Revista Octava Planta Nº 44

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CENA DE NAVIDAD Octava l a n t a

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Antes de la esperada cena tuvo lugar el tradicional concurso de pasillos, donde pudimos comprobar tanto la creatividad que sigue presente en las mentes de cada uno de los residentes como sus habilidades artísticas. A medida que el jurado iba puntuando cada piso, muchos residentes se marchaban a sus respectivas habitaciones para terminar de acicalarse y vestirse, mientras los más curiosos apuraban el tiempo para poder ver la decoración de los últimos pisos. Por fin, llegó la hora de la cena. La tranquilidad y el silencio reinaba en todos los pasillos, situación bastante curiosa en nuestra residencia. Calma total. Salimos de las habitaciones y nos dirigimos a los ascensores pisando los restos de la decoración de Navidad, ahora de poco valor tras haber sido valorada por el jurado. Después de algún que otro traqueteo de los ascensores, llegamos al bajo sin que nadie se quedase encerrado en ellos, y entramos en el comedor. Poco a poco la gente va llegando al comedor, unos más puntuales que otros, para qué nos vamos a engañar. Cada uno va escogiendo su sitio aunque, claro está, los últimos no tienen demasiada libertad a la hora de elegir. Pero eso no importa, el buen ambiente reina entre todos los residentes, no hay sitio para el mal humor. Una vez en el sitio, te pones a mirar los platos y te encuentras con unos canapés. Te surgen las dudas de toda comida más o menos formal ¿empezamos a comer o esperamos a que alguien lo haga antes que nosotros? y… si empezamos, ¿por dónde lo hacemos? Para resolverlas comienzas a mirar a uno y otro lado y, cuando definitivamente ves que alguien empieza a comer, te lanzas siguiendo su ejemplo. A lo largo de la cena, entre plato y plato, van sucediéndose cantos folclóricos y tradicionales de nuestra residencia. Entre ellos, cabe destacar algunos como:”¡Quién haya nacido en enero, que se ponga de pie…que alce su copa llena de vino y beba hasta el final!” algunos más típicos de novatadas: “¡Qué buenos son los señores veteranos, qué buenos son que nos llevan de excursión!” y otros no tan tradicionales como las referencias al nuevo grupo surgido en la residencia: “¡Pazdemia!“ Como pudo observarse, el comportamiento y compostura de ciertos residentes (una cantidad insignificante) fue evolucionando en el transcurso de la cena: miradas al infinito, sonrisa permanente, incluso gente que hizo justicia tomando prestados ciertos dulces. La causa de dicho comportamiento se desconoce aunque no impediremos que nadie investigue el caso. Y por fin tuvo lugar la entrega de premios: los gritos de los residentes del segundo piso nos dieron a conocer quién había sido el ganador. La segunda posición correspondió al cuarto piso y el tercer puesto fue para el último piso de la residencia, el séptimo, que decidió colgar un cartel desde su sala de estudio, como se puede apreciar en la foto. Acabada la cena y el concurso, poco quedaba por hacer en el comedor. Próxima parada: The Little Bottle, ocupado en su mayor parte por alfonsinos aunque también había algún que otro extraño. Éste fue el momento elegido por la gran mayoría de los residentes para practicar su deporte favorito: el lanzamiento de fichas. Poco a poco los residentes fueron regresando a la resi, contentos tras una larga noche de fiesta y buen ambiente. A la mayoría, le esperaba una larga jornada de clases aunque muchos las reemplazaron por un buen descanso. Enhorabuena para aquellos que tuvieron suerte y a los que no… ¡otra vez será! La noche se convirtió en un recuerdo inolvidable para todos. ¡Gracias alfonsinos!

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