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Viaje a la Nieve Isa Santidrián y Villalba Otro año más, como viene siendo habitual, hicimos el viaje a la nieve. En principio estaba programado para el día 26 de febrero, pero dada la escasez de esquiadores y el mal tiempo, el viaje tuvo que ser aplazado. Por fin, el día 12 de marzo los intrépidos esquiadores, que ya superábamos los veinte, nos dirigimos a la estación de esquí de San Isidro (León). Aquél día por la mañana, tan por la mañana que no había salido el sol, nos levantamos con mucho sueño. Algunos más que otros, ya que habían estado frecuentando bares cercanos al Alfonso hasta altas horas de la madrugada. Debido a este hecho, hubo quien estuvo a punto de quedarse en tierra si no llega a ser por nuestro querido tutor del cuarto par. Una vez montados en el autobús y tras unas cuantas horas de viaje llegamos, ya de día, a la estación. Allí, los que no tenían equipación fueron a alquilarla, y los que ya la teníamos nos dimos prisa en hacer una primera bajada. Junto con los esquís y los bastones, nos dieron un casco muy elegante que algunos decidimos no ponernos. Los que no se fiaban mucho de su habilidad en la nieve, optaron por la mejor opción: ponérselo. Una vez todos equipados, probamos suerte en la pista de menor dificultad, la verde. Tras el éxito de la primera bajada (cero caídas), pasamos a una de nivel superior. El exceso de confianza llevó a una espectacular caída por parte de una residente, con el resultado catastrófico de un
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bastón roto y una bronca monumental por parte de uno de los monitores de la estación. Después de este pequeño percance decidimos inmortalizar ese momento con un par de instantáneas. En una de ellas, dos de los participantes en la excursión decidieron poner una pose algo “peculiar”. Unas cuantas bajadas más, despertaron nuestro hambre. Nos volvimos a juntar todos al pie de una pista para sacar nuestros bocadillos y comer acompañados de la “brisa” de la montaña. Los menos previsores tuvieron que ir a comprar la comida a la cafetería, y cuando llegaron al lugar de reunión, el bocadillo caliente ya estaba frío. Después de comer, nuestros traseros estaban más helados que la propia nieve. Aun así, nos pusimos de nuevo en marcha para aprovechar la última hora del día. Llegados a este punto nos separamos y fuimos ya muchos los valientes que nos atrevimos con las pistas rojas. Parados en frente del autobús y a punto de quitarnos los esquís, dado que era la hora de cerrar, vimos que una silla todavía se movía. Nos faltó tiempo para remar hasta ella y montarnos en el último segundo. Con los bastones en una mano, descendimos al estilo del más repetao de nuestros residentes: “con tol tema”. La vuelta fue en parte tranquila. No habían pasado diez minutos, que ya estábamos todos roncando. Sin saber por qué, nos despertamos de repente para ponernos a cantar y llegar a la Residencia bastante rojos por el sol, pero habiendo pasado un muy buen día.
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