Canarias, abierta al mundo

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Canarias7. Diciembre 2011

Canarias, abierta al mundo 50 años de turismo y servicios

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Suplemento especial

El impacto social

Llegan los extraterrestres Nos cambiaron la vida. Un periodista y un matrimonio canario holandés, que se gestó en pleno boom turístico, recuerdan los años en que los isleños empezaron a convivir con los ‘chonis’ Á NGELES A RENCIBIA L AS P ALMAS DE G RAN C ANARIA

INA LINK

«Aquí no se usa’, me decía mi suegra» De turista a canaria de adopción. La primera vez que vio a su futura suegra, ésta no la saludó, porque no habían sido presentadas y las extranjeras tenían «dudosa reputación».

C. SUÁREZ

«Los jóvenes tenían una doble vida» (1948, Las Palmas de Gran Canaria). Tuvo la edad apropiada para vivir los años del boom turístico en todo su apogeo. «Los jóvenes dejaban a sus novias canarias a las diez en casa y se iban a buscar extranjeras».

ÁLBUM FAMILIAR

I

na Link, holandesa de la ciudad de Leiden, tenía 20 años cuando en septiembre de 1972 entró en los apartamentos Litos de Las Canteras con una amiga y las maletas, dispuestas a pasar unas vacaciones en las Canarias, un territorio que en aquella época (la de la guerra de Vietnam, el apogeo de Cruiff, la decadencia de Franco, El Padrino y El Último tango en París) asimilaban a Hawai o las Seychelles. Llegaron por la tarde, dejaron el equipaje y se fueron en busca de marcha. Pensaron que Canarias era como Europa y hacia las siete de la tarde entraron en la primer local que encontraron abierto. Pero para la capital grancanaria, la hora era muy temprana y en el local sólo estaban los camareros que, al verlas entrar, tan extranjeras ellas, se desvivieron por agasajarlas. Pincharon una Isa en el tocadiscos del local, hicieron un corro y las pusieron a bailar los aires de la tierra. Ina aún recuerda la escena con una sonrisa. Las dos chicas holandesas, que no entendían una palabra de castellano, huyeron de la encerrona folklórica y volvieron al apartamento pensando que estaban en «un pueblo». Pero en la recepción otro joven las convenció para que le acompañaran a Cacatúa, una de las discotecas de moda en los 70 en una ciudad que se había vuelto loca con el turismo. Dos días más tarde Ina conoció allí mismo a su marido, Cristóbal Suárez, un canarión de la más pura cepa. Han pasado casi cuarenta años del encuentro en Cacatúa y en la casa de

Sin duda, los 70. Ina (a la izq.), sentada en las rodillas de Cristóbal, junto a unos amigos, en una discoteca de la ciudad.

«El sargento Medina espantaba a los curiosos que miraban a las turistas en bikini en Las Canteras» los Suárez Link, en Gran Canaria, se cocinan potajes al estilo canario, pero los huevos aún se fríen con mantequilla, como en Holanda. Reconoce Cristóbal que sin los turistas las cosas habrían sido diferentes en Canarias. Él después lideraría bandas como Sobrecarga y la Sugar Hill Band, pero ya a finales de los 60 tocaba a diario en una sala de fiestas llamada El Duende y era

«Fue el paso del blanco y negro de las procesiones al color; transformaron nuestras vidas»

«el rey del mambo con 20 años». «Era un local que estaba al final de San José y recibía todos los días 50 o 60 guaguas de turistas. Yo tocaba con algunos de los componentes de los antiguos Canarios (el grupo de música de Teddy Bautista) y ganaba 125.000 pesetas al mes ... El suelo normal entonces eran 8.000 pesetas», aclara. En aquellos años en los que ya se

hablaba del Sur pero todavía la capital grancanaria era la meca del turismo, el parque Santa Catalina era «un hervidero», con locales como el Derby o el Río. Las discotecas eran Búho, Tam Tam, Belle Epoque o Aloha y los disc jockey recibían música de Londres, pero no faltaban salas de directo como Bombín o Half Note. «Nos cambiaron la vida», afirma


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