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N 9
Carlos Serrano
Recuerdo mi primera fotografía nocturna, la expresión que tuvo que dibujarse en mi cara al ver la pantalla de mi Oly E-300, recuerdo que no podía creer que existieran esos colores, esas luces, esas formas dibujadas bajo un cielo estrellado, todo un mundo paralelo a la fotografía convencional, ajeno para muchos pero que ya los grandes maestros conocían y ponían en práctica con sus cámaras analógicas. La fotografía nocturna nos brinda la oportunidad de conocer otra vez esos paisajes, esas escenas que conocemos al dedillo durante el día pero que al caer el sol se convierten en sombras, una visión diferente, mágica, a veces misteriosa que nos impone al principio pero que poco a poco nos ofrece todo un abanico de posibilidades para deleitarnos con su belleza.
EL ojO vagO
Captar el movimiento de las estrellas, como se desplazan las nubes o ver como el movimiento del agua se convierte en una ligera bruma, elementos que a priori aún con su belleza estática y conocida de repente cobran vida como nunca antes lo habíamos visto. Sentir la esencia de la naturaleza, de esos elementos que pasan desapercibidos durante el día bajo un cielo estrellado, cuando la mayoría duerme o están recogidos en sus casas, en esos momentos de paz y armonía con el medio, esperando a que el click del obturador salte para ir corriendo a ver nuestra escena inmortalizada bajo la atenta mirada de La Luna. Componer con las estrellas, bien en forma estática dejándonos ver sus formas y dibujos reconociendo constelaciones, o bien creando una circumpolar alrededor de la estrella polar viendo como de repente esos dibujos antes quietos se caen sobre nosotros, encuadrar La Luna llena en todo su esplendor, o en cuarto creciente, todo adquiere otro significado cuando nos ponemos delante de un lienzo negro en donde un simple árbol o una roca nos puede ofrecer mucho mas.
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