Weeds Nº28 Julio/Agosto 2018

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WEEDS

Julio - Agosto 2018 | Edición 28

“Desarrollé una cirrosis medicamentosa y un uso problemático con los opiáceos, pues crean una alta adicción y resistencia al efecto de la morfina, lo que hace que se usen en mayor cantidad cada vez”. columna, combinando la estructura vertebral con titanio y rediseñando la vértebra inexistente con tejido óseo de sus costillas, con éxito y terapias dieron paso a los actuales bastones. Mirando ya con más calma, sarcásticamente nos resume que pasó del bípedo normal al discapacitado en un parpadeo, y así como si fuera una cuestión de palabras, en Chile esta situación te va volviendo dishumano, minuspersona, dishombre, minusexuado y la realidad excediendo con creces los vocablos imaginables para el tema. EL MERCADO DEL DOLOR El testimonio de Esteban, aunque llamativo, no es lo esencial, como sí lo es conocer su denuncia urgente, sustentada precisamente en la potencia de la experiencia atravesada, porque allí fotografió en primer plano el juego económico sobre nuestras necesidades más básicas, vio con detalle cómo el “mercado de la salud” menoscaba nuestro derecho elemental a la vida y el bienestar, advirtiendo en ello las casi nulas voluntades políticas de querer al menos hacerlo visible. Durante todo este proceso me tocó vivir la colusión de las farmacias, una figura de lucro impensada donde los delincuentes de corbata se asocian para especular con el dolor y la salud de las personas de todo un país. Los medicamentos que tomaba para el tratamiento del dolor crónico, un mes costaban 300 lucas, al otro 200 y al otro 500 en una lógica que nadie entiende y es una locura porque siendo discapacitado no puedes trabajar, no puedes generar las lucas para costear los medicamentos y tratamientos. Tienes generalmente una pensión miserable y cualquier otro ingreso hace que pierdas esa pensión. Son montos absurdos para vivir que no superan los cien mil pesos en su mayoría, sin embargo, sirve al menos para pagar los medicamentos en cuotas y a plazo porque no puedes prescindir de ellos y así tienes a muchos vendiendo llaveros en la calle. Entonces, imagina, el círculo es tenebroso, los medicamentos además generan una dependencia severa, tu organismo y tu vida se van volviendo también cada vez más tóxicos, en mi caso están pensados como última barrera para el dolor, por tanto no es de mucha importancia que hagan mal para otras partes del cuerpo, solo que la persona no sufra dolor, pero en pacientes con dolor crónico no oncológico son de poca ayuda en el uso sostenido a lo largo de la vida. Parece un relato negro pero esto ocurre a cada minuto, todos los días hay pacientes terminales y no tanto, en los hospitales recibiendo terapias invasivas

con medicamentos -como la morfinaque calman el dolor y hacen que la espera de la muerte no sea una tortura.

crean una alta adicción y resistencia al efecto de la morfina, lo que hace que se usen en mayor cantidad cada vez.

Sin embargo, antes, mucho antes de la muerte está la vida, una vida por construir y dignificar porque no todo paciente que requiere de opiáceos para aliviar molestias es un enfermo terminal. Esteban es un paciente de aquellos a los que sí importa tratar con medicación que no produzca un desgaste mayor en su organismo, porque no pretende aliviar el dolor en espera de la muerte. Con 38 años tiene ímpetu y un mensaje claro por mostrar, un mensaje de vida y no de funerales.

En busca de superar esta adicción, tras años de condicionamiento moral, físico y psicológico, Esteban comienza a conocer la terapia alternativa contra el dolor crónico ofrecida por el cannabis y una forma modificada de morfina.

CANNABIS Y LA SUPERACIÓN DE UNA ADICCIÓN Durante los primeros 10 años del tratamiento, por prescripción médica y en auxilio de un dolor que no daba tregua, tuvo casi libre acceso a la morfina, tanto así que en una de las últimas consultas con el médico que entonces lo trataba recuerda que le dijo “si es mucho el dolor, inyéctate las veces que necesites”. Desarrollé una cirrosis medicamentosa y un uso problemático con los opiáceos, pues

Desde que uso cannabis como paliativo, mi vida tuvo un cambio radical, los medicamentos que usaba me dejaban muy aletargado, con náuseas constantes y vómitos, me sentía irascible y siempre al borde de un colapso emocional, una pesadez en el pecho constante y angustia, lo cual hace la vida más difícil para uno y para los que te rodean que no saben cómo ayudarte. Hay un quiebre que incide en otras esferas de tu vida, en tu relación de pareja, tus familiares cercanos y amigos. En este sentido la terapia con cannabis es muy completa, hay todo un mundo en el cultivo, en la relación del paciente y su planta, en el cuidado ofrecido de forma mutua, que finalmente va señalando un proceso de cura real, desde dentro y no artificial, en un estado consciente sin

estar enajenado. Además es una instancia para compartir con otros, en mi caso mi familia completa ayuda a cultivar y cuidar las plantas, todos gozan de ellas, su belleza y el resultado final: ver cómo alguien se rehabilita hasta en su forma de reír y ser feliz. A mí me ha ayudado mucho y me gustaría que más personas pudieran gozar de sus beneficios sin ser criminalizados por ello. PIEZAS POR ENCAJAR Nuestra discapacidad chilensis es un terreno escabroso que dista del espectáculo teletonesco y su falsa solidaridad, porque más allá de todo desamparo legal, la falta de empatía termina siendo la real limitación. En nuestro país existe una carencia de espíritu importante, se nota en sus leyes y en su constitución política imperante la que no garantiza ni un derecho humano, mas si se vela por que seas cliente de todo mercado. Es muy particular nuestra realidad, Chile está adscrito a la mayoría de los tratados internacionales que resguardan los derechos humanos más básicos, sin embargo los transgrede todos y legalmente, dejando a las personas que

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