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La inculturación, por consiguiente, no es un acto, sino un proceso, es decir, supone y abarca la historia y el tiempo. Es un proceso activo, que exige mutua acogida y diálogo, conciencia crítica y discernimiento, fidelidad y conversión, transformación y crecimiento, renovación e innovación. La inculturación supone interacción entre fe viva y cultura viva. Por lo tanto, en una teoría en la que se relativizan las culturas es necesario el conocimiento previo de la realidad social y cultural antes de realizar la evangelización inculturada, es decir, conocimiento previo de esa humanidad que se quiere transformar en el Evangelio. Pero ese conocimiento o estudio de la realidad debe ser, al mismo tiempo, dialéctico y crítico. Dialéctico, porque "la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre" (E.N.29), la cual no sería posible sin entrar en diálogo con las culturas y con los hombres, que aún no creen y que interpelan el Evangelio con palabras, obras e ideologías. Y debe ser crítico,

porque las interpretaciones que se pueden dar sobre la realidad cultural concreta que se va a evangelizar, pueden ser diversas y opuestas, o pueden ser variados u opuestos los métodos y prácticas y de ahí los resultados de la evangelización.

R E P O R TA J E E S P E C I A L

suya, como hemos visto en el acápite anterior. La inculturación designa el proceso activo a partir del interior mismo de la cultura que recibe la revelación a través de la evangelización y que la comprende y traduce según su propio modo de ser, de actuar y de comunicarse.

Queremos decir con esto que la evangelización supone en los pueblos unas formas de vida, unos valores, unas líneas de pensamiento, una religiosidad, en fin, una cultura, que la condicionan. También supone, claro está, que el estudio de esta realidad hecho por los misioneros, y por otros va a estar condicionado por su cultura. Pero no deben importarnos tanto los condicionamientos de la cultura del misionero para comprender objetivamente una realidad, cuanto los condicionamientos culturales que tiene el evangelizando para comprender la evangelización que se le imparte. No se olvide que estamos hablando al interior de la teoría de la relatividad de las culturas, la cual concede al pueblo indígena capacidad de interpretar con sus esquemas culturales el Evangelio y para crear nuevas formas de vida y de integración en El. Esto es de suma importancia en la evangelización del Bajo Urubamba. La evangelización inculturada supone que el misionero predica oportuna e importunamente y el indígena recibe el mensaje y lo reinterpreta a través de su propio conocimiento religioso.

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