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Monumento Nómada de Jaume Plensa
miendo la Isla de Santa Margarita, a la que se accede con un barco que sale de Cannes. No se tarda mucho en llegar desde la ciudad y es una forma de pasar una tarde diferente. Si estáis en la Costa Azul y no visitáis Niza, cometéis un delito. Sin duda fue la ciudad que más me gustó. Niza es una de las ciudades más importantes de Francia, con casi 400.000 habitantes. Se ve tranquilamente en dos días (de nuevo recuerdo la facilidad para viajar por la Costa Azul con los trenes) y lo que más destacaría es el barrio italiano. Si habéis visitado cualquier ciudad italiana no os sorprenderá, pero creedme cuando os digo que después de días viendo yates, deportivos, hoteles lujosos... se agradece pasear por calles estrechas, con ropa tendida en los balcones, en las que cada casa es de un color. Es representativa de la ciudad la catedral rusa, pero también tiene un encanto especial la zona de Cimiez, donde se puede visitar el museo Matisse, ruinas de la antigua ciudad romana y un monasterio desde el que podremos disfrutar de unas vistas increíbles. No muy lejos de toda esta zona más antigua, de nuevo volvemos a las grandes avenidas con sus hoteles de lujo, como el Negresco. Merece la pena ver el mercado de las flores, así como el edificio de la ópera. En mi opinión, la mejor forma de pasar una tarde en Niza es recorrer la Colina del Castillo (donde no esperéis encontrar un castillo). Además de poder ver la ciudad de nuevo desde unos privilegiados miradores, es un paseo muy agradable, amenizado por el sonido del agua de los diferentes riachuelos artificiales y de distintas cascadas artificiales. De nuevo aquí, podremos ver algunas ruinas de épocas romanas. Pero sin duda alguna, lo que más me maravilló fue el mar de Niza. Si bien es cierto que el mar en todas las ciudades de la Costa Azul tiene un color especial, el de esta ciudad me cautivó. La parte negativa es que las playas son no de cantos, sino de piedras, así que si esperas pasar una tarde de arena y playa en Niza, lleva, como mínimo, una esterilla.
Niza
p
Octava l a n t a
Saint-Paul de Vence
Un poco alejados de la costa, y a los que se puede acceder en autobús (de nuevo chapó por la red de comunicaciones francesa), están Saint-Paul de Vence y Èze (a este último también se llega en tren). Son dos pueblecitos medievales con un encanto único, se conservan las calles de piedra y todos los edificios están muy cuidados, alejados del ritmo del resto de ciudades que he nombrado. La pega que se les puede poner es que están demasiado orientados al turismo: dentro de las casas de piedra con hiedras vemos tiendas de artesanía, galerías de arte... Demasiado bonito para ser verdad. De todas formas es una buena escapada para huir del bullicio de los municipios más costeros. Para finalizar, me gustaría hablar de Mónaco. Como no podía ser de otra manera, no podía perder la oportunidad de visitar, teniéndolo tan cerca, al icono del lujo. Me decepcionó mucho como ciudad. Es cierto que es increíble en cuanto a infraestructuras, jardines, parques, edificios imponentes (como el Casino) y la cantidad de yates y Lamborghinis que te puedes encontrar por metro cuadrado. Sin embargo, es una ciudad totalmente artificial, incluso la parte “más antigua”, Montecarlo, es muy decepcionante. De todas formas, es otra visita obligada, aunque solo sea para decir que has estado una vez en la vida en Mónaco. En cuanto a lo típico de esta zona, la verdad es que no hay nada: crepes y pizza (cogiendo lo mejor de Francia e Italia). Sin duda alguna, es un lugar increíble para irte de vacaciones (sobre todo si tienes dinero); el sol, la playa y la fiesta no faltan. Pero si estáis interesados en ver lugares interesantes, cautivadores o descubrir nuevas culturas no es el sitio apropiado, prácticamente todas las ciudades son iguales y muy artificiales: acomodadas a las necesidades de los multimillonarios de este nuestro planeta.
Mónaco
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