Dos años frente al mastil

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Todas esas cosas vuelven particularmente solemne la muerte en el mar y su efecto perdura algún tiempo entre la tripulación. El oficial se vuelve más bondadoso con el marinero, así como éste con sus camaradas. Hay más recogimiento y seriedad; desaparecen juramentos y carcajadas; el oficial está más vigilante y los marineros suben a la arboladura con más cuidado. Raras veces se menciona al desaparecido; el recuerdo se descarta con ruda apología de marinero: — "¡Bueno; se nos fué el pobre George! - Pronto se le acabó la campaña. -Conocía sus obligaciones y las cumplía bien. Era un buen compañero. — Luego salía generalmente a relucir alguna alusión relativa al otro mundo, porque el marinero es casi siempre creyente a su manera, aunque con nociones y opiniones vagas e indefinidas. Así por ejemplo: — "Dios no será duro con el pobre muchacho" —; y pocas veces pasaba de alguna frase simple, según la cual el maltrato y sufrimientos pasados a bordo deberían acreditarse en los libros del "Gran Capitán", ya que: ¡Trabajar duramente, vivir duramente, morir duramente, e ir después de todo esto al infierno, sería demasiada injusticia! Nuestro cocinero, viejo africano de buen corazón que en sus tiempos los había visto de todo color y tenía temperamento religioso (en tierra iba a la iglesia dos veces por día, y a bordo leía la Biblia en la cocina los domingos) , habló a los marineros sobre la profanación del Día del Señor, advirtiéndoles que a cada uno podía ocurrirle lo que a George, y que convenía estar siempre preparados. La vida del marinero, aun en su mejor aspecto, es mezcla de poco bueno con mucho malo, poco placer con mucho sufrimiento. Lo hermoso está ligado con lo repugnante, lo sublime con lo vulgar y lo solemne con lo ridículo. Las prendas del difunto. A poco de regresar a bordo con nuestra triste información se realizó el remate de las prendas del difunto. Previamente el capitán nos llamó a todos a popa y nos preguntó si estábamos satisfechos de que se había hecho todo lo posible por salvar al hombre, y si creíamos que convenía permanecer por más tiempo en el lugar. Todos respondieron que sería en vano porque el pobre no sabía nadar y además llevaba ropa muy pesada. Con esto se nos hizo retirar, y se braceó en viento al velamen. Las leyes de navegación responsabilizan al capitán de los efectos del marinero que fallece en la travesía, y es también ley o costumbre, regida por la conveniencia, que el capitán saque cuanto antes a remate dichos efectos; éstos se adjudican al mejor postor, y las sumas así ofrecidas se les descuentan del sueldo a los marineros para el final del viaje. En esta forma se evitan la molestia y el riesgo de custodiar los efectos durante la campaña, aparte de que las ropas suelen venderse a mejor precio que en tierra. En consecuencia, así que el buque estuvo en viento, se trajo a cubierta, frente al castillo, el cofre del difunto y comenzó la venta. Las chaquetas y pantalones que le habíamos visto muy poco antes fueron expuestas y debatidas cuando la vida apenas se le había extinguido, y la caja fué llevada a popa para depósito de artículos, así que muy pronto nada quedó de los objetos de su propiedad. Los marineros son poco afectos a usar la ropa de un difunto durante el mismo viaje, y pocas veces lo hacen salvo caso de imperiosa necesidad. Supersticiones marineras. Como suele ocurrir después de una muerte, se contaron muchas cosas relativas a George. Algunos le había oído decir que sentía no haber aprendido a nadar y que sabía que moriría ahogado. Otro afirmó que nunca podía esperarse cosa buena de viaje hecho contra la voluntad, y que George después de enrolarse y gastar el dinero de anticipo, por nada quería embarcarse, pero tuvo que hacerlo a falta de poder devolver aquella suma. Un muchacho que era muy camarada con George, dijo que éste le había hablado durante casi toda la guardia de la noche anterior acerca de su madre y de su familia, siendo esta la primera vez que tocaba ese tema durante todo el viaje. 26


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