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DEFENDEMOS LA ECOLOGÍA P. Pedro Rey, OP Misión Shintuya

Son muchos los que dicen que la Misión de Shintuya es enemiga de la ecología. Esto es totalmente falso, y además va contra la ética de la Misión. En día 09 de Mayo se celebró un aniversario más de la creación de la Reserva Amarakaire y se me solicitó una Misa de Acción de gracias donde asistieron autoridades de la Reserva y guardaparques. En la homilía se les dije lo siguiente: “Y vio Dios que todo era bueno”. La Iglesia Católica tiene desarrollada una doctrina sobre la ecología; una doctrina que no parte de principios utilitaristas, sino de principios teológicos y antropológicos. El universo tiene su propia autonomía y forma parte del hombre; y aunque el hombre es dueño del universo, por voluntad de Dios, el universo tiene una autonomía propia que debe ser respetada, para que el hombre, que es su dueño, pueda desarrollar su vida. Destruir el universo es un pecado, porque al mismo tiempo destruimos al hombre. Los sistemas morales se han construido sobre la consideración de las relaciones del hombre con los demás hombres y del hombre con la sociedad y las instituciones sociales; pero ha quedado fuera una tercera dimensión: las relaciones del hombre con el medioambiente, considerado ahora éste como lo que está más allá de la estricta comunidad de los humanos. Introducir esta dimensión en la consideración del mundo supone abandonar la concepción del hombre como dueño y propietario del medio, de la naturaleza, para entenderlo como un usufructuario de ella. La convivencia humana siempre ha estado caracterizada por el egoísmo y la destrucción. La grave falta de amor del hombre hacia Dios en su propia creación lo llevó a generar procesos de dominación personal y social, acaparando bienes y recursos. Así los países ricos, no sólo no se contentaron con destruir su propia naturaleza, sino que han hecho lo mismo en otros países, a través de un proceso industrial y tecnológico, cuyo destino no es la satisfacción de las necesidades humanas, sino la acumulación de dinero y riquezas muertas, devastando otros continentes. El Papa Pablo VI nos dice que por causa de una explotación irracional y desaprensiva de la naturaleza, el hombre puede destruirla y pasar a ser víctima de su degradación. Y Juan Pablo II, iniciando el año nuevo de 1989, comienzo diciendo: Paz con Dios Creador, paz con toda la creación. El mismo Papa señala que, en nuestro tiempo la paz mundial se halla amenazada, no solamente por la carrera armamentista, sino también por la falta del debido respeto a la naturaleza que conlleva la explotación desordenada de sus recursos y el deterioro progresivo de la calidad de vida, lo que provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad que a su vez favorece formas de egoísmo colectivo. Si el hombre no está en paz con Dios, la tierra misma tampoco estará en paz. Se han aplicado indiscriminadamente adelantos científicos y tecnológicos sin medir las consecuencias y, desde luego, sin importar la vida humana; tal es el caso de la destrucción de la capa de ozono que tantos daños nos está causando. Esto nos hace pensar que existe una falta de respeto a la vida, que las razones de producción prevalecen sobre la dignidad humana y la dignidad de la creación, y que los intereses económicos se anteponen a la paz y a la convivencia humana en armonía con el universo. El respeto a la vida es la norma fundamental que debe inspirar un sano progreso económico, industrial y científico. Y cuando hablamos de respeto a la vida, nos referimos al respeto a la vida en su integridad: hombre y creación.

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