Ventana Social Nº 17

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LA TRIBUNA

en sus manifestaciones más evidentes, como son las consecuencias derivadas del ejercicio de la maternidad y la conciliación de la vida laboral y familiar, por lo que entiendo que este factor psicosocial afecta a las trabajadoras en mayor medida que a los trabajadores.

Exigencias emocionales en el trabajo En tercer lugar, tratamos las “fuertes exigencias emocionales en el trabajo”. «Los expertos señalan el acoso en el trabajo como un factor de estrés emocional para los trabajadores. El problema de la violencia y el acoso puede afectar a todas las profesiones y sectores; y, tanto para las víctimas como para los testigos, este tipo de actuaciones genera estrés y puede afectar gravemente a su salud mental y física». Es un hecho constatado que en el ámbito laboral el sexo femenino sufre más violencia que el masculino. La VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo nos ofrece los siguientes datos referentes al acoso psicológico: en el criterio restrictivo afecta a un 1,7% de mujeres respecto a 1,2% de hombres, y en el criterio menos restrictivo lo padecen un 3,4% de mujeres respecto a 2,5% de hombres10.

Conciliación de la vida laboral En cuarto lugar, tenemos “desequilibrio entre la vida laboral y personal”. La conciliación de la vida laboral y familiar existe desde que la mujer se incorpora al trabajo remunerado, pero ante la exigua colaboración de su pareja y los escasos servicios sociales adecuados para el cuidado de las personas dependientes, se ha convertido en un problema de ellas. En el período 2009-2010 las mujeres utilizaban una media diaria de 4 horas y 7 minutos para el hogar y la familia, mientras los hombres en el mismo período ocupaban 1 hora y 54 minutos de su tiempo. De esta forma, las mujeres entran en la esfera productiva, sin abandonar la esfera reproductiva, siendo consideradas doblemente socializadas porque asumen las tareas familiares y profesionales.

“Las mujeres tienen que trabajar más horas e intensificar su carga de trabajo para demostrar que son tan válidas como sus compañeros varones” “La proporción de mujeres ocupadas más elevada se da en todos los grupos de edad en el sector servicios con más del 80%” En este contexto, el colectivo femenino se encuentra en una posición de inferioridad respecto al masculino, tanto en el ámbito laboral como en el social, repercutiéndole en el tiempo que tienen para estructurar su vida, en los índices de natalidad, en la salud y en su promoción profesional, teniendo que aceptar trabajos residuales y precarios.

Envejecimiento de la población activa En quinto y último lugar, me voy a referir al “envejecimiento de la población activa”, aunque al principio de esta exposición he indicado que este apartado afectaba de la misma forma a ambos sexos, en mi opinión hay aspectos que no inciden de la misma forma en un colectivo que en el otro y es necesario hacer algunas matizaciones. Aunque la esperanza de vida de las mujeres es superior a la de los hombres, ellas tienen una calidad de vida inferior al de los varones que se ve agravada por el envejecimiento, repercutiéndoles negativamente en su trabajo. Asimis-

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mo, tienen que incrementar sus años de vida laboral para poder cotizar para su jubilación. En este sentido, Carmen Sarasúa y Lina Gálvez señalan que el sistema de Seguridad Social en España tiene una base contributiva y, por tanto, depende de la participación en el mercado de trabajo, penalizando por este motivo a las mujeres, tanto a las que han sido “inactivas” (que dependen de las pensiones de sus maridos), como a las que han estado empleadas, que reciben las pensiones más bajas por haber tenido los salarios más bajos durante su vida laboral o haber estado fuera del mercado de trabajo. Estos riesgos profesionales emergentes son oficialmente el segundo problema de salud laboral en la Unión Europea, pero si consideramos que las patologías que ocasionan pueden progresar hasta la aparición de enfermedades orgánicas como hipertensión, trastornos cardiovasculares, afecciones digestivas, problemas respiratorios, alergias e infecciones por inhibición del sistema inmunitario, estamos probablemente ante el primer problema de salud del proletariado europeo. Esta problemática en el bienestar de las personas incide de forma significativa en las mujeres, como se ha expuesto en los párrafos anteriores pero, asimismo, también hay otras características de estos riesgos que afectan de forma singular al sexo femenino. La proporción de mujeres ocupadas más elevada se da en todos los grupos de edad en el sector servicios con más del 80%, siendo este porcentaje superior al de los hombres que trabajan en esta actividad. En esta área económica es donde mayor presencia tiene los factores de riesgos psicosocial, teniendo especial relevancia en la administración pública, educación y sanidad, donde la presencia del sexo femenino es más numerosa. Por lo que podemos concluir que, aunque los riesgos psicosociales afectan a ambos sexos, tienen una mayor incidencia en el colectivo femenino, con lo agravante del desconocimiento que aún existe sobre las consecuencias de estas dolencias y como pueden incidir en la salud de la mujer. En este sentido, es necesario integrar la perspectiva de género en todas las políticas de prevención e investigar los déficits que existen en esta materia para poder avanzar en la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres en todos los campos, porque este es uno de los pilares básicos para conseguir el estado de bienestar.


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