Dos años frente al mastil

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independencia al Perú y era de propiedad de un escocés llamado Wilson, bajo cuyo comando se hallaba y se dedicaba al comercio costero entre el Callao y otros puertos sudamericanos con los de California. Era un velero rápido, así se nos informó y lo comprobamos viéndolo navegar después.

Su tripulación la componían isletos de las Islas Sandwich. Fuera de este barco no había ninguna otra cosa que quebrara la superficie del agua de la bahía. Dos puntas se abrían formando los dos cuernos de la medialuna, una al oeste, baja y arenosa y a ella los buques deben darle amplio resguardo al salir de la bahía, cuando sopla el sudeste; la otra punta es alta, escarpada y boscosa; sobre ella se halla establecida una Misión llamada Santa Buenaventura, nombre que se le da también a la punta. En el fondo de la bahía directamente frente al fondeadero, está la Misión y pueblo de Santa Bárbara, levantado sobre un terreno llano poco más alto que el nivel del mar, cubierto de pasto, enteramente desprovisto de árboles y cercado por tres lados por un anfiteatro de montañas que se extienden a una distancia de quince o veinte millas. La Misión está situada más atrás del pueblo y la compone una gran construcción o más bien dicho una serie de construcciones, en el centro de las cuales se halla una torre alta provista de campanario con cinco campanas. El conjunto de la Misión está blanqueado y sirve perfectamente como demarcación para los buques que entran a la bahía para fondear. El pueblo está un poco más cerca de la playa, a media milla más o menos y la componen casas de un piso, construidas de arcilla secada al sol o de adobe, algunas de ellas blanqueadas, con techos de teja rojiza. Según mi cálculo son unas cien casas y en el medio de ellas se encuentra el presidio o fuerte, construido con iguales materiales aunque aparentemente de armazón más sólida. El pueblo está bien situado con la bahía al frente y el anfiteatro montañoso al fondo. Lo único que le resta belleza, es que esas montañas están desprovistas de árboles grandes pues estos se quemaron en un gran incendio que los destruyó totalmente hace una docena de años y no han retoñado aún. Ese incendio, según me lo describió un habitante, fué un terrible y al mismo tiempo magnífico espectáculo. El aire de todo el valle se había recalentado tanto que la población se vio obligada a abandonar el pueblo y establecerse provisoriamente en la playa durante varios días. 42


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