Revista Octava Planta Nº 44

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Cátedra vacua David González

Raúl, el hombre que cuando no marca goles... hace niños Adrián Peral & Carlos Minguito Allá por 1994 debutaba un niño de 17 años en Zaragoza que acabaría siendo un baluarte del fútbol español, un niño además de la cantera del eterno rival, del Atleti, en el que Jesús Gil tenía todas sus esperanzas puestas. Además, el equipo madridista se encontraba en un segundo plano debido a que el Barça estaba disfrutando de su Dream Team, lo que agravaba la situación. Demasiados ingredientes adversos para que alguien triunfara en el Madrid, ¿no? Pues no, no fue suficiente para frenar a aquel niño; él era Raúl. Y ahora ya no es un niño, sino el hombre que se ha ganado un hueco en el corazón de todos los madridistas, un hombre que se dejaba los h…, quiero decir, el alma en todos los partidos aunque no fuese precisamente el hijo del viento por su velocidad, sino que destacó por su pillería y su habilidad de estar el día D a la hora H en el momento adecuado. El que nunca hace nada según los más críticos… 323 goles, no decimos más. Cientos de centrales han temblado ante su presión insaciable y otros tantos porteros han sucumbido ante sus goles. “El 7 de España”, “El gran capitán”, “El Ferrari” o “El señor del anillo” forman parte de su repertorio de apodos, en los que todos dejan claro su clase innata y que siempre estaba y todavía está “tirando del carro”. Mamen, su mujer, también sabe lo que es la puntería y efectividad de este semental español, que no ha parado de aumentar la natalidad española con sus cinco churumbeles, con lo que de nuevo queda claro que “los huevos de Raúl no caben en un baúl”. No hace falta hablar de su palmarés, nos haría falta la revista entera y un suplemento para meterlo todo, pero siempre le quedará la espinita de no haber ganado nada con España, aunque a estas alturas sigue siendo el máximo goleador y a algunos les entra el canguelo al intentar cogerle… Pero la verdad es que siempre nos quedamos con ganas de verle ganar el Balón de Oro. Un hombre honesto, con ninguna expulsión en su haber, lo que demuestra su buen trato con el colectivo arbitral. Éstos sabían que si Raúl caía en el área, había que señalar la pena máxima. Raúl es un ganador genético, un tipo nacido para competir de manera fanática. Él se resistía a jugar los minutos de la basura y a pasarse todos los partidos dando ánimos a los compañeros desde el banquillo, así que cogió su petate y se fue a ganarse el pan a Alemania a lo Alfredo Landa, y vaya si lo está haciendo. El 7 se fue del Madrid para seguir haciendo historia y hacerla en Alemania, país que respeta a las leyendas. Va a jugar una final de Copa con la camiseta del Schalke. Por si no lo sabían, Raúl es insaciable, el mismo que muchos llevan queriendo retirar cinco, seis o siete años. No lo van a conseguir. Meterá goles y ganará partidos incluso cuando cuelgue las botas. Seguro que Raúl tiene hasta pensado cómo hacerlo. De momento, sigue siendo futbolista… ¡y qué futbolista!

Octava l a n t a

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Juan Represa de la Guerra es uno de los profesores que, en lo que llevo de carrera, mejor ha sabido explicar y transmitir los conceptos de su asignatura. Desgraciadamente, eso es lo único bueno que puedo decir de él. En lo que resta –aspectos de ética, responsabilidad e integridad– afirmar que deja mucho que desear es quedarse corto. Imparte Embriología en la Facultad de Medicina, o por lo menos eso es lo que consta teóricamente. En la práctica se limita a presentar su asignatura y pasarse uno o dos días al cuatrimestre por eso de mantener las apariencias. El resto de las clases se las fuma cual adolescente problemático. A veces envía a un pobre hombre que, a modo de lacayo sumiso, se encarga de comerse los marrones de su jefe. Otras veces la clase se suspende sin más explicaciones y sin previo aviso. Son muchas las excusas que, año tras año, hemos tenido que oír los estudiantes de Medicina sobre sus ausencias reiteradas. Conferencias, hernias discales, aciagas tormentas y motores rebeldes consiguen sistemáticamente hacer claudicar su supuesto empeño en cumplir con sus obligaciones. No somos tan inocentes como para creérnoslo. No es que una serie de catastróficas desdichas haya confluido este curso para hacerle imposible impartir la asignatura; esta situación se repite, idéntica, año tras año. Me constan testimonios de historias similares desde, al menos, 2006. Y, aunque todo esto fuera cierto, aunque de verdad Represa fuera el hombre con peor suerte del mundo y las desgracias acudieran a su persona como moscas a la miel, no tenemos que pagar por ello los alumnos. Si no es capaz de impartir adecuadamente su asignatura, se debería contratar a otro profesor que lo hiciera, independientemente de las causas de sus ausencias. Pero no hay nada que temer, la UVa ya tomó buena cuenta del reprobable comportamiento de Represa y, el año pasado, ejerció contra él una sanción ejemplar: lo nombró Catedrático del Departamento de Anatomía, tras la jubilación del emérito Enrique Barbosa (de cuyas "hazañas" docentes también se podrían escribir varios artículos). Un aplauso para la Universidad y su impecable y desinteresado criterio para nombrar cargos. Pero este curso la situación ya se ha vuelto inaceptable. Represa no solo acudía menos que nunca a las clases, sino que ni siquiera se presentó al examen, dejando colgados a un centenar de alumnos. No envió un ejemplar del examen a sus compañeros de departamento, no avisó previamente de su ausencia y no fue capaz tampoco de encargar a otra persona la elaboración de una prueba alternativa. La única señal de vida que dio fue un comunicado horas después, en el que decía haber sufrido un inoportuno percance. Muchos hubieran callado ante esta falta de respeto y de responsabilidad, pero los alumnos de segundo de Medicina llamaron a los medios y recurrieron a todas las instancias académicas. Por eso, desde aquí, quiero felicitar a mis compañeros y decirles que admiro su valor y que les apoyo en su lucha, aunque solo sea desde la humilde tribuna de esta publicación universitaria. ¿El futuro de Represa? De momento le han abierto un expediente académico. Seguramente se olvide y se haga la vista gorda debido al corporativismo del mundo universitario. Continuará con su cátedra, con sus conferencias en Estados Unidos y con sus trapicheos con la industria energética. Pero nosotros sabemos que si la vida de Represa fuera un embrión trilaminar, su endodermo padecería una grave deformidad: pulcra e impecable de puertas afuera, pero podrida en sus más profundas entrañas.

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