Dos años frente al mastil

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abierto a la punta. ¡Nye salió también! observó el capitán al primer oficial, y mirando hacia popa pudimos ver navegando también al pequeño bergantín goleta siguiendo nuestras aguas. Comenzó a soplar fresco, la lluvia se precipitaba ya y el cielo se obscureció, pero el Capitán no quiso reducir el trapo hasta no quedar bien claro de la punta. Tan pronto como la dejamos por la aleta, dio la orden de ascender a los mástiles a tomar dobles rizos al velacho y gavia, aferrar el trinquete y tomar dos manos de rizos a la cangreja mayor y así quedamos con el velamen que permitiera navegar confortablemente. En estos casos de escapar de los sudestes no queda otro remedio que mantenerse bien claro de la costa, y aguantarse con poco velamen esperando que pase el chubasco, que pocas veces duran más de dos días y otras se resuelven en doce horas, pero después el viento no ronda al S. hasta que se precipite una fuerte lluvia. "Guardia abajo" ordenó el primer oficial, pero esto originó una disputa sobre a cual de las dos guardias correspondía bajar a descansar. El primer oficial resolvió el caso, disponiendo que bajara aquella que estaba a sus órdenes, agregando que en otra ocasión análoga correspondería bajar a la nuestra. Permanecimos en cubierta hasta expirar nuestra guardia, el viento soplaba muy fuerte y la lluvia se precipitaba a torrentes. Cuando entró de servicio la otra guardia, acrbábamos de virar, manteniéndonos en una bordada, hacia tierra y al tomar nosotros nuevamente la guardia a las cuatro de la mañana, aún estaba muy obscuro y no soplaba mucho viento, pero llovía como creo que no he visto llover nunca. Vestíamos trajes encerados y sombreros suestes sin otra tarea a realizar que permanecer de pié y apoyados en cualquier cosa dejándonos caer el agua encima. En el mar no hay paraguas ni refugios contra la lluvia. En tanto ocurría esto pudimos avistar al Loriotte capeando con dos manos de rizos en el velacho, deslizándose ante nosotros como un fantasma. No se pronunciaba ninguna palabra y no se veía a nadie sobre cubierta, salvo el timonel. Por la mañana el capitán asomó la cabeza por el tambucho de la cámara, y dijo al segundo oficial que estaba de guardia, que observara si había signos de cambio de viento, fenómeno que ocurre generalmente después de las calmas con fuertes lluvias. Efectivamente pocos minutos después, comenzó a ponerse una calma absoluta hasta el punto que el barco perdió gobierno, la lluvia cesó, izamos la cangreja mayor, las mayores, braceamos en filo las vergas de popa y esperamos el cambio que se presentó breves minutos después, del noroeste y con violencia, es decir con rumbo opuesto de compás al que antes soplaba. Debido a las precauciones tomadas no fuimos abatidos, sino que corrimos en popa con las vergas a la cuadra. El Capitán subió a cubierta, hizo bracear algo el aparejo e hicimos rumbo al fondeadero. Con el cambio de viento, cambió también el estado atmosférico y en dos horas el viento se redujo a una brisa moderada y fija soplando a lo largo de la costa. Este viento por su regularidad durante gran parte del año podría denominársele un alisio. El sol se elevó brillante sobre el horizonte, establecimos juanetes, sobres y alas e hicimos proa hacia Santa Bárbara. El pequeño "Loriotte" quedaba a nuestra popa casi fuera de vista, pero no sabíamos nada del "Ayacucho" que poco después apareció detras de la isla Santa Rosa a cuyo reparo se había aguantado durante toda la noche. Nuestro Capitán estaba ansioso por llegar primero que él al fondeadero, porque nos acreditaría mucho en tierra haberlo vencido a pesar de su fama de ser el mejor velero del Pacífico Norte, aguas en las cuales era bien conocido por sus rápidas travesías desde hace más de seis años. Teníamos la ventaja sobre él que con el viento suave que soplaba podíamos mantener izado todo el paño en ambos palos, agregándose las alas en viento, mientras que el capitán Wilson no llevaba más paño que los juanetes y también sin desplegar sus alas cerca de la costa. Como el viento era sumamente suave mantuvimos las nuestras establecidas durante algún tiempo hasta que ambos debimos bracear el aparejo para bolinear después de remontar la punta y así nos encontró en sus aguas apartándose de nosotros hasta dejarnos por la popa. Nos dijeron después que habíamos navegado bien, con el viento bastante franco, mientras ellos tenían una bolina muy cerrada, pero que nos habrían pasado aunque hubiéramos poseído todo el velamen del "Royal George". 47


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