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X I O N E S R E F L E

11. Cosecha de las almas. Es algo grandioso saber que toda la entrega misionera encaminada hacia nuestros hombres, mujeres, niños han obtenido respuesta generosa. ¡Cómo han respondido nuestras gentes de la Selva, del campo, del Ande, de nuestras pequeñas y medianas poblaciones! Ellos comprendieron que los misioneros y misioneras llegaban para ofrecer, no sólo unos remedios sino la propia vida. A lo largo de los años, los comuneros de la selva y del ande entendieron que aquellas personas "de fuera", "extrañas" llevaban en sí algo que les cautivó desde el primer momento: el amor y cariño. Los misioneros fueron respetados, admirados, acogidos porque no hicieron de sus vidas pantalla para pactos oscuros o utilidades lucrativas deshonestas. Nuestros misioneros y misioneras fueron auténticos, por eso, sus restos descansan en los camposantos de Sepahua, Maldonado, Quillabamba, Lima… 12. Y los cantares se hermanaban con la cosecha de las almas. Los Puestos de Misión en lugares apartados, la atención y respuesta de nuestras Comunidades Cristianas Campesinas, el Seminario "San Juan María Vianney" en Puerto Maldonado, la erección canónica del Monasterio de Monjas Dominicas de Clausura "Nuestra Señora del Rosario" en Quillabamba, los programas de catequesis de bautismo, primeras comuniones, confirmaciones, las escuelas de teología, el trabajo arduo en la promoción vocacional de los frailes dominicos del Vicariato, la palabra de Dios a través de las ondas radiales presentes en Maldonado, Quillabamba, Iberia, Sepahua, Puerto Esperanza; en fin, tantos y tan variadas formas de ingeniosa evangelización nos hablan de que, en efecto, la cosecha de las almas ha sido una realidad palpable. 13. Cosecha de la dignidad humana. Hablo desde la perspectiva personal, de lo que he vivido a lo largo de estos 36 años en el Perú. Como Obispo responsable de la Evangelización (que ahora llaman "integral" o "global") he podido asistir a la dedicación y sufrimiento de nuestros misioneros y misioneras. Debo reconocer que un verdadero ejército de personas entregadas se "vaciaron" por completo en la defensa de los hermanos más marginados, más olvidados, más aislados. Siempre he pensado que la gente de nuestra selva puede ser libre, que la educación es para todos, que la salud es un derecho, que la marginación de las mujeres no tiene cabida en nuestro mundo, que las tierras, protagonistas del vivir de esos seres humanos debían ser respetadas, tratadas con delicadez porque fueron sumamente generosas con los hijos de la selva. El mundo de nuestras comunidades nativas de la selva y del campo sabe que pueden seguir contando con el tesón, la firmeza y la valentía de unos hombres y mujeres, llamados misioneros, que arriesgan y seguirán arriesgando sus energías a favor de la dignidad humana de estos hermanos nuestros que son peruanos y que parece se les niega este elemental derecho. Las batallas libradas han sido numerosas y en todos los foros posibles: gubernamentales, regionales, nacionales, internacionales. Perdimos batallas, pero confiamos en la victoria final. La voz de alerta sigue en lo más alto, y esa voz misionera a favor de la dignidad humana no podrá ser acallada. 14. Cosecha en el campo educativo. Desde siempre, la atención a nuestros hermanos en el terreno educativo ha sido prioridad. Hemos hecho infinidad de esfuerzos, quemamos muchas energías, removimos cielo y tierra con la finalidad de que nuestros niños, nuestros jóvenes pudieran gozar de las oportunidades que otras

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