Revista Octava Planta Nº 45

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| EN PORTADA > 20 años de residencia

Willy & Víctor

Entrevista a Félix Martínez Llorente ningún tipo de gasto porque nos lo subvencionaron al comprar la equipación de los equipos. Elegimos como color para la Residencia el azul frente al rojo del Colegio Mayor Santa Cruz y creamos el escudo. Cada curso académico hacía tres ejemplares encuadernados con las fotos de las comisiones, sus integrantes y la memoria anual: uno para el Rector, otro para el centro y otro para mí. Ahí se pueden ver todas las actividades que distinguían al centro, y cómo con suficiente inteligencia se puede hacer de todo con pocos recursos económicos. Está claro que es complicado, pero yo recomiendo a la gente que se involucre en el tema, que asuma responsabilidades académicas, considerándolas como si fuesen algo propio. Una vez abandoné la Residencia el acto académico continuó realizándose igual, los residentes sabían cómo hacerlo. Pusimos en marcha el espíritu corporativo, que la gente se sintiese orgullosa de estar en la Residencia, para mí era un auténtico privilegio estar allí. 1. ¿Cómo te encontraste la Residencia a tu llegada? Cuando llegué a la Residencia, esta llevaba ya cuatro años en funcionamiento. A mi llegada me encontré con un enorme problema de organización, no había ningún orden administrativo, ni control de los residentes que habían pasado por la Residencia, ni sello oficial del centro o reglamento de régimen interno. La Residencia tenía mala fama: era el lugar en el que terminaba la gente una vez se cerraba la estación. Al principio la gente pensaba que iba a destrozar la Residencia, pero al inicio del segundo año todo cambió drásticamente, había nuevas normas; por citar algunas, en las habitaciones solo podía dormir el propio residente y estaba prohibido cocinar en ellas. La gente se sublevó y al acto de fin de curso no fue nadie. Ese primer año tres o cuatro tutores, antes de acabar su mandato, robaron a la Residencia y, al final, les condenaron. Fue con esa noticia cuando se dio el cambio radical: la gente se percató de quién había estado realmente representándoles. Ejercí como director desde enero del 95 hasta diciembre del 98, al mismo tiempo que era Director de la Escuela Universitaria de Trabajo Social, de la cual elaboré el Reglamento Interno. Era un trabajo inmenso, incluso llegué a estar ingresado. Traté que fuese un lugar de referencia, en el que la gente pudiese estar a gusto con actividades académicas. 2. ¿Cuáles fueron los cambios más importantes que impulsaste en tus años de la Residencia? Las normas de funcionamiento interno quedaron demasiado duras, pero tras una serie de cambios funcionaron perfectamente. Estaba en la Residencia de ocho de la mañana a tres de la tarde, todo el mundo sabía que estaba, aunque ni dormía ni vivía allí. A las ocho volvía de nuevo para la reunión de tutores y al día siguiente ya había empezado a solucionar todos los problemas que exponían los trece tutores, uno por cada pasillo. Aparecieron varias comisiones y dimos la opción de que se apuntase la gente. No hubo comisión con menos de 15 participantes. Tuvimos que organizar todo de la nada, pero fue como si llevásemos años haciéndolo. Hicimos un aula de informática, cableamos la Residencia entera sin ningún coste y nos ofertaron poner un teléfono por habitación, de modo que cada residente pagase sus propias llamadas; eso sirvió para incluir servicio de Internet, fueron 3 millones de pesetas que se ahorraron. Además, se cambiaron los platos de ducha por bañeras y se pusieron barandillas en todas las ventanas. Abrimos el gimnasio sin

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3. ¿Cómo era la vida universitaria durante tu dirección? ¿Qué actividades caracterizaban la Residencia? A lo largo del año hacíamos múltiples actividades, dábamos a conocer la vida universitaria. Además, buscaba múltiples fuentes de financiación. Estábamos continuamente en los medios. Cada año se hacía un concurso de camisetas y conseguí que El Corte Inglés nos subvencionara el premio para el ganador. No sé si todavía lo tendréis en la Residencia, pero había una obra que nos cedió Cuadrado Lomas, pintor vallisoletano que está en museos internacionales, obras que incrementan el patrimonio de la Universidad. La Semana Cultural la hacíamos coincidir con la semana del 23 de abril o del 1 de mayo; en ella teníamos capeas, el trofeo Rector, los torneos internos, conferencias y actividades diversas, y culminaba con el acto de fin de curso, donde el Rector o la Vicerrectora daban el premio a los ganadores. La Residencia se transformó radicalmente, era raro el acto académico en el que no estaba el Alcalde o el Presidente de la Diputación. Traía gente de la talla de Carmen Martín Gaite, Julio Llamazares o Manuel Fraga, gente a la que insistía hasta que finalmente venían. 4. ¿Por qué dejaste la Residencia? La decisión de abandonar la Residencia fue propia, y no me arrepiento de ella. La verdad es que ser Director de un centro con interés y ganas es una carrera de fondo. En estos cargos hay que moverse, hacer lo máximo posible e irte; si te quedas y pasas del tema, ya no tienes ni iniciativa ni voluntad. Una vez dejé la Residencia, se me nombró Residente de Honor en junio del 99, aunque antes se me hizo un homenaje en febrero, propiciado por el nuevo Director y por el Rector Jesús María Sanz Serna, y que fue realizado en la propia Residencia a petición personal. 5. ¿Has mantenido el contacto con la Residencia desde tu marcha? He colaborado con la Residencia siempre que se me ha pedido. La vinculación sigue siendo muy estrecha, aunque desde hace dos años ya es menor. Este año se me mandó una invitación, pero como se me envió tarde y ya tenía compromisos no pude ir. Todos los directores me invitaban al acto de fin de curso, al que iba con mi beca, ¡que todavía guardo! p

Octava l a n t a


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