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David San Bruno & Leticia Suárez
La Capea Cultural Este año ha vuelto a nuestra semana cultural el evento más esperado del año por los taurinos de la residencia: La Capea. El día comenzó como siempre, esperando en la salida del autobús a los más perezosos y dormilones, que como siempre intentaron arañar unos minutos más de sueño. Ya montados en el autobús nos dirigimos a Tudela de Duero, donde está ubicada la finca en la que se desarrolló la capea. Cuando llegamos la gente que ibamos en el primer autobús se puso un poquito de música (por cierto, muy buenos los discos preparados por los dj´s del Alfonso) y comenzamos la mañana dando unos toques con un balón que llevaron la “panda del moco”. A pesar de que no estaba permitida la entrada de ningún tipo de bebida dentro del recinto, el bar nos ofreció una gran variedad de “refrescos” a un módico precio, lo que hizo que los alfonsinos fueran ganando fuerzas para enfrentarse a las diferentes vaquillas que nos acopañaron durante todo el día. La faena empezó en torno a las doce de la mañana. Al principio pocos fueron los valientes que se atrevieron a deleitarnos con sus mejores quiebros y recortes, pero poco a poco pudo verse cómo la plaza iba llenándose de atrevidos toreros. Algunos solo asomaban sus cabezas por el burladero, pero otros nos divertían con bonitos pases, al más propio estilo del gran Morante de la Puebla. La sorpresa positiva llegó con la aparición en escena de la segunda vaquilla. En ese instante, irrumpió en la plaza el que a la postre se coronaría como gran triunfador de la tarde: el loco Crespo. Saltó a la plaza con unas gafas de sol que no nos dejaban ver sus ojos saltones, y acto seguido empezó a realizar una serie impecable de quiebros que dejaron con la boca abierta a todos los que nos encontrábamos en la plaza. Sencillamente magistral el maestro Crespo, que tras meterse la vaquilla de nuevo a los corrales fue cogido en hombros por dos fornidos mozos: Jose Tutor y Diego Margusino. A continuación, los dueños de la capea quisieron que la gente menos animosa saltase al ruedo, y nos sacaron una vaquilla-perro con la que incluso las chicas más sositas se soltaron la melena y desafiaron al animal. Hubo quiebros o intentos de ellos de toreras como Clara, Isa Santidrián, Elena Marijuan o el valiente villalba, que poco a poco fue cambiando la cámara de fotos por el capote “casero” que llevamos de la resi.
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Las vaquillas se iban sucediendo una tras otra, hasta un total de doce, que entre lo cansadas que estaban y la valentía y la fuerza que mágicamente pareció inundar a los alfonsinos bien entrada la tarde, dio como resultado una plaza llena de gente que no se sabía si estaban toreando a la vaca o les estaban toreando a ellos. También tuvimos la ocasión de hacer unos juegos en compañía de la vaquilla. Nos dividimos en equipos y jugamos a una especie de “pañuelo futbolero” que a más de uno le dio un disgusto en forma de revolcón. La verdad es que pocos fueron los que llegaron enteros a casa, unos debido a las embestidas de la vaquilla y otros como consecuencia de los impresionantes saltos que realizaban presos del pánico. El día se estaba terminando y pocos eran los alfonsinos que quedaban por bajar al ruedo. Llegó el primer autobús y los más débiles se fueron retirando a la residencia con la experiencia de un gran día entre vaquillas, mietras tanto los más aventureros decidieron esperar al segundo autobús y aprovechar el tiempo que les quedaba en aquel magnífico ambiente taurino. Los últimos sobrvivientes acabaron el día en la Delibes contando las batallitas que nos acontecieron en esta jornada intensa, dolorosa, pero sobre todo divertida como pocas. Esperemos que al año que viene podamos repetir la capea con tanta afluencia de alfonsinos y acompañantes, y que nos lo pasemos tan bien como nos lo hemos pasado este año en la finca de Tudela de Duero.
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