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pensamos que a este concepto se le da un sentido abstracto, pues se le puede estudiar por separado, aislarle para su análisis, preguntarse cómo se realiza en cada una de las partes y qué efectos tiene en cada una de ellas, dándole, tal vez, más importancia a las formas de la incultura­ ción que a lo que sería en sí la interacción y el diálogo continuados en una evangelización. Queremos decir con esto que, en la práctica, en una evangelización planificada como diálogo permanente, no se plantea el tema de la inculturación en forma tan trágica como se le suele plantear cuando se la estudia fuera del diálogo. Hemos llegado al final del trabajo. Hemos visto que en el trato con los indígenas de la selva es conveniente dejarles en libertad para que ellos mismos se desenvuelvan dentro de la realidad en que viven, y que nadie pretenda tomar su voz como si no tuvieran voz propia. Disponen de mecanismos para hacer la inculturación. Uno de éstos es el uso del proceso, que pone en confu­ sión a los “grupos de interés”, como son los misioneros, los petroleros, las ONGs, instituciones etc., porque no le entienden. He pretendido hacer un comentario a las palabras del P. Gustavo Gutiérrez: Que no conviene “ el tomar la voz por los que no tienen voz; hay que dejar que los que no tienen voz la tengan por sí mismos” .

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