otro medio circulante que los cueros, que los marineros llaman "billetes de banco californianos". Todo lo que se compra se abona con estos dos medios: plata o cueros. Los cueros los traen secos y doblados, cargados en carretas arrastradas por bueyes o a lomo de muía y el dinero lo conducen envuelto y atado en un -pañuelo, sea la cantidad medio dólar o cincuenta o cien dólares. No he estudiado español en el colegio y por esto no pude hablar una palabra en la isla de Juan Fernández; pero durante mi último viaje pedí prestado de la cámara una gramática y diccionario castellano y con empeño me puse a aprender este idioma. Con lo que aprendí en mi perseverante estudio dominé el vocabulario y fijándome en cada palabra que oía decir, pronto supe más español que cualquier otro de a bordo, los que en realidad no sabían ni una palabra, porque sólo habían estudiado latín y francés. Mis nuevos conocimientos llegaron a darme el título de gran 57


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