Artigas, El Mar y los Rios

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Baltimore que expresa: “.... El General Artigas, el jefe patriota en Paraguay (SIC), mantiene bloqueado a los portugueses en Montevideo y los castiga cada vez que ellos se arriesgan a salir de sus fortificaciones ....”. En el área, el esfuerzo realizado fue precisamente dirigido a la negación de los puertos de ultramar para quitar basamento jurídico a la actividad corsaria; ello por parte de Lecor. Por

parte

del

Director

Supremo

Pueyrredón

fue

colaborar,

muchas

veces

desembozadamente, con el Gobernador portugués de Montevideo y su política, en base a una neutralidad benévola, motivado entre otras causas, aunque si la más importante, por el temor que el ejército imperial pasara a la margen oeste del Río Uruguay. Además, esta fue la época pico, diríamos, de la que Juan Bautista Alberdi, contradiciendo afirmaciones de Mitre expresara: “.... Se sabe que hay dos Artigas: el de la leyenda creada por el odio de Buenos Aires y el de la verdad histórica…Este último Artigas es un héroe ....”.

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Halsey desde Buenos Aires otorgaba las patentes de Corso obtenidas de Artigas firmadas en blanco; en la ciudad, o enviándolas a Baltimore e incluso a Inglaterra, a partir sobre todo de la caída de Colonia en 1818 (antes lo había hecho en Montevideo en 1817, y con anterioridad en la isla Gorriti). Esta actividad del Cónsul, le ganó la enemistad de Pueyrredón y de Lecor, ésta casi visceral. Ambos, en forma más o menos concertada, lograron que a mediados de 1819 fuera relevado. Lecor, por intermedio de su Cancillería en la Corte de Río, y Pueyrredón por oficio al Presidente Monroe, dándole, por “ingerencia en los asuntos internos”, 24 horas para ir a alguno de sus barcos en la bahía de Buenos Aires y desde allí arreglase sus asuntos para retirarse definitivamente del Río del Plata; informándole en la nota a Monroe, entre otras cosas: “…. aún con el jefe de los anarquistas Don José Artigas, entró en convenios sobre Corsos, que debían comprometer a estas provincias de mi mando con el resto de las Naciones ....”. Acusado pues, Halsey, entre otros, del negociado de las patentes, llega al Departamento de Estado por intermedio de un general de apellido Smith, un juego completo de documentación corsaria firmada en blanco, que había sido enviada a un comerciante de Bristol, de apellido De Wolfe, todo por lo cual fue separado del cargo, según expresa Beraza, citando, a las “Memorias de John Quincy Adams”. Se probó también en la ocasión que Halsey percibía el 5% del producido de las presas en las que había sido intermediario para la obtención de la documentación. Pueyrredón sabía de este tema pues, como también dice Beraza, ahora citando a dos historiadores norteamericanos; “.... Martín Thomson, el cónsul de las Provincias Unidas ante los Estados Unidos, fue exonerado por proceder de esta manera, resolución que el Directorio comunicara oficialmente a Monroe con los pormenores de la causa; pero debemos manifestar que quien lo sustituyó, De Forets, que en Buenos Aires había sido ya corsarista de nota, continuó con la misma práctica que adquirió bajo la dirección de 62 63

Boletín Histórico Nºs. 132-135 del Estado Mayor del Ejército; Montevideo; 1972; pg. 172. BERAZA, Obra Citada.

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