Octava Planta numero 46

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Rodrigo Núñez

Alejandro Sánchez

Política y Fútbol

La peseta, ¿salida a la crisis?

Para los españoles ser de un partido político es lo mismo que ser de un equipo de fútbol: una vez que se han decido los colores de la camiseta, lo que haga el equipo es igual. Da lo mismo que el equipo juegue mal o decepcione a la afición. Esta renegará de él en el bar y lo criticará fervorosamente en la sobremesa de su casa pero, llegado el momento de la verdad, no dudará en otorgarle su apoyo incondicional. Como decía Machado “españolito que vienes al mundo te guarde dios, una de las dos españas ha de helarte el corazón”. Pronto al nacer a uno le hacen de un equipo, la mayoría acaba siendo del Barsa o del Madrid, enemigos irreconciliables los dos, algún que otro pobre acaba siendo del Atlético, el cual le dará pocas alegrías en forma de victoria, y otros tantos acabaran apoyando fervorosamente al equipo de su comunidad, país, nación o corral de cabras. Y una vez que ya tienes equipo estás perdido. Ya puede tu equipo jugar peor que los niños en el patio del colegio, ya puede desplegar el contrario el mejor juego visto en la historia, que tú siempre dirás que el tuyo es el mejor y que los otros son una panda de inútiles. Tristemente lo mismo ocurre en la política, pero mientras que en el fútbol este comportamiento se puede comprender, ya que no es más que una pasión y un entretenimiento, comportarse de igual forma en política no es más que un acto del mayor borreguismo concebible y una clara irresponsabilidad. El apoyo a un partido político tendría que venir de un pensamiento racional y variar este en base a lo que nos ofreciese el partido, pudiéndose cambiar de un partido a otro, por muy opuestos que fueren, sin sentir que somos Luis Figo yéndonos al Madrid. El voto tendría que venir dictaminado por un pensamiento propio, crítico y meditado y no por la afiliación a unos colores. Esta manera de proceder a lo único que nos conduce es a una liga dominada por PP y PSOE, una IU ninguneada y una serie de partidos nacionalistas que se hacen notar. Y puestos a soñar, ¿no sería mejor tener un equipo formado por los mejores jugadores, ya sean del Barsa o del Madrid? Esto le restaría emoción a la competición pero en política, que no se trata de vencer al contrario sino de mejorar la vida de los ciudadanos (ingenuo de mí), ¿no sería mejor tener un gobierno formados por los más capaces ya sean de un equipo u otro? Y de esta forma tampoco tendríamos que mantener a otros jugadores más mediocres, que viven a la estela de los que son más válidos al ser miembros de su equipo. La política no es el fútbol, y en ella no se ganan o pierden títulos, se toman decisiones que afectan seriamente a nuestra vida cotidiana. Y mientras sigamos siendo hinchas de un partido, y no tengamos otro objetivo que el de derrotar a nuestro adversario, España seguirá siendo el mediocre país que es. Pero bueno, siempre nos quedará el fútbol que, en eso sí, parece que somos los mejores.

Aunque el año pasado en algunas localidades, como la gallega Mugardos, decidieron “volver” temporalmente a la peseta como medida anticrisis para estimular la compra en los comercios de la localidad, este artículo pretende centrarse en la vuelta a la peseta como hipotética solución a la crisis a nivel nacional más que local, parcial y a pequeña escala (algo que ha ocurrido en esos casos puntuales y ha tenido cierto éxito donde se ha probado). Me refiero al abandono por parte de España de la zona euro, como se ha escuchado mucho sobre Grecia. Sin embargo, en esta vuelta de todo el país a la antigua moneda hay unos cuantos impedimentos legales e inconvenientes. En primer lugar, no se podría abandonar la zona euro. Según los juristas más especializados hay una única vía de escape y es el artículo 50 del Tratado de la Unión por el cual habría que abandonar de forma simultánea la UE. Por otro lado, según el tratado no se puede expulsar a ningún socio de la zona euro. Por contra, hay evidencias históricas que dicen que cualquier tratado monetario puede romperse en momentos de gran crisis económica y política. Hay ciertos analistas que defienden la salida del euro afirmando que habría más ventajas que inconvenientes. Por ejemplo, la consultora Capital Economics sostiene que para países como España, Portugal, Italia, Irlanda o Grecia sería mejor recuperar el control sobre la política monetaria, de esta forma podrían devaluar el valor de la moneda, imprimir más billetes desde su propio banco y comprar con él la deuda pública. El perjudicado sería el sector interior con precios muy altos, pero suponen que se compensaría con el aumento de las exportaciones y la llegada de turistas en vista de los buenos precios para ellos. En el lado opuesto, Barry Eichengreen, un economista americano que es el que más ha estudiado el tema, asegura que salir de la zona euro tiene, sin duda, más inconvenientes que ventajas. En cuanto apareciese de nuevo la peseta (o la antigua moneda, dependiendo del país) su valor caería entre un 40 y un 60% frente al euro, lo que haría al Producto Interior Bruto descender en picado y que aumentase el turismo. Por otro lado, esto produciría que todos los particulares y empresarios que tuviesen fondos en los bancos se apurasen a sacarlos a toda costa antes de que fuesen reconvertidos en pesetas para conservar su valor en euros, hecho que podemos contrastar viendo que en los bancos griegos en los últimos años los depósitos han caído hasta un 20% y que provocaría un miedo generalizado con todo el mundo queriendo no ver devaluados sus ahorros, además de conservar el valor de sus euros para las deudas que aún siguiesen siendo pagadas con dicha moneda. La única forma de hacer esto sería producirlo de forma sorpresa lo cual es imposible según el economista Eichengreen, dado que las negociaciones con el resto de la unión monetaria llevarían su tiempo. Tendría que ser un cambio de la noche a la mañana, a una nueva moneda con valor equivalente al euro para poder seguir utilizando los billetes de euro que serían marcados por los bancos y oficinas oficiales. Además de que habría que simular un “corralito” como el que ocurrió en Argentina en 2001 prohibiendo retirar cantidades mayores de una marcada de los bancos. ¿El problema? Esta nueva moneda se depreciaría de igual forma que la peseta en cuanto cotizase en el exterior, además de la injusticia que supondría todos estos impedimentos de sacar dinero y la caída en picado de la economía porque desaparecería la libertad para gastarlo.

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