Octava Planta número 39

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Cinco años en el Alfonso por José Javier Maestre Gómez Era por entonces octubre del curso 2003/04. Llegabas a un sitio nuevo, estudios nuevos, todo muy nuevo. Vamos, lo único conocido que me esperaba era la compañía de un gran amigo mío del instituto, cosa que ayuda bastante. Por aquel entonces nos perdimos un par de días de novatadas, ya que nos pasamos dos noches envueltos sobre un humo un poco verde y bastante fantasioso. Estábamos en plan muy cortados, y en plan aislados, para que me entendáis. Al día siguiente, pasadas las diez de la noche, oyes el “toc toc” de la puerta y aparace la imagen de una persona bastante mayor que tú (era Beni, un crack, su sexto año en la resi) y te dice esa típica frase de “¿eres novato?” y tú, como buen pringao que eres, pues dices: “sí, lo soy”, “pues nada, en cinco minutos abajo con una sabana”. Y te quedas pensando: “en cinco minutos abajo, ¡y con una sábana!”. En verdad estás un poco flipado y nervioso, así que cojo el teléfono, marco a Javi y me dice que a él le han dicho lo mismo. Pues nada, para abajo que nos vamos con nuestras sábanas. Mientras bajamos, vemos que más de uno (no me olvidaré de la imagen de Bruno) está con la sábana a lo capa de Superman diciendo una frase sin sentido y tocándose los huevos. Llegas al hall, sales a la calle y ves a un montón de novatos sobre la valla. Nos ponemos junto a ellos, nos pintan y nos enseñan las “frases sin sentido” y demás cosas de ángulos perfectos, un poco de anatomía y por primera vez vi el infinito (muy listos estos veteranos). Y ahí estábamos todos los novatos juntitos, como si de niños de primaria se tratara, caminando agarraditos de la mano cantando canciones varias. Y en esos momentos te empiezas a fijar, a fijar en todos los detalles, cosas totalmente nuevas y, joder, te lo estás pasando de puta madre. Llegamos a la puerta del Menéndez y “a grito pelao” cantamos todos juntos una canción que nos han enseñado antes de llegar. Para sorpresa tuya ves a un chico del Menéndez que sale al tejado de su residencia con una manguera y nos pone a escurrir; los novatos corremos como julandras debajo del tejado, pero es el momento en el que los veteranos se ponen donde estábamos nosotros. Beni, algunos Aras y demás, a baño de manguera entonando a gran escala, “los del Menéndez no tienen…”. “¡Qué gozada!”, pensé, estos tíos son la hostia. De ahí nos llevan a una plaza (la Antigua) repleta de gente y allí a gritar otra vez, esta vez coreando el nombre de la Residencia, sin faltar a nadie, por lo menos durante ese momento. Nos hacemos un hueco y continúan las novatadas; que si una plaza de toros, que si se sube uno a “tirarse a la cruz”… Cosas

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varias. Ya, cuando no hacemos nada más en conjunto, piensas que esto ya ha acabado. Pues te equivocas, has faltado los primeros días, mides 1.90 y, para qué engañarme, era un tío guapo xD. Pues te cogen por banda, de grupos en grupos, haces la presentación hasta que te la sabes de arriba a abajo; se ríen un poco (bastante) de ti, cosa que de alguno te molesta, claro está; te declaras a las veteranas diciéndoles unas burradas que en mi vida diré sin llevarme un guantazo de más (las grandes frases de Pablo Lanza) y, después de eso, vuelta para la resi. Una gran noche, sí señor, y lo mejor de todo sería que el día siguiente habría más y cada día más. Ese fue el día que empecé mi vida como residente del Alfonso VIII. Novatadas, las sabias frases de Beni, las largas tardes con Dieguito (¡qué grande!) hablando de fútbol y sexo...; las fiestas de los Aras (¿cómo podían ser tutores esta peña y montar las que montaban? Un poco aprendí de eso, jeje) y, claro está, el grupo de los nueve, tontines o lo que dijeran. Éramos grandes, para nosotros claro. Hablar de ellos me supondría mil páginas, pero para mí está claro que amigos como ellos, pocos. Así pasó el primer año, un año grande; académicamente un desastre total; pero, aun así, un año grande. Y así pasaron los años, con nuestras fiestas y refiestas, ¡qué grande era aquella 304! Citaciones y más citaciones con Eugenio “otra vez tú”, decía; los partidos de fútbol con el supercapitán Álvar y con Dieguito (¡cómo lo vivían y nos lo hacían vivir a los demás!). Momentos de estudio, pocos, liadas en el aulario, unas cuantas… Con el paso de los años, claro está que llegan nuevos novatos, nueva gente que conocer y, por supuesto, vivir las novatadas desde el otro lado, jeje. Sorpresa la mía el día en que aparecen dos mujerones, y resulta que son mis vecinas de casi enfrente. ¡Quién me iba a decir a mí que las acabaría queriendo tantísimo y viviendo tantos momentazos! Acompañadas, claro está, de la gran detective, jeje. Pero al igual que llega gente, otra se va. Tico, primera gran baja, noches de friqueo, pelis, y de pilares maestros; Oli, mi padre, mi hermano y amigo; Anto, qué golfo que era el cabrón; Carlos, que por mucho que diga era más león que yo; mi médico favorito, ese que hacía que el ibuprofeno tuviera efectos mágicos y que los desodorantes no hicieran ningún efecto, y qué noches en la tarima de Campus…; Killo con su acentazo, sus discusiones periodísticas, su ironía, y cómo las embelesaba a todas; el Peke y su age, no he visto habitación peor ni persona más desastre ni más inteligente; y por último mi Mankito, mi gran amigo de media vida y cualquier cosa que diga

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