Artigas, El Mar y los Rios

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Démosle rienda al sentimiento, En esta carrera del alma, Que así nuestro pensamiento, Peleará con las nubes, sin arma.

Pasemos luego al contrapunto: Todavía soy payador: No cambio el arpa por el mundo, Ni por el oro mejor.

Solo envidio sus pinceles, Pues sólo trazo garabatos: Aunque los colores de Apeles Los distingo como los gatos.

Fue en esa quinta donde lo visitó su hijo José María en el año 1846, <<por su conducta y virtudes ha sabido captarse el aprecio y la estimación de todas las personas... El Presidente de la República, el honra y favorece con su amistad y benevolencia. Generosa y repetidas ofertas le han dirigido, pero incapaz Artigas de ser demasiado gravoso, ni de abusar de la bondad de sus bienhechores, se limita a lo más indispensable a la vida. Se mantiene robusto, sano y ágil para todo. Conserva un caballo zaino, que llevó de esta banda y cabalga aún a pesar de sus 78 años>>. Artigas, el Patriarca de la democracia en el Plata, no quiso comprometerse con ninguno de los partidos que pugnaban por detentar el poder. Por esta razón no aceptó ni las propuestas del general José María Paz ni las de Eduviges Gutiérrez, enviado por Juan Manuel de Rosas. Si Artigas hubiese regresado a la Banda Oriental, tendría que haber tomado una posición con respecto a alguno de los dos partidos en pugna y, en tal caso, su nombre habría sido invocado por un solo partido, eclipsando los méritos ganados como Prócer de todos los pueblos del Plata. Cuando el Gobierno del Paraguay supo que Artigas no aceptaba la propuesta de regresar a su tierra natal, ofreció al comandante de Curuguaty en los siguientes términos: <<Dirá Ud. A D. José Artigas que hemos tenido en consideración su resolución de concluir el resto de sus días en esa Villa en lugar de verificar el regreso que se le ha propuesto a su país con el objeto de facilitarle cuando gustase verificarlo y , en consecuencia, le atenderá Ud. En cuanto exijan sus circunstancias y llegado el caso de su fallecimiento se le hará los honores fúnebres correspondientes>>. Posteriormente los cónsules evitaron otro oficio para especificar que clase de honores fúnebres debían rendirse en el caso de fallecimiento de Artigas. La salud del prócer era tan buena que no sólo pudo trasladarse de Curuguaty a Ybiray sino que desde allí visitaba a sus amistades en Trinidad, en la Recoleta y en Asunción.

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