Artigas, El Mar y los Rios

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conservarla. El resto del país, pese a todo, era Oriental y la invasión, materialmente, se había detenido en Montevideo. Su éxito era solamente local. La realidad, se denota en claros ejemplos. El Generalísimo portugués a menos de un mes de tomada la capital de la Provincia Oriental, debió dictar un bando amenazante y tremendo por sus consecuencias por el que calificaba a las partidas de milicianos Orientales que rodeaban la Ciudad, y bloqueaban sus comunicaciones con el interior, estableciendo un verdadero sitio a la Plaza, de “Salteadores y perturbadores del sosiego público”. “Cuando las partidas enemigas después de hacer algún crimen no pudieran ser aprehendidas, se harán las más rigorosas represalias a las familias y propiedades de los jefes comandantes de esas partidas, para cuyo fin saldrán fuertes destacamentos del ejército portugués que quemarán sus haciendas y escoltarán sus familias para a bordo de la escuadra”. El Jefe de los Orientales y no las autoridades intrusas, pese a sus Proclamas, era el Gobierno legítimo de la Provincia Oriental. La personalidad independiente de ella, se mantenía en Purificación, sede de su Gobierno, donde flameaba el pabellón tricolor del Protectorado. Allí se organizó la defensa del territorio, la resistencia oriental luego de cada revés y desde allí, y pese a todas las traiciones, se seguía protegiendo, apoyando y salvando la autonomía y la libertad de las Provincias de los Pueblos Libres. Dispuesto al cierre por el invasor portugués de los puertos de la Liga de los Pueblos Libres al exterior, paralizada la exportación y la importación, afectados muy importantes sectores económicos, quedaban las provincias del Litoral, en una situación de muy grave comprometimiento. Al no poder colocar su producción, al sobrevenir por consecuencia, la asfixia económica, se corría un gravísimo riesgo político: el de que el peso de la crisis, redundara en un probable y posible resquebrajamiento de la unidad del sistema económico de los Pueblos Libres, propiciando el distanciamiento de algunas de las provincias de la Liga. Audazmente el Jefe de los Orientales tomó la iniciativa y el 8 de julio de 1817 se dirigió al Comandante de la Escuadra de Inglaterra en aguas del Río de la Plata, Comodoro William Bowles, expresándole que abría los puertos al comercio, asegurando la libre navegación de los ríos y su libre acceso a los puertos orientales, solicitando que a los efectos de establecer las garantías correspondientes, se sirviera designar un Oficial “de su mayor confianza”.

Fue

designado entonces el Teniente de Navío Edward Frankland, quién reunido con Artigas, estructuró el Convenio que fue firmado el 8 de agosto de ese año 1817. El texto del Convenio es escueto y concreto, cubriendo evidentemente, las esperanzas, las necesidades y las seguridades de las partes contratantes. El texto original no fue ubicado hasta ahora y para su estudio se utilizaron las numerosas transcripciones que del mismo se hicieron. Sin embargo, emanado de la Secretaría de Gobierno de Purificación, existe un paralelo, el único documento “auténtico y legítimo”, se trata de la Circular, ordenada por el Jefe

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