205 2014

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A C I N Ó R C

Nosotros tres iniciamos nuestro desfile patriótico al día siguiente en que salimos a visitar la comunidad matsigenka de Tipeshiari, una bastante alejada y que vive más genuinamente los valores del ancestral estilo de vida y cultura indígena. Llevamos a varias internas hasta Keáshiato de camino a Tipeshiari. Dejamos el carro en el km. 20 de la carretera que va hacia Kimbiri y comenzamos a caminar en solitario, porque ningún paisano estaba esperando. Cruzamos la oroya en que Belén ya la manejaba con destreza y Gloria se veía que disfrutaba como "las Carmelas" en el badén de mi pueblo a Logroño. La primera tirada es un poco dura porque se trata de subir casi en vertical y durante dos horas hasta llegar a casa de nuestra amiga y siempre amable hospedera Norma, en su hotel de millones de estrellas que se dibujan en el tejado de su pankochi cuando Poreashiri deja paso a su enamorada Kashiri. La verdad que la subida en esta ocasión demoró más de lo previsto porque al poco de iniciar la escalada, a un paisano se le ocurrió derribar un ciento de árboles para trabajar su chacra y el camino desaparecía bajo este bosque aniquilado. Aquí dejamos muchas fuerzas hasta localizar de nuevo el camino y agradecer a una hermosa matsigenka que rescatara de entre la maraña a Gloria que yacía espatarrada al haber pisado un tronco deslizante. Con Norma estaban otras mujeres y nos dio la impresión que las tres estaban en estado de buena esperanza. La cosa parece milagro, porque casi nunca vemos un hombre por allá, aunque en esta ocasión no tardó en aparecer un paisano alegre y dicharachero a causa del masato que le salía por las orejas. No es extraño que prefieran vivir solas con sus criaturas. De nuevo pienso en la urgencia de tener ya la casita en Kepashiato, para que terminen la gestación sin riesgo para la mamá y el recién nacido. En la única suite acomodamos nuestros sacos cubiertos por mosquitero imprescindible contra insectos y murciélagos que ahora parece están contagiando la rabia y nos han vacunado a todos en Koribeni contra su mordedura. No faltó para la cena un par de latas de atún y sardinas y las señoras aportaron la yuca y el masato. Cenamos alrededor de la fogata. Gloria y Belén disfrutaron de lo lindo y no dejaron de reírse de noche y de día. Y nos dieron las diez, y las once, las doce, la una y las dos y las tres…. Y amaneció todavía con luna, aunque nos visitó también la lluvia en varias ocasiones nocturnas. A las seis nos lanzamos de nuevo al camino que comienza también en vertical. Gloria, quizá por haberse reído demasiado y no haberse repuesto todavía de la gran subida y el poco descanso, optó por quedarse con las señoras hasta nuestro regreso, porque tampoco aparecieron los paisanos para aliviarnos de las mochilas. Gloria se quedaba a gusto entre las tres mujeres y seguro que se reirían

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