Octava Planta número 40

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do que hay siete botellones de esta índole a lo largo del curso. Siete entre 365 da muy poquito. También me gustaría saber si alguien se ha planteado que, en el parking del Alfonso VIII, todos los viernes y todos los sábados se organizan botellones desde las seis de la tarde hasta, aproximadamente, las diez de la noche. Dos botellones a la semana por cincuenta y dos semanas al año da bastante más que la cuenta anterior. Eso sí, lo que nadie se ha planteado todavía es que, a lo mejor, el botellón que hay que intentar evitar es otro. También me gustaría saber si alguien se ha planteado que, en los botellones de las fiestas universitarias, la mayoría de la gente es mayor de edad (aunque en los periódicos ponga lo contrario para darle más dramatismo a la historia, claramente). No es muy complicado darse

cuenta de que a un botellón de una fiesta universitaria acuden universitarios y creo que todos sabemos la edad mínima que ese colectivo tiene. Y si alguien no se lo cree, que se moleste en darse un paseo por allí. Sin embargo en los botellones de los fines de semana en nuestro querido parking, no hay más que asomarse para comprobar que todo son quinceañeros sin barba y quinceañeras que no saben andar con tacones y se piensan que tienen veinticinco años. Ahora, después de tener en la cabeza estos datos, me gustaría hacer varias preguntas: ¿Cuál es un problema mayor? ¿Cuál habría que intentar atajar antes? Creo que todos tenemos la misma respuesta en la mente. Y por otra parte, ¿Cuál es el que dará más bombo mediático? ¿Coincide con el que todos hemos pensado antes?

Manías Ismael Medina Todos tenemos en esta residencia unas manías que son peculiares e imposibles de borrar. Para no entrar en peleas y broncas se mantendrá en secreto a los pobres ‘maníacos’ que sufren estos eventos. Por ejemplo, el más común es el de dejar la luz encendida cuando nos vamos de la habitación. Si otra persona que no hace eso lo ve, le pregunta: “¿Por qué dejas la luz dada?”. Y este le responde: “Porque se ahorra mas dejándola encendida que apagándola y volviéndola a encender”. Vamos a ver, si te vas cinco minutos, esto se cumple, pero si te vas a cenar o tardas más de diez minutos en volver, esto sólo es una excusa. También suele pasar con la música. Otra de estas manías es la de comer algo en la habitación de tu vecino/a, amigo/a y dejar el plato sucio o la taza del café o algún elemento como tenedor, cuchillo, etc. Una vez dejado el objeto, el propietario de la habitación le recuerda al ‘maníaco’ que se lo ha dejado en su habitación el otro día y que a ver si pasa a buscarlo. Ante esto el maníaco dice: “Bueno, luego me paso, por lo menos me lo habrás lavado, ¿no?”. Hay gente que utiliza este truco para poder volver a la habitación de una chica o chico con la excusa de que se ha dejado el plato en su habitación. También funciona con ropa y bolsas del Lupa. ¿No os ha pasado que cuando vas a salir de la Residencia os dais cuenta de que no llevas la tarjeta para

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entrar, y dices: “Buah, por no volver a subir.”? Tú te imaginas que habrá alguien abajo cuando vuelvas o que justamente alguien saldrá por la puerta cuando tú estés llegando. A tu vuelta resulta que no hay nadie y te toca estar esperando con las bolsas del Lupa o cargado con la mochila a la puerta hasta que sale alguien o viene otra persona con tarjeta. Otra manía graciosa (o eso cree el que la hace) es la de venir un día de fiesta y llamar a tu amigo que se ha quedado en la habitación por algún motivo y no ha salido. Tú vas con tus compañeros de marcha y dices: “EHHHH, ¿llamamos a Patiño a la puerta?” Claramente la gente que te acompaña no se va a oponer, a no ser que sea la novia de Patiño (cosa que no creo) o un “gran amigo/a” suyo que por piedad lo evite. Encima, el ‘maníaco’ se cree que, seguro, que le va a hacer gracia al que lo sufre, y se van a echar unas risas, pero no, la víctima se está acordando de toda la familia de su amigo y piensa: “Si abro la puerta, van a parar de dar golpes y así no molestan al resto del pasillo, pero si abro también se me van a meter en la habitación y no me duermo hasta que amanezca, así que, lo siento por los del pasillo pero no voy a abrir.” Y ahí se quedan los amigos dando palos a la puerta. También suele ocurrir con llamadas telefónicas nocturnas, que suelen ser muy graciosas. Seguro que conocéis a alguien que hace esto o que ha sufrido alguna de las situaciones narradas arriba, así que decídselo de una vez.

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