Clean Energy N7 - Aniversary Ed.

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Libreta del editor Uno de los estudos más difundidos para medir la sustentabilidad en las ciudades es el “Indice de Ciudades Verdes”, publicado por la Economist Intelligence Unit. En la edición latinoamericana, publicada en junio de 2011, se destacan los siguientes hallazgos: Flickr infomatique

Curitiba es, por lejos, la ciudad más sustentable de Latinoamérica, ubicándose “encima del promedio” y “muy por encima del promedio” en casi la totalidad de las categorías estudiadas. La Ciudad de Buenos Aires, a pesar de contar con algunos casos de éxito como el Programa de Eficiencia Energética en Edificios Públicos y el Plan de Movilidad Sustentable, obtuvo una calificación total “por debajo del promedio”, categoría que comparte con Montevideo.Entre 17 ciudades evaluadas en total, sólo se ubican por debajo Guadalajara y Lima. Las ciudades brasileras se destacaron claramente con respecto al resto, llevando la delantera en cuanto a políticas sustentables urbanas en el continente con 5 ciudades “encima del promedio” y “muy encima del promedio”.

Las ciudades son el espacio habitable del siglo XXI y mucho más. Las personas que viven en las megaciudades, con sus aspiraciones, necesidades e ilusiones, confían en que las autoridades tomen las decisiones correctas para lograr consiliar una ciudad competitiva y un excelente lugar para vivir. Nosotros, la gente, convertimos a las ciudades en organismos vivos, pero, para prosperar, estos organismos necesitan ese necesario equilibrio saludable. La mejor manera de expresarlo es con una sola palabra: sostenibilidad. El crecimiento continuo del tráfico, el consumo de energía, la generación de residuos, el suministro de agua potable, así como la necesidad de garantizar la seguridad personal y pública son los grandes desafíos de todos para satisfascer el objetivo de vivir la vida con calidad. Urbanistas, ingenieros, economistas, sociologos, autoridades civiles, entre otros, afrontan diariamente estas problemáticas. En la ciudad moderna el cambio no es arbitrario, es producto del pensamiento avanzado respondiendo a las megatendencias del siglo XXI: el crecimiento demográfico, la urbanización de masas, la globalización, el cambio climatico, la escasez de recursos naturales, la competitividad urbana, etc. Hablamos de una “telaraña” intrincada, aún más compleja por la fuerzas económicas, sociales, tecnológicas y politícas subyacentes que la conforman. Todo ello plantea desafios enormes para las personas que gestionan el futuro de nuestras ciudades. Se ha calculado que el rediseño de las ciudades podría tener una influencia beneficiosa de hasta un 70 por ciento en la huella ecológica (HE) de la humanidad. La HE se calcula comparando nuestro consumo de recursos y la generación de residuos con la capacidad de la naturaleza de generar nuevos recursos y absorber nuestros residuos. Normalmente, la HE se expresa en Tierras Agotadas (TA). En 2005, la deuda ecológica de la humanidad ascendía a un 30 por ciento, lo que significa que en realidad estamos consumiendo tantos recursos y produciendo tantos residuos como si tuviéramos 1,3 planetas Tierra a nuestra disposición. Las ciudades son las responsables del consumo del 75% de la energía mundial y producen más del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo CO2. Un cambio fundamental golpea la economía mundial de hoy en día, un cambio que se describe en el informe

emitido por los países del G20 en su cumbre de abril de 2009, como “la transición hacia unas tecnologías y unas infraestructuras limpias, innovadoras, eficientes en recursos y bajas en carbono”. Los factores que están impulsando este “paso a la sostenibilidad” son dos: en primer lugar, el cambio climático. No hay duda de que la actividad humana está causando un calentamiento global y hay indicios de que esto puede estar ocurriendo a una velocidad mucho más rápida que la esperada. Según los investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (M.I.T.), para finales de este siglo, se prevé un aumento de la temperatura de más de 9 grados. Está claro que deben tomarse medidas colectivas globales para evitar consecuencias catastróficas.

“Se ha calculado que el rediseño de las ciudades podría tener una influencia beneficiosa de hasta un 70 por ciento en la huella ecológica (HE) de la humanidad”. En segundo lugar, la crisis económica ha intensificado y acelerado esta cuestión. De hecho, ha llevado a un nuevo consenso global: la sostenibilidad no es sólo un asunto ecológico, sino económico y social por igual. La sostenibilidad se basa en cuatro pilares: competitividad, medio ambiente, calidad de vida y buen gobierno como principios generales. El desafío clave es traducir estos principios a soluciones rentables, factibles y adecuadas (basadas en la tecnología y en los productos y servicios existentes). Para atraer inversiones, para ser competitivas, las ciudades necesitan infraestructuras modernas y eficientes, abundante mano de obra cualificada, modernas tecnologías informáticas y de telecomunicaciones, acceso a la vivienda, educación y servicios básicos, como agua y electricidad de calidad. Las áreas metropolitanas se están enfrentando a una serie de problemas medioambientales, desde la contaminación del aire al saneamiento de las aguas residuales y la degradación de los espacios verdes. El desarrollo urbano sostenible promueve un mayor uso de fuentes alternativas de energía y unos edificios y medios de transporte más eficientes en materia de energía. Medidas que reducen la congestión y las emisiones de CO2, el reciclado de agua y de residuos y el uso de vegetación para filtrar la contaminación y capturar el dióxido de carbono.


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