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principal, por relación al Yaveriri que es el padre de todos, el padre que da la vida. Sin embargo uno puede decir a otro: Tu eres machiguenga, por los signos, por el idioma utilizado, por la manera de vestir, por la manera de caminar. Estos signos se reflejan con la palabra matsiguenga. Pero propiamente uno pueden decir yo soy Mavaenti y ese es el nombre propio que pudiera decir un machiguenga. Hay discusión entre los matsiguengas, entre los antropólogos, entre los lingüistas, sobre cuál es el nombre. A propósito de los nombres campa y matsiguenga se pone en evidencia que los lingüistas han tenido mucha culpa de la confusión introducida entre las etnias de esta familia. Volviendo a nuestro tema sobre el matsiguenga viajero encontramos en la historia testimonios de esta faceta. Lo estudiaremos en dos partes: En la primera mitad del siglo XX (19001950) y en la segunda mitad del siglo XX (1950-2000). I. Movilidad de los matsiguengas. Primera etapa (1900- 1959). Escribe un misionero: “Un grande e inesperado acontecimiento vino a interrumpir esa marcha progresiva y civilizadora: El aparecimiento del caucho. A la manera que el huracán arrasa y devasta cuanto encuentra, así el cauchero destruyó y aniquiló cuanto de bueno y útil tenía el departamento. Por el caucho se han perdido los pueblos ribereños, se ha paralizado la civilización de los indios, y la gente de las poblaciones se ha conducido a Iquitos a manera de rebaños, desde donde fueron distribuidos en su mayor parte al lugar del trabajo. Y destruido el caucho, ¿qué queda de las grandes riquezas y del gran porvenir del Oriente?" (ORTIZ, D. 1974:483). Oro misionero escribe: A punta de bala de carabina Winchester 44, los indios del Ucayali, del Tambo, del Gran Pajonal y del río Urubamba, son conducidos a los trabajos de explotación del caucho en el Madre de Dios y Manu (FERNANDEZ, W. 1952:150). "El cuadro aterrador que allí se desarrolla en medio de la oscuridad y confusión es imposible que la pluma pueda describir. Gritos de indignación, aullidos como de fieras, imprecaciones, lamentos, lágrimas. Terminada aquella masacre espantosa, los asaltantes se apoderan de los niños y de las mujeres a quienes violan por la fuerza, los amarran como a bestias y los conducen a golpes y precipitadamente a las canoas. Y luego esas codiciosas presas humanas son vendidas como se venden las bestias" (ORTIZ, D: 1974, p.482-483). Von Hassel dice en 1902: "Estas tribus son objeto de continuas correrías, iniciadas por los blancos en su mayor parte y en las que hacen lucrativo negocio en carne humana. Existen individuos que en término de 4 a 5 años venden más de 390 de estos pobres seres. A causa del mal trato y brusco cambio del modo de vivir, mueren por lo regular el 60% de los infieles traídos de las correrías, sin contar con los que perdieron la vida en ellas. A los más jóvenes se les ocupa en trabajos domésticos, se les trata como esclavos y los patronos, por lo general, abusan de las escasas fuerzas y corta edad de esos pobres seres. Los infieles, pues, nada aprovechan de la civilización; por el contrario, aprenden muchos vicios que no conocían en sus montañas" (HASSEL, G. von, 1902: 211-212). La Iglesia católica levantó su voz contra los abusos de esta etapa de la historia de la Selva. Pío X el 7 de junio de 1912 dirige a los Obispos de América Latina la Encíclica “LACRIMABILI STATU INDORUM” (“la miserable condición de los indios”). Habla de "execrables atrocidades". Dice: “Los misioneros escribieron sus memorias, en las cuales nos relatan las grandes maldades que son capaces de hacer unos hombres contra otros hombres, movidos por el espejismo del dinero” La misión del Manu es creada el 4 de octubre de 1908 en medio del fervor del caucho, en el campamento del cauchero Perdiz. Aquí trabajaban 400 hombres campas y 300 piros, llevados desde el Ucayali con sus mujeres e hijos. En Sotelija, Alto Manu, el cauchero Baldomero Rodríguez tenía a su disposición 700 campas y 400 piro, llevados del Ucayali y del Urubamba. La escuela misional del Manu tenía niños campa, piro y shipibo (Fernández, W. Ib). El P. Pío Aza en 1910, desde el río Manu, informa a Mons. Zubieta sobre la situación en que viven allí los indígenas, que son esclavizados, perseguidos, que trabajan sin ninguna protección y que es necesario poner algún coto a las correrías para capturar mujeres y

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