Artigas, El Mar y los Rios

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Se puede estimar, sin embargo, que Baltimore –por excelencia- acaparó el movimiento corsario, ayudado por su posición geográfica, cerca de las rutas del comercio español y de las fábricas de municiones que la guerra de 1812 había desarrollado en los estados centrales del Atlántico. Los más arriesgados capitanes se habían hecho a la vela desde este puerto: Thomas Boyle, John Dieter, Daniel Chayter, James Chayter, James Barnes, John Danels, John Clarck, Joseph Almeida, son algunos de los más conocidos y muchos de ellos estaban afincados en Baltimore (de la misma forma en que la mayoría de los buques estaba patentada allí). Estos veteranos de la guerra, al igual que sus oficiales principales, se plegaron a la causa artiguista no sólo por razones económicas sino también por afinidad ideológica. Por otro lado, el hecho de que Baltimore hubiera sido uno de los puntos principales de armamento de corsarios durante la guerra, lo hacía también menos permeable a cualquier legislación que intentase preestablecer normas a la actividad marítima. Existía en esta ciudad un importante número de comerciantes de renombre, como David de Forest, W. G. Miller, Zimmerman, Lynch y Ca., a los que luego siguieron muchos capitalistas locales que dominaron finalmente la empresa del corso que, juzgada al borde de la legalidad, apostaba a que sus entretelones fueran lo menos claros posible. El grupo más importante de comerciantes empeñados en el corso de Baltimore era conocido como “Consorcio Americano” (nombrado a veces como el “Viejo” o “Nuevo Consorcio”, pero con integrantes conocidos y repetidos en uno y otro). Los puertos nombrados al principio de este apartado recibieron una gran afluencia de presas porque sus denuncias eran seguras y por la fácil colocación de las mercaderías requisadas, en particular en Baltimore. Es de hacer notar que en Estados Unidos no existieron Tribunales de Presas ni Cortes de Almirantazgo, pero las presas eran llevadas a juicio, siendo juzgadas como en otras materias de derecho marítimo.

LA SITUACIÓN PLANTEADA DESDE 1817 El corso fue para el caudillo oriental el medio más eficaz para hostilizar al invasor portugués. La Banda Oriental había enarbolado su estandarte y, jurada su independencia, pidió su reconocimiento al soberano Congreso.

Las pruebas de soberanía concretas fueron la

expedición de patentes de corso y el tratado de comercio con Inglaterra (que buscaba no quedarse atrás después de los vínculos logrados con Estados Unidos), firmado en Purificación el 8 de agosto de 1817. La opinión europea se sorprendió ante el reconocimiento de un caudillo sudamericano insurreccionado que se proclamaba independiente, mientras el General Artigas, en base a las ventajas jurídicas logradas, implementó el medio legal que capacitaría a su pueblo para presentar oposición al invasor. El ataque a su enemigo se dirigió a un punto neurálgico: el comercio, destruyendo con el corso sus vías de aprovisionamiento y comunicación en el mar.

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