Artigas, El Mar y los Rios

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Esta tesis es provisoria, sin oficialismo, porque en otros 10 años, habrá más trazas, más conocimiento. El Archivo Artigas no concluyó, y los historiadores no descansan. Carlos Quijano a mediados de la década del sesenta, (20 junio 1964, al Bicentenario) conocedor de un artiguismo diferente, el de la celebración del Reglamento de Tierras del XV, cuando lógicamente se deslumbraba con un velo que se iba descorriendo, seguía influido por Rodó, y mantenía esencias, posibles porque la Historia es también una percepción de ellas, titulaba en el semanario montevideano que dirigía, El hombre solo . Terminamos esta conclusión con unos segmentos de ese editorial:

El pasado es él; la respuesta que reclama el presente, está en él; en él, está el futuro.

Durante todos los días y todas las noches de estos ciento cincuenta años, mientras sus huesos se convertían en polvo, el sol y las estrellas, los cielos y los suelos americanos, han visto la pompa triunfal de quienes lo negaron, de quienes lo traicionaron, de quienes lo escarnecieron. La historia del pasado siglo y medio es, con parciales y/o transitorias rectificaciones, la historia del antiartiguismo.

Otros hubieran querido explicarse y justificarse. El, en su recóndito ostracismo, no. Ni se explicó ni se justificó. Después de haber librado batalla, calló. Ese su augusto silencio no tiene paralelo ni ejemplo.

Una crucifixión que duró treinta años.

Cristo a la jineta, él sí.

Nuestro Cristo a la jineta, que, en su inmenso desamparo, luego de mostrarnos cómo se combate, nos enseñó cómo se espera.

ÉL ya había sido también para Rubén Darío. ¿Para quién no?

NOTAS

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