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A las 5 de la mañana un ruido extraño en la habitación me despertó bruscamente. Salto de un golpe, la puerta abierta, sonidos en el baño. Pienso en los perros pero encuentro de espalda un hombre que busca un rincón para pispisear. Los borrachos suelen tener mayor necesidad de estos menesteres. Me toca esperar a que acabe la función y se decida tambaleante a recoger sus pasos. Parece ausente, le acompaño a bajar los dos peldaños y aposenta su trasero en el banco de la mesa del comedor. Le indico que vaya a su casa pero no puede oír, menos levantar la cabeza. No reconozco este torso desnudo. Decido retornar a la cama, en vano dormir. Ciertos quejidos de madera me indican que se ha tumbado sobre el banco. Hay que dejarle descansar. Para las 7 ya se van levantando nuestro personal, las chicas rodean el cuerpo inerte, con un vaso de agua procuro despertarle vertiendo suavemente sobre su frente.

T E S T I M O N I O

postergado la rifa que tenían como Comunidad Cristiana para el domingo 12, ya que, con tantas actividades, no se han vendido todos los boletos. El televisor y la grabadora han retornado a la biblioteca y la carpa con las hojas de crisneja, que hábilmente han tejido las genovevas, ha sido llevada en andas por los supervivientes del albergue.

Una sonrisa apareció en su cara. ¿Quieres más? Ahí no más. Una vez incorporado completé la ducha sobre su cerebelo, restregando su cabello duro cual cola de caballo.

La octava El señor de Coyllor Ritty, o de cualquier otra de las 20 formas que lo escriben, es una de las devociones más populares de la gente serrana. En mi estancia en Cusco pude comprobar el profundo sentido religioso y místico que dan a la peregrinación de varios días para llegar a su santuario en las cumbres nevadas del Salkantay. Como no podía ser menos, este pueblo reza con sus danzas. Semanas de preparación y ensayo, trajes típicos, gorros multicolores, látigos de lana de llama… Antes de partir venían a la misa y al regreso concluían su periplo con otra misa en casa. El mayoral o capitán pone el orden y los pabluchas la disciplina en el ambiente. El mayordomo o alferado corre con los gastos de alimentación, alojamiento y alquiler de los trajes de todos los danzantes, durante los días de la fiesta, así como los viajes y transportes necesarios.

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