Revista Octava Planta Nº 45

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Alejandro Álvarez & Jorge Espada

En Marzo, como suele ser habitual, tuvo lugar el esperado día del campo, encuadrado dentro de un fin de semana apoteósico, con la fiesta de las Becas el día posterior. Los días previos no fueron tampoco muy tranquilos: torneos sin acabar llenos de emoción, caliVañeras, y otras fiestas varias… (Para los de la LOGSE: la gente se taja). No faltaron las cantidades ingentes de comida, bebida, y cócteles que en muchos casos no se los iba a poder beber ni el #Locodelcomedor. El día se preveía caluroso, y así fue, lo que llevó a una práctica conocida como Sombring (chúpate esa, Jesús Calleja). El asunto de la comida nos trajo de cabeza a los novatos (los veteranos llevaron una jartá para cocinar) con promesas de barbacoas, carne, grasa y demás enseres que no llegaron a buen puerto y fueron sustituidas por el chóped más inmundo del Lupa que, acompañado de una sangría lamentable, garantizaría una digestión de lo más interesante. No obstante, el pánico se apoderó de los residentes cuando inexplicablemente no había barbacoas, lo que nos hizo plantearnos una cuestión: ¿estaría permitido asar? Los valientes alfonsinos repartidos por grupos se apoyaron en la teoría “hay cemento, suficiente, sicuelacuelaysinomelapela”. Sin embargo, a algunos les importaba más bajar un balón de la copa de un árbol jugándose la vida con el lanzamiento de piedras y algún que otro objeto. Sin haber llegado el último bus, ya estaban allí plantados unos majetes señores de verde que fueron a racanear un poco de carne, pero al ver el egoísmo de los residentes pensaron en multarnos a todos, cosa que nadie se creía. La labia de los tutores y algún favor sexual para la noche frenaron el ímpetu de sacarse unas pelas a costa de una resi ya de por sí arruinada limitada de dinero. Total, el día siguió por el buen camino, con la gente tajada (hubo alguna volcada), comiendo y más tarde bañándose en un intento de río. Hubo tiempo incluso para hacer deporte, haciendo honor al segundo puesto en el Torneo de Rugby y también al nivel experto de lanzamiento de fichas fake, poco productivas esta vez. El día agonizaba y tocaba marchar con un duro viaje de vuelta, un viaje que fue más divertido de lo que cabía esperar, animado sobre todo por aquel hombre pegado a una lata de cerveza Emdbrau, más conocido como Fiestas. Jaleado por casi todo el bus y con micro en mano, hizo un repaso a todos los éxitos del panorama musical entre los que no faltó “chúpame-la-minga-dominga-quevengo-de-Francia” (se echó en falta algo de Justin Bieber). Al llegar, la fiesta continuó en el Parking y en las salas de estudio, debido a la Ley Seca de la Delibes, con unos residentes que siguieron hasta que el cuerpo aguantó. En definitiva, una de las grandes citas del año que no defraudó a nadie y que, como siempre, es contada por los novatos: esos grandes muchachos de las jornadas de integración que sacan adelante el país.

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