Artigas, El Mar y los Rios

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Se ha expuesto anteriormente que en función de su validez legal, el corso estaba escrupulosamente reglamentado y, por supuesto, el que estableció el General Artigas se atenía a todas las disposiciones. El documento por el que se regían las partes involucradas se conoció como la “Ordenanza General de Corso” o “Instrucciones de Corso”, que constó de 18 artículos bajo el encabezado “Artículos de Instrucción que observará el Señor Comandante del Corsario nombrado, según el Estatuto Provisional de Decretos y Ordenanzas de esta Provincia Oriental”. A este documento, que regulaba la conducta general, se agregaban tres más, conocidos en conjunto como “Letras Patentes”. La Patente de Navegación, que era expedida por el gobierno o Jefe de Estado al buque, autorizándolo a usar su pabellón. Se individualizaba por esta documentación la nave y se acreditaba su nacionalidad. La Patente de Corso –dentro de los límites encuadrados por la ”Instrucción General”refrendaba la autorización dada por el Jefe de Estado para ejercer el derecho de apresar las naves de la nación –o naciones- enemiga. Se designaba por este medio al corsario y se le autorizaba el ataque a dichos navíos. La Patente de Oficial de Presa atendía al buque capturado y su conducción a puerto seguro.

Se otorgaban varias patentes a distintos oficiales del buque, previéndose que se

harían varias capturas. La nave enemiga apresada debía ser llevada –por el oficial nominado en la patente, debidamente documentado- a los puertos nacionales, donde el Tribunal de Presas declararía si era “buena presa”; en otras palabras: si el proceso de apresamiento había sido efectuado de acuerdo a la reglamentación. La presa podría ser también derivada a puertos amigos donde se sabía que los jueces competentes declararían la validez y legitimidad de la captura. Estas “Letras Patentes” que sustentaron al corso artiguista fueron otorgadas en el período ubicado entre 1817 y 1820, siendo el principal “distribuidor” el citado Cónsul estadounidense.

LOS BUQUES Las goletas de gavias, que fueron los buques utilizados más usualmente en el corso, se construían en los famosos astilleros de la bahía de Chesapeake y en las riberas del río Delaware. Los astilleros se habían especializado, desarrollando y perfeccionando las naves más adecuadas para la actividad corsaria, casi rasas, con muy poca obra muerta, eslora muy superior a la manga, escaso puntal, livianas, de entre 100 y 500 toneladas, con importante superficie vélica pero sencillo aparejo –como goletas o bergantines- cualidades todas que se unían para dotarlas de la facultad de desarrollar una velocidad superior a la ordinaria. Los mismos fueron conocidos más tarde como los famosos “Baltimore clippers”; sus cruceros rápidos y arriesgados persiguieron sin cuartel a las poderosas naves que con ricos

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