Artigas, El Mar y los Rios

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portugueses. El ha descubierto demasiado los intereses de aq.l Gob.no. B.s A.s no toma parte en nuestra defensa…". Organización de la Campaña Atlántica Pese a la actividad que dejamos reseñada, no escapaba a la previsión de José Artigas que los medios eran exiguo, que era necesario buscar ayuda afuera, en el extranjero. Estaba en contacto con Thomas L. Halsey, representante consular de los Estados Unidos. Éste llegó hasta el Hervidero y allí, ajustó con el Protector, acuerdos de carácter comercial y, lo que es más importante de carácter internacional. El acuerdo permitió dar a la autorización de corso dictada en Purificación, la enorme dimensión a que estaba destinada. Mr. Halsey a su regreso a Buenos Aires, llevó las patentes de Corso, que debían, de acuerdo con lo convenido, ser enviadas a los Estados Unidos. Halsey sería quien proporcionaría los barcos, los hombres, quien pondría en manos de Artigas, el arma acerada que desgarraría el tráfico portugués. Los marinos de Estados Unidos, principalmente los de Baltimore, acudieron al llamado del hombre bajo cuya ancha bandera cabían sólo los libres y los valientes.

De los puertos

norteamericanos salieron los barcos corsarios de Artigas, antiguos mercantes, veleros de comercio convertidos en barcos de guerra. Estos corsarios que se batieron bajo el pabellón de Artigas, tuvieron una técnica y características especiales. Exigía barcos andadores, buenos orzadores, capaces de hacer el mayor camino contra el viento, lo que permitía a los capitanes, caer al abordaje o ponerse a salvo si el enemigo los superaba en poderío. Requerían capitanes de iniciativa y audacia probadas, que arrastraran a las tripulaciones al combate y al abordaje, y lo que era más importante someterlas a una relativa disciplina. Las marinerías eran una mezcla de hombres de todas las naciones, pero

principalmente

ingleses y norteamericanos. Debemos decir en su honor que fueron dignas del fin propuesto y que jamás flaquearon. Tales fueron los elementos y los procedimientos que fueron puestos al servicio de Artigas, para llevar a cabo su obra por la autonomía del Río de la Plata y para la destrucción de las flotas, mercante y militar de Portugal. Reglamentación Para que el corso Artiguista tuviera todo el valor legal necesario, debió ser reglamentado, articulado, a los efectos de determinar escrupulosamente los derechos y deberes de cada una de las partes. La reglamentación de corso aprobada en Purificación, es sin duda alguna, uno de los rasgos más brillantes de ese original caudillo que fue José Artigas. Demuestra, allí, un dominio de derecho de gentes que sorprende. Esgrime los principios del derecho internacional público para reglar su actitud, en las relaciones con los otros pueblos, con la soltura y prestancia del verdadero campeón que fue. De aquella Cancillería de Purificación, salió la Ordenanza General del Corso. Documento justo, ecuánime, equilibrado, fue el que rigió como ley, la actividad de los corsarios

desde el año 1816 hasta que Artigas, confinado ya en el Paraguay, había

desaparecido del escenario político del Río de la Plata.

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