Artigas, El Mar y los Rios

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Con su actitud, Artigas se adelantó en 40 años, a la posición de derecho que, en el Congreso de París, sostendrían, Estados Unidos, México y España; reivindicando, para el pueblo oriental, su derecho a atacar y destruir en el mar la propiedad del poderoso enemigo que lo acometía. Los medios con que el Jefe de los Orientales contaba no estaban a la altura de tamaña acción ofensiva; era necesario buscarlos donde los hubiese. Pese a esta acción, era necesario, buscar ayuda afuera, en el extranjero, y Artigas lo sabía. Entró en contacto con Thomas Lloyd Halsey, el agente consular de los Estados Unidos, quien llegó a Purificación y ajustó con el Protector acuerdos de carácter comercial y, lo que es más interesante, en el aspecto internacional. Halsey tenía a su gobierno al tanto de la conducta y de los principales políticos del Jefe de los Orientales. Dándole toda la trascendente importancia que tenía el suceso, aprovechó Artigas la oportunidad para hacer llegar al Presidente Monroe, en carácter de Jefe de Estado, a otro de su misma clase, su salutación. El oficio está fechado en Purificación el 1° de setiembre de 1817: “Excelentísimo señor: Ya tuve el honor de comunicar privadamente con Mr. Thomas Lloyd Halsey, Cónsul de los Estados Unidos en estas provincias, y debo felicitarme de un suceso tan agradable. Le he ofrecido todos mis respetos y servicios y aprovecho esta oportunidad favorable para presentar a V.E. mis más cordiales respetos. Los diversos sucesos de la Revolución no me han permitido hasta ahora combinar este deber con mis deseos. Ruego a V.E. quiera aceptarlos, ya que tengo la honra de ofrecerlos con la misma sinceridad con que lucho para promover el bienestar público y la gloria de la República. A su sostén se dirigen todos mis esfuerzos y los de millares de mis ciudadanos. Que el cielo escuche nuestros votos. Si aún fuere, renovaré a V.E., aún más calurosamente, mis consideraciones”. Aprovechando la oportunidad, Artigas y Halsey ajustaron los medios que permitirían al protector darle a la medida dictada en Purificación la enorme dimensión a que estaba destinada. Halsey, a su regreso a Buenos Aires, llevó las patentes de corso que, junto con el mensaje a Monroe, irían a los Estados Unidos. Halsey sería quien gestionaría los barcos y los hombres que desgarrarían el tráfico portugués. De puertos estadounidenses, principalmente de Baltimore, zarparon los buques corsarios de Artigas, antiguos mercantes, veleros de comercio o negreros, armados en guerra, y que quedaran ociosos al fin de la última contienda de EEUU con Inglaterra (1812-1815). Tan amplia fue la actividad corsaria en el espacio y en el tiempo que todavía en 1846, más de 25 años después de desaparecido el caudillo oriental del escenario rioplatense, la cancillería uruguaya negociaba con la de los Estados Unidos la liquidación de problemas suscitados por los apresamientos efectuados.

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