Dos años frente al mastil

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CAPÍTULO X UNA

SUESTADA

Después de la puesta del sol, la noche comenzó a teñirse de negro hacia el sud y el este, ordenándosenos mantener una activa vigilancia. Calculando que seríamos despertados, bajamos temprano y al despertarnos hacia media noche observé que un tripulante que acababa de terminar su guardia bajaba conduciendo un farol de brillante luz, y nos dijo que había empezado a soplar del sudeste, que el mar comenzaba a arbolar, de lo que había dado cuenta al capitán y como enseguida se echó vestido en su cucheta, me imaginé que se acostaba así sabiendo de ser llamado en cualquier momento.

Noté que el barco cabeceaba, y que aflojaba la cadena del ancla y luego se tendía haciendo vibrar al buque con violencia. Poco después sentí los tres golpes en la escotilla seguidos de la orden: "Toda la gente arriba, rápido para hacerse a la vela". ^Saltamos de las cuchetas en busca de la roña y medios vestidos, mientras el primer oficial por la escotilla nos ordenaba: "Apúrense v brinquen antes de que empiece a garrear el ancla" En un instante estuvimos en cubierta, y el capitán gritó al primero que llegaba: "Arriba ligero a largar las gavias". Mientras yo subía por los flechastes, vi que también habían largado los sobrejuanetes del "Ayacucho" y escuché los cantos de la tripulación con que acompañaban la maniobra de cazar las escotas y fué precisamente esto lo que decidió a nuestro capitán a imitar al "Viejo Wilson" del Ayacucho que tenía ya larga experiencia en la navegación por estas costas y que por lo tanto conocía bien los signos precursores del mal tiempo. Rápidamente largamos nuestras velas, quedando un hombre como de costumbre arriba de cada cofa para ordenar el aparejo y las maniobras. Los demás se ocuparon de cazar las escotas. Mientras estábamos en esto ya el "Ayacucho" se hallaba por el través de nuestra proa, con sus velas braceadas en filo y la proa cortando como cuchillo la mar. Sus mástiles apopados y su proa afilada, parecían la cabeza de un lebrel. Presentaba un hermoso aspecto en su conjunto, parecía un ave que asustada tendía sus alas en vuelo. Después que nuestros sobrejuanetes fueron bien cazados, se bracearon los penóles de las vergas para acuartelarlos, se izó la trinquetilla, se fondeó la boya de la cadena con orinque y listo todo a proa para filarlo en banda por ojo, fuimos a popa para largar el cabo de retenida que pasando por un escoben, estaba amarrado con una vuelta. — "¿Todo listo a proa?" — preguntó el Capitán. —"Sí, sí señor" —contestó el primer oficial. ¡Larga por ojo! —fué su respuesta—. La cadena del ancla hizo girar el molinete y escapó por el escoben y así como quedó nuestro barquito fondeado ahora por la popa comenzó a hacer caer su proa a sotavento impulsado además por sus velas de proa acuarteladas y a hacer fuerza sobre el cabo de retenida aguantado por la popa hasta que llegó el momento en que las velas empezaron a trabajar y dar camino al buque, escuchándose entonces la orden de "largar de popa". Instantáneamente se filó el cabo por ojo y el barco tomó arrancada, tan pronto como el velamen tomó viento franco braceamos al viento las vergas de proa y al ceñir el aparejo largamos el trinquete y la cangreja mayor y dejamos bien a popa nuestro fondeadero haciendo rumbo bastante

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