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Mi deseo de ir al Perú -lo cierto, que no solo al Perú sino a otras partes de América Latina- arranca de mucho antes. En realidad ha sido un plan acariciado desde largo tiempo atrás y que estaba deseando materializar. A decir verdad, en lo que a Perú se refiere, estuve a punto de ir en el 2000. En el verano de aquel año programé junto con otros dos amigos (un dominico de mi provincia y un compañero de facultad), una visita a nuestros puestos de misión en ese país, pero como no siempre salen las cosas como uno quiere, finalmente yo no pude ir en aquel momento y mi pequeño sueño se pospuso unos años más. De todas formas, y no es solo por tratar de ver siempre la parte positiva de los problemas, de lo que sí estoy seguro es de que en aquella ocasión no hubiera disfrutado de todo el tiempo que tuve en esta oportunidad, ni nuestro plan incluía entonces una participación tan directa en las diversas actividades de las que pude formar parte en este tiempo, vacacional para nosotros en Europa. El número de cursos y el tiempo dedicado a ellos no me permitió conocer directamente lo mucho que se está haciendo desde el vicariato por toda esa gran área de la selva peruana, en cualquier caso, tuve la fortuna de poder contactar con algunas comunidades nativas en Puerto Maldonado y Quillabamba; conocer el Centro Cultural Pío Aza, en Lima; convivir con las comunidades de dominicos, tanto de la provincia peruana como del vicariato, en Lima, Cuzco y Quillabamba; conocer la comunidad de formación S. Alberto Magno de Lima; y, como no, vivir y conocer de forma mucho más profunda el trabajo hecho por la comunidad de S. Jacinto, en Puerto Maldonado; y convivir y compartir las preocupaciones, los sueños y las preguntas por el presente y el futuro de su formación, con los estudiantes del seminario Juan Mª Vianney.

E X P E R I E N C I A

de permanencia allí no me autoriza a considerarme conocedor de esa realidad sino, a lo sumo, expresar algunas impresiones acerca de ella y sin poder profundizar, de verdad, en los análisis.

Mi interés no era en ningún caso fruto de una mera improvisación. Soy consciente, como ya lo esperaba, que en lo personal, y entendido esto en su sentido más amplio, la estancia ha sido de una riqueza enorme. Poder observar la situación que se vive en estos momentos en el área, tanto desde el punto de vista político, étnico-cultural, económica y socio-ambientalmente, y, de forma particular, cómo es esto vivido por las comunidades y las personas, me ha resultado de un gran interés. Esa dimensión inter-étnica y político-cultural me pareció fundamental para intentar comprender lo que está ocurriendo en toda esa parte de América latina. Me preguntaba con frecuencia, si los modelos económicos que tienen la mayoría de los países en la zona les permitirían, alguna vez, llegar a tener una posibilidad de negociación internacional, dada la dimensión que cada uno de ellos tiene aisladamente, si exceptuamos a Brasil, Chile y México. Es verdad que Brasil, Chile, Colombia y Perú han aprovechado bien los últimos cinco años de bonanza económica de los mercados y han experimentado un crecimiento importante. De hecho, Brasil se consolida económicamente, como una de las potencias. En cambio, el desarrollo no solo depende de las condiciones económicas que son

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