Artigas, El Mar y los Rios

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juradas. Si se trataba de un corsario que se aparejaba para hacerse al mar, se presentaban las pruebas obtenidas por el último conducto al Administrador de la Aduana, y se solicitaba que se iniciara la investigación pertinente, paso previo a la acusación judicial, por violación de la Ley de Neutralidad. Si por el contrario se trataba de un barco español apresado y llevado a puerto, el Cónsul querellaba en los tribunales demandando al apresador por daños, exigiendo la devolución del bien y acusando al corsario de piratería. De esta manera, en Baltimore. por ejemplo, se vieron sometidos a juicio varios capitanes artiguistas, entre ellos Daniels, Taylor, Chase, Barnes, etc. El celo que pusieron de manifiesto los funcionarios españoles, en este período, solicitando reparaciones, exigiendo satisfacciones y, por otra parte, la actitud del Ministro que, por todos los medios a su alcance, procuró poner en violencia al Poder Ejecutivo, con el ánimo de lograr el triunfo de sus, propósitos, generaron la antipatía de la opinión pública, la cual culminó con una moción, presentada al Congreso, solicitando el traslado del diplomático español. Paralelas a las reclamaciones de los españoles se desarrollaron las de los portugueses. El Ministro de este país, José Correa da Serra, por su investidura, era sacerdote, y por su autoridad como Botánico, internacionalmente reconocida, gozaba de gran prestigio entre los hombres de gobierno norteamericano. Usó de su prestigio personal, poniéndolo al servicio de su país. Amigo personal de Monroe, y de otros políticos de primera fila, su influencia era mucha a principios del período del corso. Cuando las presas de los corsarios de Artigas, empezaron a entrar a los puertos de la Unión, cuando se vio afectado el tráfico comercial atlántico, cuando de los puertos de la costa oriental, salieron armados y tripulados por americanos, con Patente de Artigas, utilizó su influencia para obtener, para Portugal, toda clase de satisfacciones. Utilizando medios distintos de los que usaron los españoles. Correa da Serra, inició una larga serie de reclamaciones, que culminaron cuando en Baltirnore se armaron nuevos corsarios. La protesta del Ministro fue planteada haciendo constar que los armamentos se llevaban a cabo en forma pública, apenas disimulados bajo la faz del tráfico comercial, pretexto, como manifestó "…bastante estimado por algunos para ocultar a los culpables, del efecto de las insuficientes leyes actuales…". Bajo este concepto, dedicó toda su actividad y toda su influencia, a lograr una enmienda a la ley vigente desde 1794, sobre Neutralidad de los Estados Unidos, ley con fallas evidentes, que el movimiento corsario había tenido la virtud de poner en evidencia. La Cámara de Diputados de los Estados Unidos estudió un proyecto tendiente a subsanar las lagunas de la legislación en vigencia y a dotarla de penalidades tales, que vedara el ejercicio del corso. La influencia de Correa da Serra fue notable durante todo este proceso, llegando hasta ser oído por la Comisión que estudiaba la enmienda, ante la cual expuso cómo se armaban los corsarios por ciudadanos americanos, cómo se obtenían las patentes y cómo se comerciaba con las mercaderías apresadas. Del proyecto, tuvo especial andamiento todo cuanto se refería al armamento de los corsarios, en puertos de la Unión. Esta transgresión se sancionaba con la pena de diez años de prisión y diez mil dólares de multa, facultándose a los recaudadores de los Puertos a detener todo barco manifiestamente

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