Pleamar

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PLEAMAR

C U L T U R A L 12 de marzo de 2014 Ganador del 7º Premio al fomento de la Lectura de la Federación de Gremios de Editores

LEOPOLDO MARÍA PANERO Las notas inéditas del poeta

Canarias7 profundiza hoy en las historias que revelan los papeles que fueron abandonados por el escritor antes de ingresar en el Hospital Juan Carlos I. Entre ellos, algunos poemas inéditos, una carta de su sobrino, un proyecto con los hermanos Auserón o un comentario a una obra de Elena Atienza


L I T E R A T U R A

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P L E A M A R

en el universo de Panero

FOTOGRAFÍAS: ARCADIO SUÁREZ

INÉDITOS

la caja oculta

✒ Victoriano Suárez Álamo - Luisa del Rosario - Carmen Delia Aranda

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se poema está inédito. No figura en los escritos editados de Leopoldo María Panero». Así de claro se expresa Antonio J. Huerga, editor del poeta fallecido la pasada semana en la capital grancanaria y responsable autorizado para gestionar sus derechos, cuando se le consulta sobre el breve poema publicado este lunes en las páginas de CANARIAS7. «Un ciervo herido es el que más salta/ lo oí decir a un antiguo cazador/no es sino por el éxtasis de la muerte/que actúa el freno», es el comienzo de esta pieza, sin fechar, mecanografiada en un papel con el membrete del Sanatorio Psiquiátrico Hermanos San Juan de Dios, en la localidad guipuzcoana de Mondragón, donde el escritor madrileño, fallecido a los 65 años en la capital grancanaria, estuvo internado. Se trata de una de las piezas de su autoría que figuran en una caja, hasta aho-

Antonio J. Huerga, último editor de Leopoldo María Panero, confirma la existencia de al menos un texto nunca editado en la caja localizada por CANARIAS7 en la capital grancaria. ra desconocida y a la que ha tenido acceso este periódico, que Leopoldo María Panero abandonó antes de ingresar, con un régimen abierto, en el psiquiátrico de la capital grancanaria. En la misma figuran otros textos –en verso, prosa poética, artículos y pequeños de ensayos–, muchos con su firma y otros sin autoría definida. También, algunos, como el poema titulado Las linternas de la Luna, en el que se aclara que «fue escrito por José Luis Pasarin Aristi, Leopoldo María Panero y Mariano Íñigo, en el bar Noski de Arrasate, en un 14 de febrero cualquiera». Comienza así: «Tus ojos tienen la sed de los presos/y el amor de las salvas,/ y caigo bajo la luna/

que dibuja sola mi figura/en la celda del condenado a muerte (...)». Con esta firma conjunta figuran, también mecanografiados, otros dos poemas, titulados La cosa está triste y El beso de los ahorcados. Los tres, por supuesto, fruto de la estancia de este trío creativo en el mencionado bar Noski de Arrasate, ese «14 de febrero cualquiera». Entre los poemas sin firma figura uno titulado Octavo poema de la vieja, con el siguiente comienzo: «Las viejas sólo sabemos alabar al demonio/de los ángeles nos burlamos/pues nos recuerdan nuestros amores»; así como unas hojas de forma cuadrada, recortadas y grapadas, con pequeños poemas inde-

pendientes que arrancan con el siguiente: «La visita se ha ido/sobre la mesa/el infierno de mis manos». Ante estos textos sin firma conviene tener en cuenta que entre estas pertenencias figuran un buen número de artículos y poemas que admiradores y amigos de Leopoldo María Panero le remitían para que éste los valorase. En la misma caja, todo un hallazgo en torno a la figura de este Novísimo de la poética nacional, figuran una serie de pequeños ensayos con su firma, como el titulado La moral como labia o los mandamientos del gitano, apuntes para una historia crítica de la moral en España. Contiene, como es habitual en sus creaciones, reflexiones contundentes, sin recato alguno, que resultarán ofensivas para algunos, junto a citas fruto de su enorme erudición, memoria inabarcable y sus interminables horas de lecturas. Sirve como ejemplo el comienzo de La moral como labia...: «Dícese de la labia que es, como el discurso del sofista, un discurso sin creencia, esto es un discurso sin centro: llámese a este razón,

’ ’ ’ ’ LAS FRASES DEL RECUERDO

Panero: «Por la mañana,

Panero: «La visita se ha ido /

Panero: «Un ciervo herido es el

Panero: «Ahora bien, el único

cuando el sol / sale a perseguir la manada / bailamos con el diablo, y sin dientes / sonreímos: nada peor que mi sonrisa»

quedan sobre la mesa / pétalos de ceniza». «El niño está ciego: / pero es el único / que nos ve».

que más salta / lo oí decir a un antiguo cazador / no es sino por el éxtasis de la muerte / que actúa el freno»

poema que no tiene sentido es un mal poema, y aún aquel que no está libre de toda cadena semántica»

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ELENA ATIENZA En los años en los que Leopoldo María Panero estuvo ingresado en el sanatorio de hombres de Santa Águeda, en Mondragón, recibió frecuentes visitas de la actriz Elena Atienza, conocedora de la obra del poeta y amiga del mismo. La desaparecida artista, fallecida el 6 de diciembre de 2008 en Galicia, a donde se había trasladado, escribió la obra de teatro Pasarela. Sobre ella Panero hizo un comentario que conservaba entre los papeles que más tarde abandonó en una vivienda de la capital grancanaria. Bajo el título de A lo largo de un cuerpo. Comentario a la obra de teatro Pasarela de Elena Atienza, Panero escribe: «La belleza de una mujer, sien la lengua lleva el grito, es material para una obra de arte. El grito desfigura la lengua, la lengua desfigura el grito, y el cadáver de una mujer yace entre bambalinas. Porque la verdad es un cadáver desnudo, y el sentido un esqueleto al que nos barazamos (sic) mirando de rodillas a Elena Atienza». La actriz mecanografió para Panero una obra de teatro que el poeta le dictaba durante sus visitas en Mondragón, tal vez por eso escribió Panero: «Yo existo si existe Elena Atienza, yo existo en el secreto sigiloso de la voz».

RÉPLICA Y MÁS

logo o Dios. La lógica es aquí sólo función y palabrería barata, a la que Mallarmé llamara palabra vacía». Un calado más literario muestra en La literatura y los límites. Acerca de tres poemarios, folio y medio mecanografiado también en el que habla sobre «el poema como desafío», del surrealismo, la poesía social y las vanguardias. En el mismo, incluye esta llamativa reflexión: «Ahora bien, el único poema que no tiene sentido es un mal poema, y aun aquel que no está libre de toda cadena semántica [así figura en el original]». La psiquiatría y la esquizofrenia integran estos demoledores textos con la firma de Leopoldo María Panero. En Muestrario de la monstruosidad, por ejemplo, fundamenta sus reflexiones a partir de su paso por el «sanatorio Santa Águeda-Mondragón», donde afirma que «no cesan de plantear venganzas y castigo contra lo humano, que la psiquiatría separó de ellos», mientras que dedica a su tutor en este manicomio guipuzcoano, el doctor Oliveros, el escrito titulado La palabra esquizofrenia o la destitución del sentido.

Figura dentro de esta caja abandonada por Leopoldo María Panero antes de entrar en el psiquiátrico de la capital grancanaria el texto Técnica del golpe de estado o acerca del misterio de la muerte, una «réplica a Andrés Muñoz Rojo». Lleva su firma, fue escrito en agosto de 1997 y esta copia tiene grapado el recibo del fax de su envío. En el mismo, hace alusión a ciertas tesis conspirativas, en torno al Golpe de Estado del 23-F a las que aludía de forma constante desde que ocurrió. Figura en la caja, a su vez, un largo texto integrado por 22 cartas. La carta número cero lleva como título El loco, mientras que la númerada como 21 la denomina como El mundo.

’ ’ ’ ’ Panero: «Dícese de la labia que

Panero: «Pero todos los caminos

Panero: «Ahora bien, este golpe

Panero: «Ni Santiago Carrillo ni

es, como el discurso del sofista, un discurso sin creencia, esto es un discurso sin centro: llámese a esto razón, logo o Dios».

llevan al vientre de Elena Atienza, que no quiere ser una “chica Almodóvar”, sino permanecer en el secreto sigiloso de la voz».

de estado era por lo que a mí concierne, esquizofrénico, una parte de mí mismo lo deseaba, como es natural».

Julio Anguita se han tomado el marxismo tan al pie de la letra como yo, y como dijera Lacan hablando de Freud...»

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LUIS AUSERON

músico y miembro de Rafio Futura Los hermanos Auserón, integrantes de Radio Futura con Enrique Sierra, fueron muy amigos de Panero. Una carta de Luis Auserón, en esta caja ahora localizada, revive el origen de su álbum en solitario ‘En la cabeza’.

«Lo considero un ser superior»

EFE

✒ Por Victoriano S. Álamo

U

na carta mía?». Así responde de primeras el músico Luis Auserón cuando se le informa sobre el hallazgo de una misiva, con su firma, en la caja abandonada por Leopoldo María Panero antes de ingresar en el psiquiátrico de la capital grancanaria. En cuanto, por teléfono, se la leemos, comienza a recordar, con agrado, un proyecto en torno a poemas de Catulo para el que los miembros del mítico grupo Radio Futura «llegó a tener maquetas», aunque asegura que tiene «unos recuerdos borrosos de aquello». Sitúa la carta en el año 1994, meses antes de que publicara en solitario el disco En la cabeza. «Es muy difícil de encontrar, ya que está descatalogado», puntualiza con rapidez. En el mismo, como se explica en la misiva, incluye un tema con Spiritual 1, de Leopoldo María Panero, así como otro con el poema Francesca, de Ezra Pound, para el que contó con la traducción del poeta madrileño y de su hermano Santiago Auserón. En la carta, Luis Auserón informa a Panero de que junto a su hermano Santiago y Quique (Enrique Sierra, integrante también de Radio Futura) siguen interesados en plasmar en un disco material del escritor, al que denominan «proyecto Catulo». «Se trata de un proyecto a partir de poemas del poeta romano Catulo [Gayo Valerio Catulo]. Habló con Santi para que éste les pusiera música. Recuerdo que se lo llegamos a presentar a la discográfica. Nos decían que les parecía interesante, pero nunca llegó a producirse», rememora, desde su casa en Madrid, veinte años después. Auserón reconoce estar «muy afectado» por el fallecimiento de Panero, reconoce que «estaría encantado» de que se retomara aquel proyecto y que por fin llegase al público. Explica este miembro del extinto grupo Radio Futura que quien tenía una mayor relación con Panero era su hermano Santiago Auserón. «Lo conocimos por azar. A finales de los años 70, teníamos un amigo, ya fallecido, Kiko Rivas, que estaba muy relacionado con Panero. Eran habituales de la galería de arte Buades, en la que también se organizaban presenta-

Santiago Auserón (izquierda) y Luis Auserón, en una imagen de 2006.

ciones y recitales, en los que Panero intervenía», comenta. «Era un lujo estar con él –puntualiza–. Yo tenía menos relación, pero nos caíamos muy bien. Lo pasábamos en grande. Recuerdo que salíamos por la noche casi a diario. Sobre todo a un bar que se llamaba El Junco. Un sitio horroroso, por cierto», explica entre risas. La pandilla habitual la integraban –continúa, mientras tira de memoria–, Kiko Rivas, los hermanos Auserón, Leopoldo María Panero, el crítico Juan Manuel Bonet «y creo que el escritor Andrés Trapiello».

Desde aquellos años de juventud, entre los Auserón y Panero nació una gran amistad, que ni la distancia consiguió sepultar cuando el poeta se fue a vivir a Gran Canaria. «Lo vimos por última vez cuando dimos en la Isla el concierto del álbum Malas lenguas. Vino a vernos por la tarde, acompañado por dos jóvenes, cuando estábamos con las pruebas de sonido. Recuerdo que se tomó varias Coca colas y que le regaló a Santi una Antología de sus poemas . No estuvo en el concierto, porque tenía que volver a dormir al psiquiático». Luis Auserón distingue dos vertien-

tes del autor de Abismo (1999). «Era muy travieso, como un niño al que le gusta cometer pequeños pecaditos. Maldades sin importancia». El otro Panero era un «ser extremadamente sabio». «Tenía una capacidad mental imposible de alcanzar, que compatibilizaba con una enorme ternura. Yo lo considero un ser superior. ¡Ya quisiera yo tener su clarividencia!». Y añade: «Hay gente que es víctima de su locura. Leopoldo, no. Él era el piloto de su supuesta locura. No cultivaba un personaje. Lo que ocurría es que decía y hacía lo que le parecía, sin cortarse».

’ ’ ’ ’ LAS FRASES DEL RECUERDO

Auserón: «Le hablaba de un

Auserón: «Con Kiko Rivas, mi

Auserón: «Lo vimos por última

Auserón: «Tenía una capacidad

proyecto que teníamos para hacer un disco sobre textos suyos, a partir de poemas de Catulo, a los que le ponía la música mi hermano»

hermano, Juan Manuel Bonet y creo que con Trapiello, salíamos de fiesta casi a diario. Íbamos a El Junco, un lugar horroroso»

vez en Gran Canaria, nos vino a ver durante la prueba de sonido del concierto que dimos en la gira ‘Malas lenguas’»

mental imposible de alcanzar, que compatibilizaba con una gran ternura. ¡Ya hubiera querido yo tener su clarividencia!»

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Retazos de una correspondencia muy extensa

CONTRATOS Entre los papeles que Leopoldo María Panero dejó en esta caja de pertenencias personales a una persona que prefiere mantenerse en el anonimato, figuran varios contratos con distintas editoriales. Figura una copia, fechada en diciembre de 1991, en la que la editorial Visor le mandaba al sanatorio psiquiátrico Santa Águeda, en Mondragón, un contrato sobre una de sus publicaciones que no se especifica. El editor Jesús García Sánchez le hace una sugerencia: «El libro queda bastante bien, pero si quieres una recomendación, yo quitaría algunos poemas y también añadiría algún otro –queda muy breve, pero naturalmente, yo no puedo meterme en esas cosas. Simplemente, y como amigo, te lo dejo señalado, pero tú verás qué quieres hacer». También figura una carta remitida desde Ediciones Endymion, en la que le informan que «como muy tarde a mediados de octubre» del año 1996, reeditarían la obra Last river together, con un precio de venta al público de «900 pesetas».

Críticos, escritores, profesores de literatura, amantes de la poesía... Leopoldo María Panero recibía correspondencia de decenas de personas. Muchas veces el objeto de las conversaciones por carta era comercial. Editores o escritores que querían colaborar con él, ver cómo iba su obra, comentarle sobre nuevas ediciones o pedirle poemas para alguna revista o artículo en cuestión. Otras, en cambio, el objetivo era convencerlo para que ofreciera unas charlas, un seminario o una única conferencia. A veces, simplemente, se lo anunciaban, como hizo el artista teldense Luis Arencibia, coautor con Panero del libro Locos. «Estoy gestionando con J.L.P. una presentación del libro en Vitoria. Yo te iría a buscar para que estemos los dos en el acto que se organizaría desde la Revista Amilamia», le escribe Arencibia. Buena parte la correspondencia que recibía Panero era almacenada por el poeta en pequeñas carpetas en las que intercalaba postales, sobres y folios, a veces sin orden, pero solo aparentemente formaban un caos. Con asiduidad recibía poemas y escritos de autores noveles o gente que, inspirada en la propia poesía de Panero le devolvía versos esperando su opinión. Sorprendentemente, el poeta contestaba e iniciaba así una relación epistolar con quien pasaba de ser admirador o admiradora literaria a amigo o amiga en la lejanía. «Leopoldo María, me ha dado un subidón recibir tu carta -sinceramente no la esperaba-. (...) Gracias por tu opinión acerca de mis poemas y por tu orientación con respecto a los poetas que debo leer. Es cierto que tengo que leer más», le respondía en agosto de 1994 alguien que firma como Lucía. La muerte, el suicidio, la crueldad del mundo o la dureza de la vida son los temas recurrentes de estas conversaciones virtuales a las que ahora les falta la sombra de las letras que Panero devolvía. A los amigos les pedía libros. «Te envío el Seminario 17 de Jacques Lacan, me habías comentado que no lo habías leído. También tengo en cuenta los otros pedidos», le escribe C. Lechón en diciembre de 1996. «Leopoldo: Te mando el libro de Freud El chiste. Un abrazo», son las notas que conserva de alguien que firma Bentejuí, el 1 de julio de 1991. También recibía propuestas de nuevos proyectos, o respuestas a discusiones anteriores que Panero había mantenido con alguien, consejos ¡y deseos: «Coge la máquina Leopoldo». La gran mayoría de estas cartas las recibió el poeta mientras estuvo ingresado en el sanatorio de Santa Águeda. Lo curioso es que las conservó ordenadas y, cuando se trasladó a Canarias, las trajo consigo. Sin embargo, al ingresar en el Hospital Juan Carlos I, en la capital isleña, las abandonó.

’ ’ ’ ’ Panero: «Podremos si no existe la

Panero: «Y si la rosa no lleva a

Panero: «Qué importa si el

Panero: «Contra más opaco es un

nepensa, al menos conocer otros lugares en la muerte, que no sea en este lugar al que llaman España».

otra rosa, ni la facha a otra facha nos estamos pues refiriendo al aliquid inconfesable de que la poesía no tiene ningún sentido»

infierno es lo único que he conocido yo. Porque el infierno, como decía Mefistófeles a Fausto, está debajo de los cielos».

objeto, más puede hablarnos de la poesía de vanguardia, siempre a punto de tumbarnos de risa como por ejemplo si se habla del queso»

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De visita en Mondragón Viaje al sanatorio de Santa Águeda

El sobrino del poeta, Javier Mendoza, y el artista canario Nicolás Laiz rememoran su primer encuentro con Panero ✒ Por Luisa del Rosario

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e he emocionado al saber que Leopoldo (María Panero) conservó esa carta y se la llevó de Mondragón a Canarias», aseguraba ayer en conversación telefónica el sobrino del poeta, Javier Mendoza. En 1995 el periodista, hijo de Sisita García-Dovan, segunda mujer de Michi Panero, estudiaba Ciencias de la Información en Madrid. En noviembre de ese año se armó de valor y le escribió una carta a Leopoldo María Panero. «Me llamo Javier y soy el hijo de Sisita, la todavía, y hasta que no se demuestre lo contrario, mujer de tu hermano Michi» eran sus primeras palabras. Panero conservó la carta que Javier Mendoza le escribió hasta su llegada a Las Palmas de Gran Canaria. «La recuerdo y me emociona», afirmó el periodista. «De hecho no nos conocíamos. Nos vimos una vez en el Festival de San Sebastián, pero, como le ponía en la carta, al final no pudimos hablar», añade. Javier Mendoza le contaba a Panero que quería conocerlo personalmente y, aprovechando que estudiaba periodismo, le haría una entrevista. «Tenía mucha curiosidad por conocer al hermano de Michi», explica Mendoza. El entonces joven estudiante había frecuentado la casa que los Panero tenían en la madrileña calle Ibiza, a escasos 200 metros de El Retiro. De ella le hablaba también en su carta: «Leyendo tus poema he sentido el deseo de ser piel roja y me he sentido cerca de ti caminando a tientas en la oscuridad de la casa de Ibiza, como si la vieja casa, dejada de la mano de Dios, siguiera exactamente igual desde que te fuiste para no volver. De alguna forma siempre que estoy en la casa de tu familia siento el hueco del pasado, de las personas que vivieron allí, esta sensación de vacío me llamaba mucho la atención y me estimulaba la curiosidad de indagar, de mirar, de escuchar, pero, sobre todo, de leer, lo cual agradezco

bastante a Michi», escribía Javier Mendoza y reproducimos con permiso del autor. Allí, en el piso madrileño de los Panero, vivió Sisita con Michi. En la casa, afirma Javier Mendoza, había una biblioteca impresionante. «Tenía los libros de tres generaciones», añade. Finalmente, todo desapareció. «Michi y mi madre vivían a su manera. Michi tenía un lema: El dinero para que ruede. Así que dinero que tenía, dinero que se gastaba. Con la mala cabeza de que no pagaron la renta, que era de los alquileres antiguos, y les desahuciaron. En esa época Michi ya estaba en el hospital. La biblioteca se malvendió, al menos lo que quedaba porque el hermano mayor ya había vendido todo lo de valor», afirma Mendoza. El periodista no viajó solo a Mondragón. Franqueó la puerta del sanatorio para hombres de Santa Águeda junto a su compañero de estudios, el artista lanzaroteño Nicolás Laiz. «Éramos unos pipiolos, teníamos 19 años», recuerda el pintor. «Yo conocía a Leopoldo por sus libros. Había estudiado su obra. A través de Javier conocí a Michi Panero, y más tarde a Leopoldo. Fue una aventura», relata. «Al llegar a Mondragón vimos las condiciones en las que estaba Leopoldo. Parecía que estabas en el siglo XIX. Comparado con Madrid era ir a un pueblecito cerrado... Se notaba que no era muy permeable. El sanatorio en sí era un edificio bastante aislado del pueblo y no tenía muy buena prensa. La verdad es que sentí miedo. Al entrar te daba pena por la gente que estaba allí y ver cómo vivían», explica Laiz. Sin embargo, al encontrarse con Panero los jóvenes se sintieron mejor. «Le

LA RANA En la imagen de la izquierda, Leopoldo María Panero junto a una fuente en la parte delantera del sanatorio de hombres de Santa Águeda, en Mondragón. «Había una figura de una rana y Leopoldo se moría de risa, la señalaba y se reía», recuerda el artista lanzaroteño Nicolás Laiz, autor de la fotografía, tomada con una réflex en 35 mm.

LA CARTA

fuimos quitando hierro al asuntoEmpezamos a hablar de literatura. Leopoldo saltaba del español al inglés y de éste al francés, todo con citas. Era una collage interminable», comenta el pintor lanzaroteño. Panero se lo pasó «pipa», asegura el artista. «Tuvimos que firmar un permiso como que lo sacábamos bajo nuestra responsabilidad. Cogimos el tren y nos fuimos a San Sebastián. Era como salir con el hermano mayor. Nos pasamos el día de bar en bar, pero él solo tomaba Coca-cola y fumaba sin parar», rememora. Tanto Mendoza como Laiz coinciden en que una vida que, aparentemente parece triste, la de los Panero, no lo era. «Podía ser vista como triste, pero era muy divertida. Eran personas seductoras, tenían el don de hacerte sentir

especial», afirma el sobrino de Leopoldo María Panero. Para Laiz, el poeta «no era un angelito. Era una persona que transgredía los límites. Lo hacía en su arte y en el día a día. Creo que, de alguna forma, el sanatorio mental era su jaula privada, no era una imposición» y, pese a todo, «Leopoldo siempre contaba -continúa el artista-, que su madre lo había metido allí porque en la universidad lo pillaron fumando porros, y porque creía que era maricón. No sé si es verdad, pero es lo que contaba», añade. «Cuando le despedimos se fue en un autobús de San Sebastián a Mondragón y mirando los horarios preguntó ¿a qué hora sale el Anticristo?», recuerda Mendoza quien sigue sorprendido porque su tío conservara la misiva: «Es entrañable». La entrevista que escribieron Mendoza y Laiz nunca se publicó, «yo estaba muy verde», dice el periodista. «Tiempo después le hice otra que sí se publicó. Fue en Interviú», recuerda.

’ ’ ’ ’ LAS FRASES DEL RECUERDO

Javier Mendoza: «Leyendo tus

Nicolás Laiz: «Al llegar a

Javier Mendoza: «Se fue en un

Nicolás Laiz: «Siempre decía que

poemas he sentido el deseo de ser piel roja y me he sentido cerca de ti caminando a tientas en la oscuridad de la casa de Ibiza».

Mondragón vimos las condiciones en las que estaba Leopoldo. Parecía que estabas en el siglo XIX. (...) La verdad es que sentí miedo».

autobús de San Sebastián a Mondragón y mirando los horarios preguntó ‘¿a qué hora sale el Anticristo?’».

su madre lo había metido allí porque en la universidad lo pillaron fumando porros, y porque creía que era maricón».

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SUS LIBROS Los dejó atrás, posiblemente, para aligerar el equipaje. La poesía domina entre los volúmenes de la caja. Uno de los títulos más singulares es Renga, el cadáver exquisito del mexicano Octavio Paz, el francés Jacques Roubaud, el italiano Edoardo Sanguineti y el británico Charles Tomlinson. También dejó atrás poemarios de José Ángel Valente o de Zacarías Custodio. Algunos de ellos están dedicados por los propios autores.

FANZINES La explosión de libertad de expresión que se vivió en la Transición desembocó en el nacimiento de numerosos fanzines y revistas universitarias. Algunos de ellos perduraron en los 90. Panero tenía números singulares. Como los de Los aborígenes, editado en Sevilla; cuadernos con una factura casi manual donde se hablaba de arquitectura, poesía, arte, humor... Allí publicó un cadáver exquisito con César Cortijo. También colaboró con Corydon, donde compartió páginas con Aute o Fernando Arrabal.

Entre los objetos que dejó atrás, Panero tenía un número del fanzine Globo Rojo. El poeta publicó poemas en esta singular publicación que une humor, literatura, pensamiento y sátira.

MONOGRÁFICOS En la caja abandonada por el poeta, hay varios números de la revista de literatura, arte y pensamiento Los Infolios, dirigida por Olvido García Valdés, Premio Nacional de Poesía 2007, junto al crítico, traductor y poeta Miguel Casado. Panero guardaba algunos números editados entre los años 1991 y 1997. En concreto, trajo a la Isla los monográficos dedicados a los poetas Antonio Ortega, Else Lasker-Schüler, Esperanza Ortega, X.L. Méndez Ferrín y Jean-Marie Le Sidaner, entre otros.

COLABORACIONES

’ ’ ’ ’ Sin firma: «Un hombre agarrado

G.: «Querido Leopoldo (...) hoy me

Víctor: «Tiene usted razón al

Indescifrable: «El asunto del

a la sombra de una horca en la pared. Esta carta representa la idea de que toda muerte es un suicidio».

encuentro algo mejor. Ayer también ingerí algo de cerveza, anís ribeiro y otras porquerías etílicas (...)».

afirmar que hubo secretos el 23-F. (...) Pero yo no sabía quién era Sabrina y este incluso mi psiquiatra lo sabía».

traslado sigue su camino, naturalmente ahora retrasado por las vacaciones de agosto, pero todo sigue adelante según el plan».

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Feliz y acompañado en las ferias recuerdos de días extrahospitalarios

Varias personas fueron los custodios del poeta en sus viajes a citas literarias. Adrián Rodríguez acompañó al autor a estos encuentros donde recibía el cariño y el reconocimiento de sus lectores. Allí, junto a sus admiradores, era feliz ✒ Por Carmen Delia Aranda

EL VIAJE

P

or último, Panero no tenía amigos. No podía tenerlos. Mantener una charla con él era difícil, aunque a veces tenía destellos de lucidez. Había quien lo admiraba y lo apreciaba. Pero, por sus estado mental, sus vínculos no eran convencionales, al menos así lo entiende el joven grancanario Adrián Rodríguez, quien, además de verlo con frecuencia, lo solía acompañar a sus citas literarias desde 2009. «Lo conocí en el Esdrújulo. Cogió confianza conmigo, a su manera», dice Adrián, que trabaja en el CafedEspacio, situado en el local que ocupaba la librería-cafetería. Panero se sentía seguro con él, tanto que le pedía que le acompañase a recitales y ferias en la Península. «Cuando lo conocí sabía que era un poeta conocido. Admiraba su figura, pero luego, más que admiración, me daba lástima. Era un coñazo viajar con él, pero le encantaba salir de Las Palmas unos días. En las ferias, estaba en su salsa. Era feliz. Le encantaba que la gente lo saludara y le dijera cosas. Merecía la pena y sabía que, si no iba yo, nadie lo iba a hacer», dice Rodríguez, que acompañaba a Panero desde los 19 años. Pero, no fue el único. Otros también se hicieron cargo de llevar al poeta como Eva González, que lo acompañó a la Feria del Libro de Madrid en 2012, o Félix Caballero, anteriormente, según explica el editor Antonio J. Huerga. «Incluso en su estado mental hacía sus elecciones. Sabía quién tenía que ir y quién no tenía que ir. Si alguien no le gustaba, no le hablaba», explica y asegura que le encantaba acudir a la Feria de Madrid. «Allí se le veía feliz. Esperaba majestuoso a que se le acercaran. Era muy profesional. No se movía de la caseta ni para ir a por tabaco. A veces le pedía a un lector que se lo comprara. Se le veía a gusto», tanto que, según Huerga, Panero ya pensaba en la próxima feria.

En la ca

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Parecía muy profesional, se quedaba quietecito en la silla y no se movía ni a por tabaco. Allí estaba feliz. Se le veía acostumbrado»

’ ’ ’ ’ Afecto. Charo Fierro felicitando al poeta en su último cum-

pleaños, el pasado 16 de junio. «Panero dijo que solo le daría un beso si podía casarse con su editora», comenta Huerga.

Panero intentaba ser fiel a la Feria de Madrid. Su médico, el doctor Manchado, le preparaba el tratamiento para cuatro días y su acompañante era el encargado de dárselo. La editorial alojaba a ambos cerca del evento. El viaje no era sencillo. Adrián Rodríguez recuerda que quiso ir al lavabo durante un despegue. Logró que le dejaran ir, pero no se quedó en el baño como había dicho la azafata. Le pidieron que se sentara y solo obedeció cuando un policía amenazó con arrestarlo. «Tampoco era tan loco».

holgo capric itor, era a d e . su o n n ú n g uié Se Selectivo.on quién hablar y con q c ía g le E . so

RECUERDOS

Adrián Rodríguez: «Volvía al

Adrián Rodríguez: «El mundo

Adrián Rodríguez: «Era una

Adrián Rodríguez: «Tampoco

hospital por la noche para dormir. Pero, por último, no lo dejaban salir. Lo busqué por donde solía estar, pero no lo encontré».

literario es algo hipócrita. Para los escritores era una figura incómoda, también para las instituciones. Ahora vendrán los homenajes»

persona deteriorada mentalmente. No podía tener amigos. A rachas, tenía destellos de lucidez. Era introvertido e imprevisible».

era tan loco. Se gestionaba. Cogía sus guaguas, su taxi, sacaba su dinero... No era un inconsciente. Puede que hubiera algo de pose»

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