Dos años frente al mastil

Page 22

Llegué bien hasta la escotilla, y había comenzado a bajar los peldaños cuando una ola enorme sacó la popa fuera del agua, y avanzando hacia proa la dejó luego caer, sacando los escalones de su quicio; llegué al rancho algo más rápidamente de lo que pensaba, con la gaveta encima, y toda la preciosa sustancia desparramada por el piso. Sea cual fuere la impresión abordo todo debe tomarse en broma, y si os llegara por ejemplo el caso de caer de la arboladura a la comba de una vela, salvándoos así de la muerte, estaría mal aparentar asustarse y lo tomarais en serio. Ballenas en el Pacífico. — Viernes lí de noviembre. — Estamos ahora bien al oeste del cabo y corríamos rumbo al norte todo lo posible, pues el fuerte viento del sudoeste nos echaría sobre la Patagonia. A las 2 de la tarde avistamos una vela por el través de babor y a las 4 lo reconocimos como buque con rumbo igual al nuestro y gavias con una sola mano de rizos. Para entonces nosotros habíamos largado rizos a las gavias y dado el juanete mayor, pues el viento, había aflojado algo. Así que nuestro capitán vio qué velas llevaba aquel barco —ballenero, al parecer por sus bates y velas cortas—, desplegó juanete de proa y petifoque, con lo que el otro avergonzado probablemente, largó los rizos de sus gavias; nada más pudo hacer porque había echado abajo prudentemente los masteleros frente al Cabo. Arribó hacia nosotros y a nuestra voz contestó ser el ballenero "New England", de Poughkeepsie, con 120 días desde Nueva York. El capitán dio nuestro nombre con el agregado de 92 días desde Boston; mantuvieron luego una pequeña conversación sobre longitud, sin llegar a convenir sobre la misma. El otro barco fué quedando atrás, pero continuó a la vista toda la noche. Por la madrugada el viento había caído mucho, cruzamos vergas de sobres y sosobres, y al aclarar llevábamos una nube de velas, inclusos ambos sobres y sosobres. El "spouter" ("resoplador") —que así llama el marinero al ballenero— había guindado el mastelerillo mayor y desplegado juanete, y nos señaló que nos pusiéramos al pairo. Hacia las siete y media se nos atracó su ballenera, y se trepó abordo el capitán Job Terry conocido en todo puerto y por todo barco del Océano Pacífico. "¿No conoce Vd. a Job Terry?; Yo creía que no hubiera quién no lo conociera", me dijo un novicio que venía en el bote, contestando a mi pregunta sobre su capitán. Era realmente hombre notable. Seis pies de altura; fuertes botas de cuero, saco y pantalones color marrón; salvo la tez tostada, carecía totalmente de apariencia marinera, y sin embargo llevaba cuarenta años de tráfico ballenero, y como lo dijo él mismo había poseído barcos, construido barcos y mandado barcos. La dotación del bote tenía aspecto rústico, como recién salida de la granja, o, según el dicho marinero, "con cebada todavía en el cabello". El capitán Terry convenció al nuestro de que nuestra estima estaba un tanto equivocada, y después de pasar el día a nuestro bordo, se embarcó en el bote al ponerse el sol para volver a su barco, que había quedado seis u ocho millas a popa. Mientras estuvo con nosotros comenzó un "palique" que duró más de cuatro horas, con pequeñas intermitencias. Todo se refería a él mismo y al Gobierno del Perú, a la fragata "Dublin"y su capitán lord James Townsend, al Presidente Jackson y al barco "Ann M'Kim" de Baltimore. Probablemente nunca lo habría terminado a no soplar una buena brisa que le obligó a volver a su bordo. Uno de los marineros que vino en el bote, muchacho de aspecto enteramente campesino se interesó muy poco por buque y aparejo, sólo se ocupó de ver los animales que llevábamos, especialmente el corral de cerdos y se manifestó ansioso por terminar el viaje para ir a cuidar los cerdos de su padre. La dignidad del timonel de bote ballenero. —Un curioso caso de dignidad ocurrió en la oportunidad. Parece que en los balleneros existe una categoría intermedia llamada "timoneles de botes"; uno de éstos vino en el bote del capitán Terry, pero creimos que era el patrón del bote y por lo tanto simple marinero. En el ballenero

22


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.