Aportes a la historia de la marina de guerra nacional ROU

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Los temporales continuaron con tal furia, y persistencia que los vapores transatlánticos no pudieron en esos días hacer operación alguna en los puertos del estrecho, y tuve ocasión de ver el barómetro acusando una presión tan mínima, que causaría horror en otros parajes ¡715!. El día 28 amainaron un poco los borrascosos vientos, determiné seguir a Punta Arenas, a marcha forzada contra viento y marea, logrando cinco horas después , anclar en dicho punto, donde cambié las correspondientes visitas con las Autoridades Chilenas, a quienes cumplimenté en nombre de mi Gobierno, y las cuales me recibieron con exquisita amabilidad, si bien un tanto admiradas de ver flamear nuestro hermoso pabellón, en nuestra pequeña nave de guerra. Como aún tuviera alguna existencia de carbón, resolví visitar los demás puertos, bahías y anclajes principales del Estrecho, y el día 2 de Marzo, zarpé de Punta Arenas con este objeto, y aunque siempre contrariado por los vientos y una temperatura excesivamente fría (0º a 3º bajo cero) y continuos chubascos de granizo con nevadas sorprendentes, que hacen aparecer los elevadísimos picos de estas solitarias e inaccesibles costas como verdaderos conos de nieve, donde se refracta y refleja la luz del sol, formando los paisajes más bellos e imponentes que la naturaleza puede ofrecer en estas regiones, no obstante la contrariedad de los malos tiempos, repito, he visitado con estudio y detención, siempre internándome en el Estrecho, los siguientes lugares: Bahía Romay o Freshwater, Puerto del Hambre, Bahía de las voces, Bahía de Lomas, y Bahía de San Nicolás en aguas del Atlántico, y doblando, el Cabo Frowaard, Bahía de Solano, Puerto Galán, Bahía de Borjas, Bahía Guirior y Bahía Glacier en las del Pacífico, habiendo recorrido 340 millas en el Estrecho y quedando 80 de su límite occidental al fondear en la última bahía citada el día 7 del mes que cursa. En mi estadía en dichos puntos, he tenido frecuentes ocasiones de ver a l os indios fueguinos, únicos habitantes de estas tristes y desoladas tierras, que vienen al costado del buque con sus mujeres e hijos, en pequeñas canoas toscamente formadas con las cortezas de los árboles, en un lastimoso estado de miseria y desnudez, gente raquítica e inofensiva, que vive de la pesca y mariscos (aquí abundan mucho) y que, en sus visitas, nos piden provisiones y ropas con gritos impacientes y desesperados. Los he atendido en lo posible con toda humanidad, y se muestran satisfechos del buen trato que se les dispensa. Apenas se concibe que estas infelices gentes puedan vivir casi desnudas en un clima tan rígido y cruel, y menos aún, que sean las mujeres las encargadas de todos los trabajos, pues mientras aquellas zambullen en el agua para recoger los mariscos, los varones permanecen impasibles, atizando el fuego que llevan en sus canoas o que encienden en sus campamentos, y del que nunca se apartan. Son como todos los indios, un tanto desconfiados y algo estúpidos , pero no he encontrado en ellos las cualidades de perfidia y maldad que algunos viajeros les atribuyen. El día 8, salí de regreso para Punta Arenas, pues teniendo ya poco combustible y avanzando rápidamente la fría y tormentosa estación del invierno, juzgué prudente dirigirme a aquel puerto para aprovisionarme de carbón, y habiendo llegado en la tarde del mismo día, encontré que no había por el momento existencia alguna, pero que se esperaba próximamente un buque con tal cargamento, que viene destinado al pontón de la Compañía de Vapores del Pacífico. Esto ocasionará un retardo en el regreso a esa, cuya duración no puedo precisar; tengo la satisfacción de manifestar a V.E. que todos los individuos que componen la dotación de este buque se han portado admirablemente en estos viajes, dejando a muy buena altura la honra de los marinos Uruguayos, permaneciendo en sus puestos son entusiasta voluntad y disciplina, y , finalmente venciendo todas las inclemencias del tiempo, sin importarles nada las molestias de un clima riguroso que no conocían y al cual han soportado con trajes de verano. Es cuanto hasta el presente tengo que comunicar a V.E. a quien Dios guarde muchos años. Jorge Bayley. A bordo, Marzo 21 de 1888."

CAÑONERA GENERAL RIVERA COMENTARIOS AL MARGEN DE ESTE PARTE Este minucioso y detallado parte oficial, del comandante de la "Cañonera General Rivera", en el cual da a conocer a las autoridades navales de Montevideo, los acaecimientos y cantidades de noticias de la navegación efectuada por aquel buque de su mando, describiendo los parajes visitados, las costumbres de los habitantes de las distintas regiones, los buenos fondeaderos y tenederos, dando a conocer las dificultades que se le presentaban para carbonear y hacer agua dulce, como así mismo las bruscas oscilaciones barométricas y termométricas allí registradas y otras noticias ilustrativas e informativas

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