Octava Planta nº47

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tiene que seguir pagando ese crédito, cuando sería posible admitir la dación en pago tal y como se hace en otros países de nuestro entorno (claro, esto a los bancos y cajas no les interesa). Estas circunstancias se han visto acentuadas debido a la crisis económica presente en nuestro país: en primer lugar, al empeorar la coyuntura económica que nos rodea, el Estado ha tendido a reducir el gasto social (un ejemplo claro es la bajada de las pensiones en nuestro país, congelación de salarios, reducción de las ayudas a la dependencia, la posibilidad de establecer un copago en Sanidad, los recortes en Educación…). Esto ha significado que la situación de aquellas personas que dependían de estas ayudas sociales ha empeorado drásticamente. En segundo lugar la situación se ha visto agravada por el aumento en el desempleo debido, entre otros motivos, a las reducciones de plantillas; concursos de acreedores con desaparición de las empresas; la elevada temporalidad; la falta de ayudas estatales a las pequeñas y medianas empresas, tejido empresarial y futuro de un país; la morosidad en el pago por parte de las Administraciones haciendo que las empresas entren en quiebra; su escasa flexibilidad o la insuficiente apertura tecnológica de las empresas y de políticas de incentivación por parte del Gobierno… Todas estas situaciones son las que tenemos que imaginar y las que tenemos que intentar combatir. Debemos tener muy presente que en cualquier momento puede ocurrirnos a nosotros o a alguien cercano, por ello, tenemos que intentar ponerle freno, y, aunque podamos pensar que eso jamás nos ocurrirá a nosotros, debemos ser solidarios, miembros activos de la sociedad en la que vivimos. Todos poseemos derechos inalienables, aplicables a cualquier ciudadano y, en última instancia, todos tenemos derecho a la llamada “felicidad”, a un amplio catálogo de derechos humanos (valores, principios y normas de carácter jurídico y moral que protegen la integridad física y psicológica de toda persona, favorecen el desarrollo social de todos los seres humanos y nos protegen contra el abuso de poder, fomentando una convivencia más justa). Estos derechos pueden ser vulnerados, dejando a los ciudadanos desprotegidos. Comprometerse a la reducción de la pobreza no es una cuestión de generosidad sino un asunto de justicia social de acuerdo con dichos derechos humanos. Las organizaciones no gubernamentales en la actualidad, se dedican en su gran parte a la asistencia a las capas más desfavorecidas de la sociedad, ayudando a estos “nuevos pobres” no solo dándoles ropa o alimentación, sino pagando su luz y agua, el alquiler o cursos para la reinserción laboral y evitar la exclusión social (incluso, algunas de ellas tienen mecanismos de la llamada ayuda domiciliaria para evitar que tengan que acudir a sus locales y no sientan vergüenza por la situación que viven). En otro sentido, la Administración cuenta con programas de ayuda a las personas más desfavorecidas. Sin embargo, aunque ya antes estos programas eran de un ámbito de aplicación muy reducido llegando a muy poca gente, en estos momentos, como consecuencia de la terrible crisis económica y del aumento de personas en situaciones de vida ínfimas, las ayudas no se están recibiendo o no llegan a todo el mundo que verdaderamente las necesita. Por otro lado, a veces, en vez de intentar ayudar, la Administración empeora la situación. Podemos tomar como ejemplo el caso del Ayuntamiento de Valladolid, el cual ha aprobado una modificación de la Ordenanza de convivencia en la que castiga con multa de hasta 650 euros a las personas que p

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ejerzan la mendicidad, supuestamente para combatir las mafias. ¿Creen que un señor que pide a la puerta de un supermercado lo hace porque quiere o realmente lo necesita para vivir?, ¿cómo piensan que una persona que no tiene para vivir o alimentar a su familia va a pagar una sanción económica?, ¿no sería mejor establecer un sistema que funcionase correctamente para ayudar realmente a estas personas? A nivel personal, las organizaciones no gubernamentales se nutren de donativos y necesitan voluntarios para poder llegar a todo el mundo, o incluso, ayudar a un vecino que lo necesite cocinando algo para él o cuidando a sus hijos porque tiene que trabajar y no puede pagar una niñera. Una imagen que llama mucho la atención es la de las personas, sobre todo ancianos o padres de familia, rebuscando en las basuras de los mercados o de los supermercados para encontrar algo de comida que llevarse a la boca, y cuya única intención es sobrevivir. Muchas veces cuando pasamos por la calle y lo vemos la gente se queda mirando extrañada pensando como hay personas que pueden llegar a eso y pensando que ellos jamás lo harían. Pero todo es encontrarse en una situación de dificultad, ver como tienes hambre o que no puedes alimentar a tus hijos. En vez de tener sentimiento de repulsa deberíamos pensar en la situación que están viviendo, en lo que para ellos significa acudir a un contenedor a coger comida, en la vergüenza que tienen que sentir…situaciones como éstas son las que deben concienciarnos del problema que se vive en la actualidad, de las nuevas imágenes o “nuevos pobres”. Que no sólo tenemos que tener en mente a los indigentes que aparecen en las series y en las películas, a aquellas personas que duermen en bancos de la calle, a los drogadictos que no tienen para comer. También debemos pensar en aquellas personas que, por distintas causas, (económicas, sociales, catástrofes naturales, etc.), se encuentran en situaciones donde no pueden cubrir sus necesidades mínimas, las que se consideran básicas, que no tienen acceso a una sanidad mínima, a una educación o a cosas tan elementales como una vivienda digna o el poder dar alimento a su familia, personas que no son capaces de “llegar a fin de mes”. Debemos pensar en las personas que antes tenían un nivel de vida medio y que ahora, sin empleo, no pueden sobrevivir, en las personas ancianas que cobran pensiones exiguas de jubilación o viudedad y que además tienen que sostener a una persona que no puede valerse por sí misma, o que no tienen familia que pueda ayudarlas… Todas aquellas personas que se ven desamparadas y en una situación difícil de sobrellevar, que sienten vergüenza ante el cambio tan drástico que han tenido en su vida y que, en muchas ocasiones, puede llevarlas a la depresión si no tienen un gran coraje y voluntad. Ante estas situaciones tan graves y extremas de las que todos debemos estar concienciados, debemos buscar nuevas soluciones, nuevas formas de ayuda a estos “nuevos pobres”, y no sólo a través de organizaciones no gubernamentales que son fundamentales ya que en muchas ocasiones llegan donde no alcanza el Estado y por ello desempeñan una labor fundamental, sino también soluciones a nivel estatal o de las propias Comunidades Autónomas o Entidades Locales, las cuales deben reaccionar ante los problemas que atraviesa la sociedad e intentar garantizar los niveles mínimos de vida a cualquier persona. Siempre aprendí que “aquello que no quieras o no te gustaría para ti, tampoco lo quieras para los demás”. ¿A quién le gustaría vivir en la situación de miles de familias españolas que se ven en la calle sin nada? Por muy poco que cada uno podamos hacer estamos en la obligación moral de intentar cambiar la situación.

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