Aportes a la historia de la marina de guerra nacional ROU

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revolucionario emigrado en Buenos Aires, hombre de gran imaginación y que fracasaba en el terreno de los hechos como lo tenía probado en los sucesos de la Unión. Más escasas todavía son las fuentes bibliográficas coloradas, representadas por relatos de una prensa que miraba con poca simpatía la causa gubernista, sin pensar que en aquellos terribles días, el triunfo del partido estaba solidarizado con el Gobierno. La verdad es, que todo lo que sabemos hasta ahora, salvo alguna excepción, sobre el apresamiento de la cañonera "General Artigas", ha sido relatado por la gente de "afuera", pero hoy se le oirá narrar por la gente de "adentro", vale decir, por los tripulantes del mismo buque. Estallado el movimiento revolucionario de 1897, siendo Presidente de la República Dn. Juan Idiarte Borda, la "Artigas" fué destacada en misión de vigilancia, a las costas del litoral uruguayo. Este buque, en ese entonces, se encontraba en muy precarias condiciones de navegabilidad, pues los tubos de su caldera se hallaban muy deteriorados, al extremo que sólo utilizaba para navegar una de sus dos calderas, desarrollando una velocidad tan reducida, que en muchas ocasiones, cuando se veía precisada a hacer un recorrido un poco largo, de Palmira a Fray Bentos, por ejemplo, lo hacía a remolque de los vaporcitos "Vigilante" o "Chapicuy", adscritos a su servicio de vigilancia en Nueva Palmira, punto de estación obligado de la Cañonera. Era obedeciendo a estas causas, que el personal de abordo, se había reducido en Oficiales y Marineros, por haber pasado algunos, a continuar sus servicios en los citados vaporcitos, y en otros vapores de la escuadrilla. Para escribir sobre este asalto de la "Cañonera Artigas", he prescindido en absoluto, de toda sugestión , como podían ser, las crónicas de los diarios de la época o los folletos que he mencionado, concretándome únicamente a mis recuerdos de aquellos días, alguna documentación oficial y a las referencias personales que en múltiples ocasiones me hicieron los mismos actores del hecho. Comandaba la cañonera, el Teniente Coronel de marina Luis Risso, teniendo como segundo Comandante al Capitán Ramón Tajes. El cuerpo de Oficiales, lo componían el Teniente 1º Juan B. Suburú, el Teniente 1º Enrique Gradín, el Teniente 2º Emilio Dominguez, el Subteniente Antonio Mitre, y los del mismo grado Carlos Tiscornia y Máximo Santos, este último en comisión en Europa. De esta plana Mayor del buque, sólo habían quedado abordo, el Comandante, el 2º Comandante y los Oficiales Gradín y Tiscornia, y como personal no combatiente, el Practicante de medicina Joaquín Betbeder, el Maquinista Andrés Tarallo y el Práctico del río, Cardona. Debe agregarse el personal de equipaje distribuído en los vapores de que se habló antes, habiendo quedado así en extremo reducida la tripulación del buque. Por esta circunstancia, el servicio de los Oficiales y de la tropa, era muy recargado y penoso, sobre todo en las horas de la noche , cuando la vigilancia se hacía más activa. Durante el día, la Cañonera permanecía invariablemente fondeada en el puerto de Palmira, a media milla del muelle y en 12 a 13 pies de agua. Después de arriarse el pabellón, se ponía en movimiento por sus propios medios , pues para el recorrido de vigilancia que hacía, con la velocidad que desarrollaba, con máquina ( 4 ó 5 millas horarias) era suficiente esta lenta marcha para llegar por la noche hasta el muelle del Arenal o el Paso de Márquez, donde recibía las novedades del "Vapor General Flores" que venía desde Fray Bentos en igual misión. Luego regresaba aguas abajo, y si aún no era de día, cuando enfrentaba a Palmira, seguía su navegación hasta la pirámide de Solís o hasta la isla del Juncal. De regreso a su fondeadero habitual, en las primeras horas de la mañana, se mandaba un bote a tierra en busaca de las provisiones frescas, carne, pan y verduras, y el personal, después de la limpieza de agua, generalmente un simple baldeo corrido, se mandaba dormir, la brigada franca al sollado, y la de guardia, en cubierta, mientras una parte permanecía de guardia sentada en un banco debajo del puente de mando frente a los portalones de desembarco, y siempre con el Oficial de Guardia en cubierta. Invariablemente, el servicio de abordo era tal cual lo acabo de describir. Francos al personal no se daba, por otra parte, no correspondía en esas circunstancias especiales en que se vivía. Contaban entre los tripulantes del buque, dos jóvenes Aspirantes, el llamado Suárez, fue castigado con un plantón, por una falta disciplinaria cualquiera, y cuando hubo de presentarse al Comandante Risso, después de cumplido el castigo, intentó un reclamo con actitudes no muy mesuradas, dando pie para que el Viejo Risso, como se le llamaba, montara en cólera e intentara agredirlo de hecho, visto los cual, el Aspirante le grito: "a mi no me puede pegar soy un distinguido", y corrió para proa, murmurando "me las va a pagar". Terminó el lance, como terminan estas cosas en un buque de guerra, cumpliendo un nuevo castigo el marinero, y no se dió más importancia a la cosa.

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