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El momento ha llegado, pausadamente respondo al llamado de abordar el avión que me llevaría a Lima - Perú. En el avión me acompañaba mi viejo y deteriorado Nuevo Testamento; hice lectura reiterada de pasajes de la carta de Pablo a Timoteo; posteriormente escuché música, disfrute de un rico almuerzo; cerraba mis ojos, pero no podía dormir, el paisaje era demasiado hermoso y constantemente me los hacia abrir. En este momento ya no pensaba en nada ni en nadie; sólo observaba. El mar y el Puerto del Callao, me dieron la bienvenida a Lima. Al entrar al aeropuerto Jorge Chávez, sólo intentaba ubicar la puerta de salida, tenía algo de temor de que nadie estuviera a mi espera; sin embargo llevaba en mi pantalón un papelito con la dirección a dónde debería llegar, por sí acaso, jajaja. Al llegar a la salida había muchas personas y diferentes letreros con diversos nombres. Al principio no leía ninguno, pero rápidamente leí uno que decía – Isabel - ¡Por Dios! ¿Cuántas Isabel habría en este vuelo? ; miré a mí alrededor, asegurándome que nadie corriera hacia ese letrero, - esto fue muy gracioso -; me acerqué al letrero, la mujer me identifica y me indica que la siga, como borreguita salí detrás de ella, llegamos al automóvil, nos presentamos y descansé, ¡No se había equivocado de pasajera!. En ese momento era conducida por la Vicaria provincial de las Hermanas Dominicas Misioneras del Rosario. Al llegar a la casa Provincial, las palabras de bienvenida se manifestaban en diferentes voces femeninas, fui plácidamente vinculada a algunas actividades de la casa como la liturgia, eucaristía, compras y pendientes administrativos; en fin, ellas trataban de sacarme de casa para que conociera; estuve de paseo todos los días, jajaja, y yo encantada; todo era nuevo y motivo de disfrute para mí. Recuerdo con agrado mi vinculación a algunas actividades en beneficio de los recientes afectados por el terremoto en el Perú; estas actividades me hacían sentir parte de esa tragedia y desde ya parte de este pueblo. Otro momento que recuerdo fue la celebración de la fiesta de Santa Rosa de Lima; y sí que en este pueblo es una verdadera fiesta. La compartimos como familia; la comida estuvo deliciosa, como toda la comida peruana que he probado hasta el momento. La homilía hizo énfasis, entre otras cosas en ideas como, ¿Qué de bueno puede salir de Nazaret?, ¿Qué de bueno puede salir del Perú?. Recordé que varias personas de otras nacionalidades, incluyo con tristeza personas de mi país, se burlan de algunos rasgos culturales del Perú; cuando yo escuchaba estos comentarios con mi cabeza los desaprobada, pero mi silencio también me hacia cómplice; creo que no tenía los elementos para iluminar este tipo de conductas. Hoy tengo la gracia de descubrir el valor de este pueblo, en sí el valor que tiene todo pueblo ante Dios y ante cualquier persona que descubra el simple valor de lo humano. Hoy me uno a lo planteado por mi hermano fraile de nacionalidad peruana: “La dignidad de un pueblo no está en su desarrollo, la dignidad de un pueblo esta en lo que vive y siente” y este pueblo sí que vive y sobre todo siente. Días después visité en compañía de una angelita de la guarda que encontré por aquí, algunos sitios Dominicanos, como el Convento San Alberto, y el Santuario de santa Rosa de Lima; he de compartir que sensaciones muy bellas me embargaron al estar en la tumba de Martín de Porres y de Rosa de Lima; observar las que fueron sus habitaciones, caminar por los pasillos por los que sin duda ella, él y también Juan Macías caminaron, es sin duda una experiencia muy Dominicana, que difícilmente podré omitir. Al entrar al santuario, mis lágrimas manifestaron la emoción; de rodillas les pedí que guiaran mis pasos por sus tierras, que orientaran mis acciones por la senda que ellos y ella optaron. Hoy me siento orgullosa y premiada por estar en el Perú, por vivir esta experiencia de Predicación en una tierra tan nuestra, tan Dominicana. Otro momento especial fue recibir llamadas de mis hermanos laicos y laicas del Perú; si bien la gracia de Dios ha permitido a través de nuestra incipiente organización laical mantener contacto con hermanos y hermanas de diferentes nacionalidades, sentirme acogida por ellos y ellas, conversar, conocer otras formas de organización laical y observar la grandeza de nuestra vocación es sin duda una gran experiencia; son mis hermanos, y hermanas, somos un mismo llamado vocacional revelado de forma diversa, somos los Predicadores y Predicadoras; ahí comprobé que ya hemos generado comunidad aún cuando no nos conocemos personalmente, aún cuando la

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