Carril Bus 109, marzo 2013

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cosasycositas Qué nos llama la atención Con qué fuerza nos atrae la curiosidad, en cuanto vemos un corro de mirones, sobre todo cuando vamos sin prisa, ya estamos; los pequeños buscando un hueco y los altos estirando el cuello siempre murmurando la misma frase: A ver, a ver, ¿qué pasa aquí? Cuando en muchas ocasiones lo que pasa no está en el centro del corro sino alrededor, donde aprovechando la distracción de los papanatas boquiabiertos, te limpian el bolsillo con una técnica de lo más depurada. En la Rivera de Curtidores, Madrid, un domingo bien soleado, quise ver yo también lo que centraba la atención de un corro bastante numeroso, y buscando mi hueco, vino otro más alto que apretaba aparentemente para verlo por encima de mí, al tiempo que otro que también buscaba sitio por mi derecha me avisó de que se me habían caído al suelo unos papeles, y al volver la cara bajando la vista vi como la mano del más alto se apartaba de mi bolsillo sujetando unas pinzas, parecidas a las de depilar pero muy rudimentarias, de unos 20 centímetros, con las que en el primer intento había sacado unas facturas y ahora lo que intentaba alcanzar era el dinero, que, con la poca precaución de tantos, también yo llevaba en ese bolsillo. Cuando quise encararme con el de las pinzas, que ya las había disimulado, empezó a gritar y a saltar insultándonos, al que me había avisado y a mí, y diciendo incongruencias hasta que desapareció mandándonos a la mierda y confundiendo a todos los demás. Todo esto en menos de cinco segundos. Así que, como el de las pinzas seguirá cogiendo experiencia, y a la cárcel no habrá ido, aprovechad mi historia y dejad de curiosear en corros callejeros que ahí no regalan nada. Otro atractivo para mirones jubilados son las obras, sobre todo en los vaciados y arranque de cimentación. En esto los mayores, si disponen de un punto de observación, sí que valoran y opinan según su experiencia, que muchos la tienen. Lo difícil es conseguir ese buen observatorio, porque casi siempre están muy bien vallados. Cuando se construyó la Torre de Madrid, Princesa 1, el vaciado y las zapatas, para soportar semejante rascacielos eran realmente espectaculares, y por tanto, atractivo de transeúntes que busca-

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ban cualquier rendija por donde fisgar hasta que algún obrero les ahuyentaba apoyándose en el peligro que podían correr por las grúas. Un día aparecieron en las vallas una especie de ventanillas del tamaño de un ladrillo más o menos, con un letrero bien visible encima que decía: Puede usted mirar. Lo había dispuesto un jefe de obra o el propio arquitecto como consecuencia de una acalorada discusión entre algún obrero y los curiosos. A mí me pareció muy bien, porque también perdí algunos minutos cuando encontraba boquete libre, y eso que por entonces ni soñaba con mi jubilación, pero pasaba bastante por allí. Emplear tiempo observando obras que no te incumben ya he dicho que es tentación muy frecuente, como lo es la concentración en otras gracias de la naturaleza. Mi amiga Belén, que además de lindos ojos, gracia y simpatía, luce un prominente escote, cuenta que un día recibió la visita de un caballero que después de cruzar varias palabras dijo: ¡Ay va, que ojos tan bonitos! Me había entretenido más abajo. A este lo que le pasó es que, entre los cimientos y la fachada, no había llegado a la luz del ático.

Marqués de Cairer


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