Artigas, El Mar y los Rios

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ambigua del Directorio, determinó a éste, a perjudicar a los corsarios orientales, rechazando sus denuncias de buena presa y haciendo devolver, éstas, a los reclamantes. Los corsarios en su gran mayoría eran americanos, y, en vista de la imposibilidad de lograr en Buenos Aires que se reconociera su derecho, resolvieron llevar sus presas a los puertos de la Unión. Por otra parte ya llegaban allí, las patentes que desde Buenos Aires enviaba el Cónsul Halsey. De Charleston, Boston, Newport, y, especialmente de Baltimore, salían de continuo corsarios, que en sus cruceros alcanzaban el Río de la Plata, empleando solamente cincuenta días en unir aquellos puertos con el de Colonia o Buenos Aires. Fue tan intensa la actividad de estos corsarios y tantos los intereses afectados, que los ministros de España y de Portugal, protestaron enérgicamente ante el gobierno de los Estados Unidos. Este se vio obligado, por las necesidades de orden internacional, a sancionar una legislación que afectó su prestigio y sus intereses. La Ley de Neutralidad fue sancionada en marzo de 1817, y en los meses que siguieron los corsarios que arribaron a Baltimore y a los otros puertos, sufrieron dificultades tales que los obligaron a, buscar otros lugares de estación y nuevos mercados para colocar los productos de sus actividades. Llevaron, entonces, sus presas a las Antillas, particularmente a las Islas de Barlovento y, después, a Margarita, una vez instalada en ella la Corte de Vice Almirantazgo en Juan Griego. La zona del corso se extendía, desde principio: del año 1818, en un ancho campo que puede ser determinado mediante una serie de puntos notables: en el hemisferio norte, Baltimore, Bermudas, Azores, Finisterre, el litoral hispano-portugués hasta Gibraltar, pasando luego por Madeira, Canarias y Cabo Verde; en el hemisferio sur, se iniciaba en el Río de la Plata, seguía el litoral Atlántico de la Provincia Oriental, el de Brasil hasta Cabo Blanco, yendo a cerrar el circuito en Cabo Verde. Esas zonas, por otra parte, estaban determinadas por las grandes rutas del comercio español y portugués. Los corsarios que actuaban en la zona del Atlántico del norte, enviaban sus presas a las Indias Occidentales y a Margarita. En las primeras principalmente a Guadalupe, San Bartolomé y Santo Tomás. En la Isla de San Bartolomé, Gustavia, fue una de las plazas preferidas por los corsarios, en ella se disponía del producto del corso en forma sumaria, adquiriendo, así los negocios una actividad extraordinaria. Otros corsarios usaron, con el mismo fin, la Isla Amelia, y, aún el Puerto de Galveston, en el Golfo de Méjico. Esa fue la con secuencia directa de la política observada en Buenos Aires y de la aplicación, cada vez más estricta, de la ley de Neutralidad, en los Estados Unidos. La importancia de estas zonas intermedias se hizo, más notable aún, en los años 1819 y 1820, pues constituyeron los lugares de estación casi exclusivos. La vecindad de los puertos americanos originó la formación de un tráfico muy intenso de las Antillas al continente, el cual se alimentó, permanentemente, con los productos del corso. Las mercaderías entradas por esta vía a los Estados Unidos totalizaron un valor que podía calcularse en millones de dólares.

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