Octava Planta

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| DESTINOS > alfonsinos por el mundo

Antonio Rodriguez

Jonathan Aguilar

Son poco más de las 23:35 y entro en el bar en el que he quedado con Jony. No me preocupa llegar tarde, sé que él nunca ha sido puntual. El garito en cuestión que se llama Alexanderplatz (Vía Ostia, 9), es un bar muy agradable, aunque salta a la vista que lo ha elegido un estudiante de arquitectura, digamos sin molestar, que es un poco “modernito”. Sorprendentemente me está esperando sentado en la barra con una Birra Moretti. Se toca dos veces el reloj recordándome mi impuntualidad. Jonathan: ¿Es verdad lo de la cagada brutal en la cocina del quinto? Es lo primero que me suelta. Me desconcierta la capacidad de transmisión que tiene lo que ocurre en la resi. Antonio: Pues la verdad, parece ser que sí. Pero, antes de nada, ¿cómo así has llegado tan puntual? ¿Tanto te ha cambiado Italia? J: Y que lo digas, he dejado hasta de fumar No me da tiempo ni a darle la enhorabuena cuando se echa la mano al bolsillo del pantalón y saca una caja de Lucky. Coge un cigarro y lo enciende. J: ¿Quieres? A: ¿No me acabas de decir que…? J: Veo que sigues siendo igual de “pringao”. Agacho la cabeza y saco el papel donde tengo escritas las preguntas que tengo intención de hacerle. Antes de que pueda empezar me interrumpe. J: Pero, ¿de verdad vas a hacerme una entrevista para la revista? A: Hombre, en eso habíamos quedado. J: No te lies niño, da lo mismo, escribas lo que escribas, te lo van a censurar ¿No recuerdas qué pasó con nuestro artículo del año pasado? Y es que Jony se refiere al artículo que hicimos conjuntamente en la tercera edición del año pasado sobre la fiesta de las becas, donde la oscura mano de la censura eliminó varias de las frases que escribimos y tradujo al castellano otras muchas escritas en andaluz. A: Vamos Jony, no me jodas, que son dos créditos. J: Y la cena gratis, no te olvides, pájaro -Me reprochaA: Que te peten, háblame del Erasmus ¿Qué tal el año?

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J: ¡Buah! Salvaje, esta siendo de más. A: Pero ¿en qué sentido?, explícate. J: Mucha fiestaca, conociendo gente, viajes de la ostia. No pongas ostia Antonio, pon asteriscos y así les facilitas el trabajo a los inquisidores, digo maquetadores de la revista. A: ¿Y la carrera? J: (Se ríe) Bien. No, en serio, está yendo bastante bien. A: Y a Loli, ¿la ves algo? Se da la vuelta y se dirige al camarero J: Una birra, per favore Fabio Me sorprende lo logradísimo que está el acento italiano. Se vuelve hacia mí y me dice: J: ¿Quieres algo, tontaina? A: Una Coca-Cola J: Y un’altra birra per il mio amico El camarero asiente y sirve dos cervezas. J: Ya verás que mala es la cerveza aquí en Italia. ¿Qué decías de Loli? A: Nada, ¿qué si la ves algo? J: Sí, pero vamos, no mucho, sólo de fiesta y generalmente no solemos coincidir estando en el mejor estado posible. No me quito de la cabeza lo bien que ha pedido las cervezas en italiano, no dejo pasar la ocasión y le pregunto por el idioma. A: Y, ¿el italiano, qué tal? Te he visto muy suelto pidiendo las birras J: El italiano de pena, me voy a ir de aquí sin saber hablarlo, pero vamos, cuando una frase la has dicho un millón de veces, pues como que… Le doy un sorbo a la cerveza y efectivamente es bastante floja. A: Y aun siendo mala como dices ¿sigues pidiendo cerveza? J: ¿Qué quieres que pida? A: Una Coca-Cola por ejemplo Me mira de arriba a abajo con cara de desprecio. No me responde. J: Y el botarate este de Rajoy ¿acabará con España antes de que pueda volver? A: Eso parece. ¿Es que tienes ganas de volver a la madre patria? J: Para nada, con la angustia que tengo que me quedan sólo un par de meses. La conversación se prolonga durante un par de horas, tocamos temas peliagudos como política, la dichosa crisis, los vicerrectores y otros cuantos más, pero para no herir la sensibilidad de nadie y evitar que nos reduzcan el artículo a una foto de el y mía sacada del Tuenti, los obviaremos. Es tarde y el camarero baja la persiana a media altura. La gente empieza a salir. Saco la cartera con intención de pagar las cervezas, aunque Jony me lo impide, y le hace un gesto al camarero con la mano, un algo así como “apúntamelas”. Cojo el abrigo aunque él no hace lo mismo. J: Yo me quedo un ratillo más, ahora empieza lo mejor de la noche. Nos damos un abrazo y nos emplazamos al próximo año. Me deja con la duda de si volverá o no al Alfonso. Salgo del bar y el camarero cierra tras de mí completamente la verja. A través de la ventana puedo entrever como Jonathan se dirige hacia un grupito de no más de seis personas que se sientan en torno a una mesa plagada de botellas de cerveza vacías. Jony se remanga y se sienta con ellos. Coge una guitarra y comienza a tocarla, los demás palmean. Empiezo a andar por las calles de Roma dirección al hotel. Llueve. De fondo puedo oír como suena “Volando voy”.

Octava l a n t a

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